sábado, 28 de febrero de 2015

¿Cuál es la diferencia entre estar COMPROMETIDO o estar INVOLUCRADO?


El diccionario refiere la palabra comprometer con obligación, dar la palabra, convenio o promesa contraída. Mientras la palabra involucrar, es definida como incluir e incluso como "comprometer" a alguien en algún asunto. 

Las dos palabras parecen tener similar significado y de hecho en la cotidianidad del lenguaje son confundidas y usadas de manera indistinta. Sin embargo, comprometerse incluye algunos pasos adelante, porque  conlleva algún sentido de conciencia,   profundidad, obligación y –por supuesto- acción.

En la vida podemos involucrarnos en muchas actividades o causas, pero no siempre ese involucrarse se transforma en comprometerse. Llevar el involucrase hasta lo más profundo es comprometerse.

Para explicar mejor la diferencia entre ambas palabras vamos a utilizar el reconocido y viejo Cuento de la Gallina, el Cerdo y el Desayuno:

- Un día una gallina y un cerdo paseaban juntos conversando, cuando la gallina sugirió al cerdo:

- “¿Qué te parece Cerdo si nos asociamos y abrimos un restaurante?” 

- El Cerdo respondió, “Me parece buena idea”. “¿Cómo lo llamaríamos?”, preguntó el Cerdo. 

- La gallina pensó un poco y contestó preguntando: “¿Por qué no lo llamamos: “Huevos con Jamón?”

 - Y el cerdo se detuvo, hizo una breve pausa y contestó: 

- “Pensándolo mejor, creo que no voy a abrir un restaurante contigo, porque de ser así yo estaría comprometido pero tú solamente estarías involucrada”. 

En la realidad de un desayuno el Cerdo será la tocineta o la chuleta, en otras palabras, estará comprometido, puso todo en el desayuno, hasta su vida. Mientras que la Gallina aportaría el huevo, estaría solo involucrada, realizó un esfuerzo, pero nada de morir en el intento. 
El compromiso transforma deseos, ideas y palabras en hechos, resultados y realidades, más allá de los problemas y circunstancias existentes o de aquellos que surjan por el camino. El compromiso es una decisión firme y se acompaña de acciones y hechos, no solo de palabras. Cuando hay compromiso hay convicción.

En la vida diaria de las parejas, la familia, el estudio, el trabajo, el deporte, la comunidad , la sociedad y en cualquier lugar, puede observarse la diferencia entre aquellos que están comprometidos y quienes están solo involucrados. 

Cuando estamos comprometidos no se pueden levantar o levar anclas, ante el más mínimo problema, como se dice en el argot o lenguaje de los marineros; mientras que cuando solo estamos involucrados, es mucho más fácil justificar y decidir salir o retirarnos. Mi padre decía que mucha gente ofrece "poner el pecho" ante un compromiso, no invirtieron nada más, pero luego él vio a muchos "recoger el pecho" y retirarse cuando las cosas se pusieron difíciles. 
Es normal encontrar a quienes pretenden opinar, dirigir y hasta mandar -por supuesto también criticar- pero en la práctica no se manifiestan ni se hacen presente con esfuerzos, dinero ni nada concreto, éstos ni siquiera llegan al rol de la gallina, ni siquiera llegan a  involucrarse. 

Otros se "involucran" –ligeramente- en algunos temas, pero con el solo objetivo de obtener beneficios personales. Y muchos otros, allí está una buena mayoría, ni siquiera se involucran, porque prefieren “ver los toros desde las barreras”. Que otro u otros les resuelva. Por supuesto, éstos últimos -los que no se involucran- y todos los anteriores harán –obviamente - acto de presencia para disfrutar del desayuno. 

Es importante conocer el nivel de compromiso de todos quienes de alguna manera pretenden ser parte de algún sueño, idea, proyecto o solución, para evitar llenarnos de gallinas e incluso de zorros disfrazados. Recordemos y tengamos presente las palabras del educador brasileño Paulo Freire, quien afirmaba que “No existe compromiso sin acción”.

Miguel A. Terán
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Referencias: Tomadas de Wikipedia.

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viernes, 27 de febrero de 2015

REFLEXIÓN DEL DÍA (Viernes 27 de Febrero de 2015)‏

“Están impacientes por mejorar sus circunstancias, pero son pocos los que están dispuestos a mejorarse a sí mismos; por lo tanto siguen estando en las mismas circunstancias.”
James Allen (1864 -1912) Filósofo británico. Pionero del movimiento de autoayuda.

REFLEXIÓN: Una expresión popular nos invita a ocuparnos en vez de preocuparnos. Cambiar y mejorar por inercia no es posible, algo debemos hacer para lograr los cambios requeridos. El historiador, pensador y ensayista inglés Thomas Carlyle planteaba que “De nada sirve lamentarse de los tiempos en que vivimos. Lo único bueno que podemos hacer es intentar mejorarlos”.
El abogado, pensador y político hindú Mahatma Gandhi, proponía “Nosotros tenemos que ser el cambio que queremos ver en el mundo”. Es muy sencillo pretender que los demás den los primeros pasos para lograr cambios, mientras esperamos pasivamente los resultados o beneficios de dichos cambios. Se requiere compromiso y convicción con el cambio para mantener una posición activa. Muchos siglos antes que Gandhi, el filósofo Sócrates, en similar orden de ideas había planteado “Si quieres cambiar el mundo, tienes que empezar por cambiarte a ti mismo”.
Es común encontrar quien espera cambios afuera, pero sin hacer ni aportar nada, ni siquiera,  parecen dispuestos a realizar ningún cambio interno. Continúan viviendo atrapados entre sus creencias y paradigmas, y el “confort” que éstas le proporcionan, aunque expresen lo contrario. El escritor español Francisco de Quevedo planteaba que “Nunca mejora quien se muda solamente de lugar, sin cambiar estilo de vida y costumbres”.
Mantener una posición pasiva ante las circunstancias externas, decía el mismo J. Allen,  nos lleva a considerarnos víctimas de esas circunstancias, porque quedaremos estancados quejándonos o sufriendo por lo que nos ocurre, pero sin llegar a entender que somos nosotros mismos parte del problema y de la solución.
Parece cierto que no podemos escoger algunas circunstancias de la vida, pero -tal cual- refirió el psiquiatra y psicoterapeuta austriaco Viktor Frankl, sobreviviente de campos de concentración nazi: “Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento”.
El día a día nos consume con sus rutinas y su lucha, impidiéndonos tomar conciencia de lo realmente importante y prioritario, mientras el tiempo se nos va en lo urgente. Queremos avanzar pero no dedicamos tiempo ni siquiera a leer los titulares de la prensa. Posponemos sueños, ideas, proyectos, objetivos y metas, para “un más adelante” –que en innumerables casos-  nunca llega.
El beneficio de las experiencias se diluye al no disponer del tiempo necesario para reflexionarlas y aprender de ellas. Consideramos perder el tiempo en cualquier actividad que no arroje resultados inmediatos.
Es importante que tomemos conciencia que somos más que nuestras circunstancias y con esfuerzo podemos cambiarlas a nuestro favor. No podemos ni debemos permitir que la pasividad o el sentimiento de incapacidad nos impidan salir de donde estamos y llegar a donde deseamos.

Miguel A. Terán

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“Sueña, vive, reflexiona, aprende, ayuda y ora”.

miércoles, 25 de febrero de 2015

REFLEXIÓN DEL DÍA (Jueves 26 de Febrero de 2015)‏

“El sentido moral es de gran importancia. Cuando desaparece de una nación, toda la estructura social va hacia el derrumbe”.
Alexis Carrel (1873 – 1944). Biólogo, médico, investigador científico y escritor francés. Premio Nobel de Fisiología o Medicina (1912).

REFLEXIÓN: Sin lugar a duda, que la moral da sus primeros pasos en el hogar, con base en lo que nuestros padres hacen y no siempre en lo que nos dicen. El reconocido filósofo estadounidense Lou Marinoff refiere en su Libro el ABC de la Felicidad que los filósofos Confucio y Aristóteles, en épocas y lugares distintos, coincidían en que la familia es la unidad fundamental de la sociedad, porque para que exista la armonía en una sociedad, primero debe existir en la familia.  En el mismo texto el Dr. Marinoff concluye que “Las familias desordenadas engendran países desordenados, los países desordenados, un mundo desordenado”. 
Tratar el tema de la moral requiere entender que la moral son modelos de conducta desarrollados a partir de creencias, costumbres, tradiciones, premisas, valores y normas aceptados por los individuos, grupos o la sociedad y convertidos en pautas de valoración, que definen lo que es correcto o incorrecto. Es importante aclarar que las pautas morales deben estar más allá de la normativa u orden jurídico, porque tienen que ver con el respeto por lo humano, no en penalizar o castigar por incumplir una ley.
El deterioro de los valores es un proceso lento y progresivo, al cual contribuimos todos de una u otra forma, como miembros de una familia, empresa, comunidad o sociedad. Callar o mirar hacia otro lado, cuando la moral está en riesgo y peligro, nos hace cómplices de quienes la agreden.
El escritor francés Anatole France decía que “La moral es la regla de las costumbres. Y las costumbres son los hábitos. La moral es, pues, la regla de los hábitos”. El también escritor francés Achile Tournier expresaba “Hay que ser buenos no para los demás, sino para estar en paz con nosotros mismos”.
Con el tema de la moral al igual que con los valores en general, debemos ser cuidadosos para que la tolerancia al pasar los límites no se haga relativa, porque llegaremos a extremos tales como la mal llamada “Ética situacional”, que nos permite ser más o menos éticos dependiendo de la situación.  Expresaba quien fue Papa de la Iglesia Católica Benedicto XVI, que cuando el relativismo moral pierde sus límites, en nombre de la tolerancia, los derechos básicos se hacen también relativos y se abre la puerta al totalitarismo”.
El filósofo Immanuel Kant planteaba que “La moral es una ciencia que enseña, no como hemos de ser felices, sino cómo hemos de llegar a ser dignos de la felicidad”.  Al respetar las pautas morales de la sociedad en la cual vivimos estamos haciendo que el sistema perdure; por el contrario, el irrespeto a esas pautas terminará deteriorando todo e impidiendo que seamos felices.
Expresaba el escritor británico Oliver Goldsmith “Puedes dar un mejor sermón con tu vida que con tus labios”. Por el contrario, en una sociedad estará todo perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de burla, decía el filósofo griego Democrates.
Uno de los filósofos españoles más influyentes del pasado siglo, José Luis López Aranguren, refería que “Los valores morales se pierden sepultados por los económicos”. Mientras el periodista y político italiano,  Giuseppe Mazzini, reconocía que “El verdadero instrumento del progreso radica en el factor moral”. Un progreso sin moral no es viable ni sustentable en el tiempo, porque no es en realidad progreso.
En la película  Harry Potter y El Cáliz de Fuego, el profesor Albus Dumbledore expresaba
 “Tiempos difíciles se acercan Harry, muy pronto todos tendremos que decidir entre lo que es correcto y lo que es fácil”. En innumerables oportunidades lo fácil no nos lleva por el camino correcto, sino que nos hace transitar fuera de la ruta moral, y de esa manera también contribuimos a que todo se destruya. Es importante tener presente que la moral no tiene tonos ni matices.

Miguel A. Terán

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REFLEXIÓN DEL DÍA (Miércoles 25 de Febrero de 2015)

"Todos tenemos dos cumpleaños. El día que nacemos, y el día en que despierta nuestra conciencia".
Maharishi Mahesh Yogui (1917 - 2008) Gurú religioso de la India, fundador del movimiento Meditación Trascendental.

REFLEXIÓN: Se dice que envejecer es obligatorio, pero madurar y crecer es opcional. Podemos transitar a través de los años, coleccionando arrugas y canas, más que conciencia de lo que somos y de lo que realmente hacemos, en el sentido de dejar huella y trascendencia de bienestar para quienes vendrán detrás de nosotros.
Es práctica común evitar enfrentar los problemas, pero cuando éstos son inevitables, pretendemos resolverlos rápido y de manera “cosmética”, sin reales soluciones, dedicándonos a atacar sus síntomas, efectos y consecuencias, sin entender los procesos ni mucho menos sus causas o raíces. De esa manera los detenemos temporal y artificialmente, pero seguirán creciendo y complicándose, para regresar más adelante fortalecidos.
Nuestras creencias y paradigmas nos impiden tomar conciencia. Hacemos de la vida una rutina, sin sentido, contenido, ni un claro destino, parecemos parte de una manada. No obtenemos provecho a  las vivencias y experiencias, para convertirlas en aprendizaje u oportunidades de cambio, por no haberlas reflexionado ni interpretado adecuadamente.
En ese transitar por la vida nos cargamos de miedos, temores, inseguridades y angustias, por un futuro que nos lo han vendido incierto, y lo hemos comprado sin reflexión alguna. En muchos casos, se vive el presente acompañado de un pasado cargado de reproches y frustraciones, que solo recordarlo es motivo para deprimirnos.
La falta de conciencia nos lleva por la vida fuera de armonía, balance y equilibrio, sin conexión con nosotros mismos, pero con falsas conexiones con nuestro entorno. No damos significado a buena parte de lo que nos ocurre, simplemente ocurre. Nos sentimos víctimas de nuestras circunstancias. Vivimos preocupados en extremo por nuestra imagen exterior y muy poco por la imagen interior. Sabemos lo que tenemos y hacemos, en lo material y las diarias actividades, pero nunca nos hemos preguntado quiénes somos.
Parece que no hay opción de cambiar nuestra forma de pensar, de relacionarnos y comunicarnos. Apegados a lo material, a lo pragmático y utilitario, sin espacios ni tiempos para el espíritu. Luchamos con más circunstancias y problemas imaginarios que reales. En vez de ser una voz nos acostumbramos a ser un eco. Transitamos por la vida a lo largo, pero no a lo ancho.
Hacemos de los valores un concepto situacional, porque dependiendo de la situación aplican o no, se utilizan o no. Semejante error creernos honestos, cuando simplemente lo somos porque no hay forma de ser deshonestos. Alguien refería que muchos individuos no roban simplemente porque no tienen la oportunidad. Racionalizamos y justificamos todas nuestras faltas. La riqueza adquirida fácil, la viveza, el oportunismo y similares parecen ser ejemplo a seguir, sin conciencia de ningún tipo.
Nos vemos más como individuos que como miembros de una comunidad. Hemos perdido la capacidad para establecer contactos reales con los demás, logrando una convivencia muy pobre. El psicólogo y filósofo venezolano, Dr. Manuel Barroso, refiere que vivimos la fantasía de los miles de contactos que logramos a través de la tecnología, pero nunca como hasta ahora nos hemos sentido tan solos.
La pareja y la familia han perdido espacios y tiempos, hurtados por la televisión, internet y las redes sociales, además del exceso de trabajo para tener nivel de compra y de estudios, para sobrevivir en una sociedad basada en la competencia.
Hemos contribuido o –cuando menos – sido cómplices de que nuestros hijos abandonen temprano su niñez y adolescencia para asumir también tempranamente responsabilidades de adulto. Con el visto bueno de los padres, muchos niños han debido abandonar sus sueños, para convertirse en el proyecto de la sociedad y sus padres.
Hemos avanzado en nivel de vida, tenemos más cosas que nos dan confort, pero hemos perdido la calidad de esa vida, necesaria para alcanzar la paz requerida para transitar hacia la felicidad. Nos olvidamos de disfrutar lo que tenemos y estamos más preocupados pensando en lo que carecemos.

Despertar nuestra conciencia no es fácil, todo parece confabulado para no lograrlo. En algunos casos, ciertos eventos personales, familiares o sociales dramáticos logran despertarla, llevándonos a considerar y rectificar el rumbo de nuestra vida, para encontrarle sentido.  En ese momento reconocemos que hemos caminado por un lado y hablado por otro lado, que nuestros pensamientos, emociones, decisiones y acciones han estado desalineadas, cada una por su lado.
Ese día que tomamos conciencia nos convertimos en seres nuevos, creativos, de mente abierta, empáticos, ecológicos, sensibles, pero sobre todo humanos, conscientes que recogeremos lo que sembramos, por ello ese día debemos reconocerlo como un nuevo nacimiento.

Miguel A. Terán

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Referencias: Tomadas de Wikipedia.

martes, 24 de febrero de 2015

EL VENDEDOR DE CALZADOS (*)


Una historia sencilla que demuestra el valor de una buena actitud ante el trabajo y la vida.
Una empresa de calzado contrató y envió a un empleado a explorar el potencial mercado de negocios en un país africano. Cuando el nuevo vendedor llegó a la primera ciudad que visitaría, pudo observar que la mayoría de la gente andaba descalza, lo cual lo decepcionó y frustró, por lo que decidió renunciar de inmediato, enviando su renuncia en estos términos “… imposible vender zapatos, aquí nadie los utiliza, todos andan descalzos”.
La empresa contrató a otro vendedor, quien al llegar a África, también pudo observar que la gente en su mayoría no utilizaba zapatos, lo cual representó para él – a diferencia del anterior vendedor - una gran oportunidad, expresando en una correspondencia enviada a su compañía: “… prepárense para producir, porque aquí existe un gran mercado, casi nadie tiene zapatos”.
Donde parecía existir un problema, este segundo vendedor encontró una oportunidad, al interpretar de manera distinta las características del mercado, viendo grandes oportunidades aunque el lugar era el mismo,  la gente era la misma y el producto a vender, también el mismo.
Por algo Sir Winston Churchill, el famoso estadista y político británico. afirmaba que "Las actitudes son más importantes que las aptitudes".
(*) Tomado de Internet de Autor Desconocido.

Miguel A. Terán
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lunes, 23 de febrero de 2015

REFLEXIÓN DEL DÍA (Martes 24 de Febrero de 2015)‏

“En vez de maldecir el lugar en el que caíste, deberías buscar aquello que te hizo resbalar”.
 Paulo Coelho (n. 1947). Novelista y dramaturgo brasileño.

Reflexión: Una de las fórmulas más comunes de proceder ante los errores es buscar culpables y descargar nuestro malestar o ira contra ellos. Colocar en otro, llámese persona, objeto, evento o circunstancia, la culpa de mi experiencia y mis errores, ha sido práctica común de muchos individuos, quizá desde el inicio de los tiempos. Hace casi cuatrocientos años, el escritor español Baltasar Gracián, decía “Errar es humano, pero más lo es culpar de ello a otros”.
Dedicarnos a rumiar, justificar o excusarnos de lo ocurrido sin reconocer nuestra alícuota de culpa en la caída, prácticamente nos garantiza que vendrán nuevas caídas. El filósofo chino Confucio reconocía que “Quien ha cometido un error y no lo corrige, comete otro error mayor”.
Es también importante no equivocarnos al intentar buscar solo el error del momento, por ejemplo, quedar satisfechos al reconocer que algún “inconsciente”  lanzó algo al piso y por ello nos caímos. “La verdad verdadera” valga la redundancia  o la real causa de la caída obedeció a que caminábamos distraídos, aunque podría ser innegable que había algo en el piso. Lo cierto es que caminar con la debida atención está bajo nuestro control, evitar que alguien lance algo al piso no siempre lo estará.
Parecería lógico aprender de los errores, pero no siempre es así, por múltiples y diversas razones. El estadista y político británico Sir Winston Churchill afirmaba: “Me gustaría vivir eternamente, por lo menos para ver cómo en cien años las personas cometen los mismos errores que yo”.
Escribir la Reflexión del Día exige revisar innumerables citas, pensamientos, refranes  y frases de variados autores, algunas de ellas escritas o expresadas hace siglos y hasta milenios,  lo cual ratifica las palabras de Churchill, porque mucho de lo que han explicado grandes pensadores a través del tiempo, aún no ha sido debidamente entendido por las nuevas generaciones.
En una perspectiva menos critica del error, el escritor estadounidense Richard Bach, planteaba que “No hay errores. Los acontecimientos que atraemos hacia nosotros, por desagradables que sean, son necesarios para aprender lo que necesitamos aprender; todos los pasos que damos son necesarios para llegar adonde hemos escogido”. Casi en similar orden de ideas, el escritor Mario Benedetti, afirmaba que “La perfección es una pulida colección de errores”.
No debemos lamentarnos de nuestros errores, dice el empresario Bill Gates, sino aprender de ellos. La idea  es no repetirlos. Pero es clave reconocer y aceptar que los cometimos, por cualquier razón, para poder corregir. Negar nuestros errores es condenarnos a cometerlos de nuevo. Recordemos que la vida es tan buena maestra, que la lección que no aprendemos, nos la repetirá hasta que lo logremos o hasta el final de nuestros días.

Miguel A. Terán
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domingo, 22 de febrero de 2015

REFLEXIÓN DEL DÍA (Lunes 23 de Febrero de 2015)

“Lo que sucede no es tan importante como la forma en que usted reacciona a lo que sucede”.
Thaddeus Golas (1924 -1997). Escritor estadounidense.

REFLEXIÓN: Nuestra forma de pensar e interpretar las circunstancias es lo que nos permitirá dominarles o ser su víctima, cualquiera de estos extremos. Decía el filósofo británico James Allen que seguiremos siendo golpeados por las circunstancias externas mientras continuemos creyendo que somos víctimas de esas circunstancias. 
El dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional, afirmaba Buda. Una situación o circunstancia similar puede ser vivida, interpretada y sentida de manera muy distinta por dos individuos. El mismo J. Allen expresaba que “El sufrimiento es siempre el resultado del pensamiento equivocado en alguna dirección. Es un indicativo de que el individuo no está en armonía consigo mismo”. 
Cuando dejamos de quejarnos y rumiar la circunstancia, pasando a evaluarla  y racionalizarla, a fin de disminuir el componente emocional, podremos encontrar soluciones viables; pero todo dependerá de nuestras creencias y paradigmas, porque éstos estarán presentes en esa evaluación y racionalización.    
Algunas circunstancias y eventos podrían ser válidos, pero al evaluarlos a la luz de esas creencias y paradigmas, corremos el riesgo de desvirtuar los hechos, cambiándolos y permitiendo que éstos nos afecten. El escritor francés y Premio Nobel de Literatura (1921)  Anatole France, recomendaba que exagerásemos nuestras alegrías, como hacemos con nuestras penas, para que nuestros problemas perdieran importancia. 
El conocido autor y conferencista Anthony Robbins ha ratificado que “Lo que configura quiénes somos hoy y quiénes seremos en el futuro nunca es el ambiente, ni los acontecimientos que ocurran en nuestras vidas, sino el significado que damos a esos acontecimientos”. Por supuesto, que el significado que les damos depende de muchas variables, buena parte de las cuales están en el ambiente y la cultura en la cual hemos sido formados. 
Una de las principales enfermedades de estos “modernos tiempos” es el estrés, esa tensión provocada por situaciones que nos agobian o - mejor dicho-  que permitimos que nos agobien, constituyendo un buen ejemplo de nuestra reacción ante lo que nos sucede. Incluso, en algunos casos, vivimos estrés por cosas que suponemos podrían ocurrirnos.  El autor y motivador Adam J. Jackson  plantea una interesante “Fórmula anti-estrés: primero no preocuparse por las cosas pequeñas y segundo recordar que casi todas las cosas en esta vida son pequeñas”. 
Es válido tener en consideración, las palabras de quien fue una importante figura de negocios estadounidense,  Theodore N. Vail, quien expresó que “Las dificultades reales se pueden superar, solo las imaginarias son invencibles”.  Y es realidad, que permitimos que muchas dificultades imaginarias nos atormenten. Recordemos lo expresado por el filósofo y matemático francés René Descartes, quien poco antes de morir confesó: “Mi vida estuvo llena de desgracias, muchas de las cuales jamás sucedieron”. 
Concluyamos ratificando que no son las circunstancias las que determinan nuestra vida, sino nuestras creencias y paradigmas acerca del significado de esas circunstancias. Es nuestra interpretación de lo que ocurre, basada en esas creencias y paradigmas, lo que nos lleva a percibir, pensar, sentir y accionar ante lo que nos sucede, para bien o para mal.

EL VENDEDOR DE CALZADOS 
Una empresa de calzado contrató y envió a un empleado a explorar el potencial mercado de negocios en un país africano. Cuando el nuevo vendedor llegó a la primera ciudad que visitaría, pudo observar que la mayoría de la gente andaba descalza, lo cual lo decepcionó y frustró, por lo que decidió renunciar de inmediato, enviando su renuncia en estos términos “… imposible vender zapatos, aquí nadie los utiliza, todos andan descalzos”. 
La empresa contrató a otro vendedor, quien al llegar a África, también pudo observar que la gente en su mayoría no utilizaba zapatos, lo cual representó para él – a diferencia del anterior vendedor - una gran oportunidad, expresando en una correspondencia enviada a su compañía: “… prepárense para producir, porque aquí existe un gran mercado, casi nadie tiene zapatos”. 
Donde parecía existir un problema, este segundo vendedor encontró una oportunidad, al interpretar de manera distinta al anterior las características del mercado, ya que  el lugar era el mismo,  la gente era la misma y el producto a vender, también el mismo. 

Miguel A. Terán
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