Julián Marías (1914-2005). Filósofo español, discípulo
de José Ortega y Gasset.
Nos estancamos al girar haciendo conjeturas o
especulaciones sobre lo que va a pasar, pero olvidando brindar atención a lo
que debemos hacer. Cuestionar, hacer juicios o inferencias acerca de lo que
podría pasar, sin considerar ni complementarlas con lo que vamos a hacer para
resolver el tema, circunstancia o problema, solo incrementará nuestras
angustias, incertidumbres, frustraciones y miedos.
La diferencia entre la primera pregunta ¿Qué va a
pasar? y la segunda pregunta ¿Qué vamos a hacer?”, es que en la segunda,
debemos considerar alternativas de solución o respuesta, asumiendo el
compromiso de decidir y hacer algo para evitar llegar al extremo que suceda o
para resolver la situación y sus consecuencias cuando ésta sea inevitable.
Parece paradójico, pero nos encanta rumiar la
primera pregunta, ¿Qué va a pasar?, dedicándonos a hablar, quejarnos, criticar
y sobre todo culpar. Aunque, extrañamente, los únicos que nunca aparecen en la
lista de culpables somos nosotros mismos. Tengamos presente que podemos ser
culpables por error u omisión, resultado de nuestros descuidos, desinterés,
silencios, flojera, comodidad y otras.
En diversas oportunidades, entendemos como
“normal” pasar o transferir responsabilidades a otros; por ejemplo, en la
escuela los maestros y profesores asumen parte de la responsabilidad de los
padres en la formación de sus hijos, pero la responsabilidad sigue siendo de
los padres. En la sociedad, mediante una elección o votación otorgamos poder a
los funcionarios públicos elegidos, para que decidan, actúen y resuelvan
en nuestro nombre, pero la responsabilidad como ciudadanos sigue siendo
nuestra.
Una condición indispensable para alcanzar una
respuesta válida es ampliar nuestros horizontes y perspectivas de solución. Se
nos hará difícil, cuando no imposible, resolver problemas pensando de la misma
manera que cuando los creamos, expresaba el científico Albert Einstein.
También sucede que muchos problemas no pueden ser
resueltos, porque nos hemos desenfocado de su real solución, distorsionamos las
prioridades, tomando rumbos que nos hacen perder el tiempo mientras se agrava
el problema. El escritor francés Antoine de Saint-Exupéry, autor de El
Principito, refería en su obra el siguiente mensaje “Si al escalar una montaña
en la dirección de una estrella, el viajero se deja absorber demasiado por los
problemas de la escalada, se arriesga a olvidar cual es la estrella que lo
guía”.
Lo clave es tener claras prioridades. El experto
canadiense en liderazgo Robin Sharma plantea que “Hay que moverse por
prioridades, ese es el secreto del dominio del tiempo”. Mientras el
famoso ejecutivo de la industria automovilística estadounidense Lee Iacocca
recomendaba “Procura tener claras las prioridades y mantén al día la lista de
urgencias”. Pero también es clave que en decisiones colectivas, las prioridades
deben representar los intereses todos o de la mayoría de los involucrados y no
solo de algunos de sus integrantes o partes.
Los problemas crecen hasta un momento en que es
imprescindible encontrarles salida. Es necesario considerar todos los problemas
que tenemos en un momento determinado, para priorizar y establecer un orden de
solución, escogiendo resolver los problemas reales o de mayor consecuencia e
impacto, evitando estancarnos en los problemas secundarios o accesorios, para
los cuales tendremos tiempo más adelante. Recordemos las palabras del
escritor polaco Stanislaw Lec: “Cuando el agua te llega al cuello, no te
preocupes si no es potable”.
09 de Febrero de 2016.
Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE
(Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.
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