Leer permite evitar y escapar de la ignorancia y
sus consecuencias.
Miguel A. Terán
Somos seres de hábito, para bien o para mal,
porque hay hábitos buenos y hábitos malos. En otras palabras, hábitos que nos
potencian y hábitos que nos limitan. “Somos lo que hacemos
repetidamente”, decía el filósofo griego Aristóteles; por ello, “La excelencia
–entonces- no es un acto, sino un hábito”.
El hábito se hace presente en esas pequeñas
decisiones de cada día, que son las que finalmente determinan nuestro rumbo y
resultados. Para lograr cambios debemos adquirir nuevos hábitos y eliminar
otros, toda una tarea un reto, pero no imposible.
Uno de esos hábitos vitales para crecer y
desarrollarnos es el hábito de la lectura. Ese hábito debemos adquirirlo,
desarrollarlo y conservarlo, para ser capaces de explicar y comprender lo que
ocurre a nuestro alrededor. Es realidad que la lectura, bien escogida, permite
expandir horizontes y perspectivas de vida, además de brindarnos acceso a
enriquecer nuestro lenguaje.
Históricamente, la ignorancia ha sido una de las
mayores causas de problemas humanos y sociales. El filósofo y canciller inglés Sir Francis Bacon expresaba, algunos siglos atrás, que "El conocimiento es
poder”, innegable realidad. Podemos preguntarnos o dudar de lo que alguien
conoce, pero si lo que conoce le permite conservar el poder, ese conocimiento
–nos guste o no- es real. “Cualquiera que tenga el poder de hacerte creer
idioteces, tiene el poder de hacerte cometer injusticias”, expresó el filósofo
y escritor Voltaire. El libertador Simón
Bolívar, en una de sus brillantes expresiones, refería que "Un pueblo
ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción".
“La persona que no lee, no tiene ninguna ventaja
sobre la persona que no sabe leer”, afirmaba Mark Twain, el reconocido escritor
estadounidense. Y la religiosa mexicana Juana Inés de la Cruz,
decía “No estudio por saber más, sino por ignorar menos”. Mientras el
sabio Confucio nos invitaba a buscar el tiempo para la lectura, expresando: ” No importa lo ocupado que creas que estás,
debes encontrar un tiempo para la lectura. De lo contrario habrás escogido
sumirte en la más absoluta ignorancia”.
En uno de sus geniales chistes, llenos de
moralejas o de sus moralejas con sazón a chiste, el Maestro espiritual Osho,
contaba la historia de «Unos caníbales que capturaron a un misionero, quien se
sorprende al darse cuenta que el jefe de los caníbales habla perfecto inglés y
había estudiado en Inglaterra. “No entiendo” -dice indignado el misionero-
“¿Cómo usted puede haber pasado tanto tiempo en el mundo civilizado y todavía
seguir alimentándose de humanos”. “!Ajá!” -dice el jefe- “Pero ahora uso
cuchillo y tenedor”».
Definitivamente, cuando leemos sin reflexión de lo
leído, ni propósito de mejora, superación o cambio, los mensajes simplemente
pasan a través de nosotros, pero no dejan huella ni transforman. En otras
palabras, “entran por un lado y salen por otro”.
Podemos reconocer que en una sociedad y cultura
que estimula la urgencia, rapidez y la superficialidad, se nos habitúa a una
lectura poco profunda, solo de titulares. Esa lectura de microondas, donde
cualquier artículo de más de tres párrafos es considerado largo, por lo cual lo
dejamos para un “después, que nunca llega”. Estamos rodeados de datos,
información y conocimiento, pero podemos permanecer en la más completa ignorancia.
El escritor y político inglés Joseph Addison
afirmaba que “La lectura es a la mente lo que el ejercicio al cuerpo". Es un hecho que leer es alimento no solo
para la mente, sino para el corazón y el espíritu. El escritor y Premio Nobel
de Literatura, el portugués José Saramago, comentaba "Todo el mundo me dice que tengo que hacer
ejercicio, que es bueno para mi salud. Pero nunca he oído a nadie decirle a un
deportista: tienes que leer".
Un autor anónimo, reconocía una gran verdad,
cuando afirmó que “No existe nada más peligroso que una persona con información
incompleta sacando sus propias conclusiones”. “Cuanto menos se lee, más daño
hace lo que se lee”, fueron palabras del escritor y filósofo español Miguel de
Unamuno, porque al leer poco podemos quedarnos con un punto de vista limitado,
sesgado o una perspectiva miope de un tema, sobre el cual nuestra ignorancia
nos lleva a decidir y actuar.
La religiosa, mística y escritora española Santa
Teresa de Jesús, decía “Lee y conducirás, no leas y serás
conducido". Mientras el escritor francés Honoré de Balzac, reconocía que
“La ignorancia es la madre de todos los crímenes”. Tengamos presente, que entre
la víctima y el depredador está de por medio la ignorancia, quizá de ambos,
porque la ignorancia es reversible.
01 de Febrero de 2016.
Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE
(Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.
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