miércoles, 3 de febrero de 2016

Considerar solo la satisfacción de nuestras necesidades es la mayor demostración de egoísmo. Miguel A. Terán

Considerar solo la satisfacción de nuestras necesidades es la mayor demostración de egoísmo.
Miguel A. Terán

Desde los tonos y estrategias más fuertes y grotescos hasta los más suaves y delicados, muchos individuos –continuamente- afirman y ratifican su interés en hacer y que otros hagan –para ellos- solo lo que a ellos le conviene, desechando todo lo demás. Son muchos quienes se consideran a sí mismos como el “Centro del Universo”, discrepando de los descubrimientos del propio Galileo.

El diccionario describe el egoísmo como ese ilimitado y excesivo amor a sí mismo, que nos lleva a brindar atención solo a lo que representa nuestro interés, sin la más mínima atención e interés por la necesidades de los demás. El escritor, filósofo, orador y político romano Marco Tulio Cicerón expresaba que “El egoísta se ama a sí mismo sin rivales”.

Esa actitud del egoísta le hace considerar y convencerse que los sueños, necesidades, intereses y deseos de los demás no son tan importantes los suyos.

La realidad parece dar crédito a las palabras del humanista, escritor y filósofo francés Michel de Montaigne, quien afirmó que “El provecho de uno es el perjuicio de algún otro”, porque una perspectiva individualista siempre excluye a la otra. El pensador hindú Mahatma Gandhi, complementaba las palabras de Montaigne, diciendo “La tierra proporciona lo suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no la codicia de todos”.

El Barón de Montesquieu, escritor y pensador político francés, reconocía que  “Los intereses particulares hacen olvidar fácilmente los intereses públicos”. En la corrupción, a todos los niveles, puede observarse claramente cómo los intereses personales o grupales prevalecen sobre los intereses generales o colectivos.  

El presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt manifestaba su creencia en el individualismo, pero aclaraba que  solo creía en éste, hasta ese punto en el cual el individualista empieza a medrar a expensas de la sociedad. En su frase Roosevelt, utilizó la palabra “medrar”, cuya definición hace referencia al crecimiento en fortuna, reputación, etcétera, mediante trampas o provecho de las circunstancias.

Dos milenios atrás el historiador romano Tito Livio afirmaba que  “Solo sentimos los males públicos cuando afectan a nuestros intereses particulares”. Los malos gobiernos crecen y se desarrollan, mientras muchos de sus ciudadanos no se sienten directamente afectados, algunas veces –inclusive- hasta inicialmente beneficiados, aunque el encanto desaparece –más temprano que tarde- cuando las decisiones y cambios comienzan a afectarles, pero generalmente es tarde y las consecuencias son una realidad.

Parecen aún vigentes las palabras del poeta griego Sófocles, quien dijo “Siempre se repite la misma historia: cada individuo no piensa más que en sí mismo”. En realidad, sería injusto no reconocer que existen personas desprendidas, capaces de pensar en otros, en la necesidad de otros, y hacer sacrificio por apoyarles, pero cada vez son más escasos estos especímenes en la raza humana.

03 de Febrero de 2016.

Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.

Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.


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