Los procesos y las relaciones pueden deteriorarse
por el camino.
Miguel A. Terán
Es una realidad, en los diferentes aspectos de la
vida, tanto personal como social, que –con el paso del tiempo- algunos procesos
y relaciones –que representaron parte de nuestros sueños- cambian, se alteran y
desvirtúan hasta deteriorarse, convirtiéndose en algo distinto a lo que fueron
a su inicio.
Lo común en diferentes etapas de nuestra vida es
que comencemos transitando un camino, y en ese transitar invertimos tiempo y
otros recursos, nos absorbe el día a día, nos desorientamos y cuando
tomamos consciencia de la ruta que llevamos -algunas veces pasan años para
ello- reconocemos que estamos en otro rumbo muy distinto al que deseábamos
recorrer alguna vez.
Es muy fácil perder la ruta cuando no tenemos
claro el lugar donde pretendíamos llegar, cuando ese lugar no está asociado a
un real compromiso de nuestra parte o cuando no somos protagonistas de nuestra
propia historia, sino somos solo parte de una comparsa, palabra referida por el
filósofo contemporáneo español Fernando Savater.
Nos preocupamos más por marchar veloces que por ir
en la dirección deseada; tal cual expresó el consultor estadounidense Stephen
Covey -paradójicamente- estamos más preocupados y pendientes del cronómetro que
de la brújula o GPS, de manera tal que controlamos tiempo y velocidad, pero no
la dirección. Vamos rápido, con el rebaño o la comparsa, pero quien sabe hacia
dónde.
Algunas veces nos vamos separando –lentamente- de
procesos, lugares, personas y relaciones, y casi sin darnos cuenta dejamos
nuestros sueños originales por el camino. Es absolutamente cierto que cuando
estamos perdidos, acelerar o avanzar más rápido solo nos lleva a perdernos más
profundamente. Muchos siglos atrás, el filósofo, político, orador y
escritor romano Séneca trató de dar explicación a esa carrera diciendo: “A los
que corren en un laberinto, su misma velocidad los confunde”.
Entonces, ocurre que por el camino nos
involucramos en procesos y establecemos relaciones, de manera superficial, sin
tener clara consciencia de los compromisos, responsabilidades y tareas que
éstas representan. Comenzamos cargados de emociones que llegamos a convertir en
pasiones, las cuales sin un mínimo de racionalidad y realidad quedarán
sin motivo ni energía por el camino.
En esa desorientación confundimos prioridades y
descuidamos relaciones; cambiamos, algunas veces, hasta un punto en que nos
desconocemos a nosotros mismos. Referido en otras de estas reflexiones, el autor y orador motivacional estadounidense
Jim Rohn, nos decía que “La pregunta más importante en las diferentes etapas de
nuestra vida, no es ¿Qué estoy consiguiendo?, sino ¿En qué me estoy
convirtiendo?”.
Por lo contrario, sí determinamos con claridad
nuestros objetivos y prioridades, escogemos bien los procesos y relaciones en
los cuales deseamos involucrarnos, estableciendo nuestro nivel compromiso,
podremos evitar que se deterioren o destruyan por el camino nuestros sueños.
19 de Enero de 2016.
Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.
Blog: www. miguelterancoach.blogspot.com
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE
(Diccionario de la Real Academia de la Lengua)
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