El valor de juzgar radica en transformar.
Miguel A. Terán
El diccionario describe la palabra Juzgar
relacionándola con creer y opinar sobre algo o alguien, también con comparar la
relación entre dos o más ideas, determinando si ese algo, alguien o una idea
está fuera de la norma. Esta definición nos permite dar cabida a la expresión:
“Allí está el detalle”, del genial actor y comediante mexicano Mario Moreno
“Cantinflas”, porque podemos hacer muchas preguntas que cuestionen la validez y
universalidad de esa norma con la cual pretendemos juzgar.
En otras palabras, cuando juzgamos lo hacemos bajo
nuestros particulares parámetros, creencias y paradigmas, personales,
sociales o culturales. “Conviene tener en cuenta que muchas creencias se apoyan
en el prejuicio y en la tradición”, expresaba siglos atrás René Descartes, el
famoso filósofo, matemático y físico francés.
En lenguaje sencillo, la escritora Anaïs Nin,
afirmaba que “No vemos las cosas como son, las vemos como nosotros somos”.
Entonces, juzgar parece ser un tema más de percepción e interpretación que de
realidades y verdades. Tengamos presente que cada punto de vista se sostiene en
la verdad de quien lo expresa. Es
un hecho que debemos ser cuidadosos para no utilizar nuestra verdad como única
unidad de medida, pretendiendo evaluar y juzgar con ella las verdades de los
demás.
De manera tal que juzgar debe tener como objetivo
aportar al cambio o transformación de algo o alguien, porque lo contrario
sería simplemente criticar. Sin el objetivo de alcanzar cambios y
transformación, juzgar no tiene ningún valor, porque solo estaríamos exhibiendo
envidias, odios o tomando venganza, pero no buscando alternativas u
oportunidades de mejora, a través del cambio y la transformación.
Las cárceles, tal cual se conciben, representan más lugares
de castigo y venganza hacia el culpable que de transformación.
Parece fácil juzgar personas, acciones, actos o
eventos, porque para muchos esta actividad requiere poco pensar, simplemente
comparar con nuestro punto de vista. De hecho, el psiquiatra y psicólogo suizo
Carl G. Jung, expresaba: “Pensar es difícil, es por eso que la mayoría de la
gente prefiere juzgar”.
Es nuestra percepción, resultado de nuestras
creencias, paradigmas, encuentros y desencuentros, lo que permite o impide a
nuestra mente, corazón y espíritu tener el debido equilibrio al pretender
juzgar. “La verdad en un tiempo es error en otro”, decía el escritor y pensador
político francés Barón de Montesquieu.
Recordemos que “Solo hay una verdad absoluta: que
la verdad es relativa”, tal cual afirmaba el novelista y ensayista francés
André Maurois. Los hechos son los hechos, pero la experiencia que cada uno de
nosotros ha “vivido” con respecto a esos hechos es más un fenómeno perceptual
que una realidad, aunque desde esa perspectiva juzgamos.
“¿Tu verdad? No, la Verdad, y ven conmigo a
buscarla. La tuya, guárdatela”, expresaba el poeta y prosista español Antonio
Machado. En general, somos rápidos juzgando a otros pero lentos para juzgarnos
a nosotros mismos.
“Desde el momento que se sigue a alguien se deja
de seguir la verdad”, planteaba el reconocido escritor y orador en
materia filosófica y espiritual Jiddu Krishnamurti. En similar orden de ideas,
el periodista, escritor e historiador polaco, Ryszard Kapuscinski,
afirmaba “Si entre las muchas verdades eliges una sola y la persigues
ciegamente, ella se convertirá en falsedad, y tú en un fanático”. Todo tiene
límites, más allá de los cuales perdemos la cordura y poco aportamos a ninguna
causa.
Entonces, el reto es dejar a un lado creencias y
paradigmas, abrir espacios a nuevas perspectivas para dar cabida a diferentes y
variados puntos de vista, que permitan equilibrios, cambios y la
transformación de cada uno en beneficio de todos.
20 de Enero de 2016.
Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE
(Diccionario de la Real Academia de la Lengua)
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