Si lo que hacemos para
vivir satisface nuestras necesidades podríamos considerar que vivimos en vacaciones.
Miguel A. Terán
Afirmaba el filósofo chino Confucio: “Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida”. Sin criticar a Confucio, porque tenía toda razón, lo que ocurre en la realidad –de nuestros días- es que muchas veces nos vamos enredando en compromisos, principalmente económicos, que nos llevan a “Vivir para trabajar y no a trabajar para vivir”.
Muchos compromisos que adquirimos no satisfacen
reales necesidades, sino simples y banales deseos. Esa maraña de
compromisos para satisfacer deseos crecerá continuamente, llevándonos a la
trampa de lo insaciable, expresión del reconocido psicólogo Walter Riso. Los
deseos, diferenciándolos de las necesidades, son resultado de un aprendizaje
social y por tanto no son necesarios.
Luego, en la mencionada maraña, quedamos atrapados
haciendo trabajos y tareas que no –siempre- nos satisfacen, pero que se
convierten en un medio para responder a los compromisos y obligaciones que
hemos adquirido en busca de satisfacer esos innumerables deseos; por ello,
recorremos todo un año soñando y añorando nuestras vacaciones.
Una de las tantas contradicciones de la vida es
que tomamos importantes decisiones a temprana edad, casi saliendo de la
adolescencia, que nos acompañarán por mucho tiempo y algunas veces por siempre.
Una profesión podemos escogerla por variadas razones, en momentos en que aún no
hemos descubierto nuestra verdadera pasión ni habilidades.
En innumerables oportunidades esa profesión la
escoge un tercero por nosotros, nuestros padres, un amigo o profesor con
influencia sobre nosotros o por simples posibilidades económicas. Muchos jóvenes inclinan su decisión de escogencia
profesional basados en el supuesto o potencial beneficio económico de algunas
carreras o actividades, apagando o extinguiendo temporalmente sus pasiones, que
para muchos se encienden años después o simplemente terminan formando parte de
sus frustraciones en la ancianidad, que les roban espacios a la paz requerida
en esos día finales.
Algunas veces nos enamoramos por el camino de esa
profesión, que escogimos por azar, y logramos una mezcla perfecta,
recibir ingresos o pagos por hacer lo que nos gusta y apasiona. Otras veces,
nos convertimos en simples mercenarios, percibiendo un pago por los servicios o
la tarea que realizamos y esperando el día de vacaciones.
Alguien refería que la idea sería “Llevar una vida
en la que no necesitemos unas vacaciones”, que vivamos en vacaciones con lo que
hacemos cada día. El límite para esclavizarnos es nuestra
responsabilidad.
02 de Noviembre de 2015.
Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.
Blog: www. miguelterancoach.blogspot.com
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE
(Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.
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