La costumbre de generalizar es uno de los más
comunes errores al comunicarnos.
Miguel A. Terán
Al generalizar, en el correcto sentido de la
definición, abstraemos rasgos, características o cualidades comunes y
esenciales a cosas, hechos, circunstancias o personas, creando o formando un
concepto general de cada una de las mismas. Para ello, requerimos
suficientes datos o evidencia que constituyan una muestra significativa y
representativa, y con todo ello, todavía existe el riesgo de equivocarnos.
Pero en la realidad ocurre que generalizamos sin
suficiente evidencia, muchas veces con escasas referencias sacamos
conclusiones, asumimos opiniones y ejecutamos acciones. Pero es importante
tener presente que generalizamos con base a nuestra percepción, que no
necesariamente es la realidad.
El escritor Alejandro Dumas (Hijo) afirmaba, en
una frase realistamente graciosa, que “Todas las generalizaciones son
peligrosas, incluida ésta”.
El lenguaje conlleva resultados, no existen
posiciones neutras, lo que expresamos tiene alguna polaridad, positiva o
negativa. Muchas evaluaciones y juicios se basan en generalizaciones. También
sucede que cuando tenemos particular interés en algo o alguien, para bien o
para mal, existe la tendencia a juzgar ligeramente o superficialmente, llegando
–en algunos casos- a manipular argumentos que apoyan nuestra actitud, opinión o
interés al respecto.
“La gente se ve a sí misma a la luz de sus
intenciones, pero miden a los otros de acuerdo con sus acciones”, refiere el
experto en liderazgo John C. Maxwell. En otras palabras, parece que con
frecuencia olvidamos el refrán “Con la vara que midas serás medido”.
“Generalizar siempre es equivocarse”, refería el
filósofo y científico alemán Hermann Keyserling. Son tantas las variables y
circunstancias en juego que generalizar es una atrevida u osada conducta. Es
saludable evitar expresar con irresponsable facilidad esos “todos, nadie o
siempre” que representan extremos y alimentan la generalización.
Aquellas personas que con escasa o poca evidencia
toman decisiones y acciones, tendrán la mayor parte de las veces problemas y podrían
ser calificadas de impulsivas. Al generalizar podemos ser inexactos e injustos,
tratando de presionar o forzar para que nuestras percepciones o “verdades”
lleguen hasta donde consideramos que deben llegar. Algunas
generalizaciones -en negativo- pueden derrotarnos de antemano, mientras
otras -en positivo- pueden llevarnos a asumir riesgos innecesarios en
epopeyas perdidas.
Sin embargo, existen experiencias o pruebas en
diversos temas, con escasos argumentos para generalizar, pero el riesgo de reversar
algún o algunos procesos podría ser –eventualmente- tan complicado que es mejor asumirlo como una “cuasi-generalización”, a pesar
de no cumplir con todas las características.
Requerimos brindar las necesarias oportunidades,
mientras evaluamos con atención y detenimiento, los pros y contras. Parece un
hecho, que una vida personal armónica y una vida en sociedad armónica serán
resultado de transitar por el camino medio, evitando los extremos, conservando
un sano balance y equilibrio entre nuestras percepciones y la realidad.
Y disculpen mis lectores cualquier generalización
incurrida en el tema tratado.
30 de Octubre de 2015.
Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE
(Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.
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