Existen abismos entre lo que leemos,
interiorizamos y lo que finalmente practicamos.
Miguel A. Terán
Sin duda que adquirir el placer y el consiguiente
hábito de leer es uno de los aspectos más importantes para nuestro desarrollo
como seres humanos. Lastimosamente, tal cual lo expresó el escritor
argentino Jorge Luis Borges “El verbo leer, como el verbo amar y el verbo
soñar, no soporta el modo imperativo”. Por su parte, la religiosa Santa Teresa
de Jesús, otorgando valor e importancia a la lectura decía “Lee y conducirás,
no leas y serás conducido".
Es posible leer algo que nos interesa e incluso
que nos motive a considerar cambios en nuestra vida, nuevas ideas o formas de
hacer o ver algo, pero cuando no tomamos suficiente tiempo para reflexionar e
interiorizarlo, incorporándolo o haciéndolo parte de nuestra forma de
ser, de pensar y de sentir, con el tiempo el efecto inicial desaparece y con
éste la posibilidad de cambio.
Al no interiorizarlo, la consecuencia inmediata es
que ante cualquier obstáculo, dificultad o impedimento, por pequeño que éste
sea, abandonamos la posibilidad de llevar a la práctica la idea o cambio.
Luego, el reto hubiera sido convertirlo en hábito para hacerlo parte de nuestra
regular conducta.
Es absolutamente cierto que en este mundo
tecnológico cargado de datos, debemos revisar y filtrar muy bien lo que
recibimos, para evitar llenarnos de información falsa, manipulada o
tergiversada. Sin embargo, es importante, tal cual lo refería el ex Presidente
estadounidense John F. Kennedy, que “Debemos saber todos los hechos,
escuchar todas las alternativas y oír todas las críticas. Acojamos libros
polémicos y autores controvertidos".
Lecturas y noticias importantes en poco tiempo ni
siquiera son recordadas, mientras surge interés en lecturas epidérmicas,
cosméticas o superficiales, como las queramos llamar, en un mundo que da muchos
espacios y titulares a lo banal o lo insustancial. Las urgencias y el ritmo de
vida convierten muchos temas que deberían ser tratados con la debida
profundidad en simples recetarios de cocina, que nos invitan a rebajar de peso
en tres pasos, hacernos ricos en 30 segundos y pare de contar. Ponemos atención
a lecturas de farándula, pero nos adormecemos o demostramos indolencia o
desinterés ante lecturas sobre temas de mayor importancia e impacto en lo
personal, humano o social.
Es un hecho que la lectura nos brinda la teoría
necesaria para comprender muchos procesos. “Nada hay más práctico que una
buena teoría”, decía el psicólogo alemán Kurt Lewin. En similar idea,
siglos atrás el sabio italiano Leonardo Da Vinci, reconocía que “Los que se enamoran
de la práctica sin la teoría son como los pilotos sin timón ni brújula, que
nunca podrán saber a dónde van”.
La sabiduría debe permitirnos utilizar con
destreza nuestros conocimientos, dando sentido y rumbo a nuestras experiencias.
“La práctica debería ser producto de la reflexión, no al contrario”, refería el
escritor alemán Hermann Hesse. Ese transitar entre lectura, reflexión,
interiorización de lo leído y reflexionado, junto a la puesta en práctica de
aquello que consideremos aplicable e importante, es vital para lograr
transformarnos y crecer como seres humanos, mientras brindamos nuestro aporte
como miembros de la sociedad.
Agosto 04, 2015.
Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE
(Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española).
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