Emigrar o no emigrar, he ahí el dilema.
Miguel A. Terán
En un mundo cambiante, globalizado y cada vez más
desequilibrado, emigrar es un verbo que se conjuga cada día con más frecuencia,
desde la primera persona del singular: “yo” hasta la última persona del plural:
“ellos”. Para comenzar a tratar este tema, parece oportuno mencionar que
los movimientos migratorios han sido parte de la historia de la
humanidad, motivados principalmente por causas económicas y sociales, además de
políticas, religiosas y sus variantes, que han generado desequilibrios y crisis
en países y sociedades, obligando, motivando o presionando a las personas a
emigrar en busca de otras alternativas, perspectivas y oportunidades de vida.
También a la misma naturaleza no le es
extraña la migración periódica de especies animales, de un hábitat a otro
por diversas razones, entre ellas, la búsqueda de mejores opciones climáticas,
de alternativas y fuentes de alimentación, reproducción o para huir de sus
depredadores, entre ellos del mismo hombre quien es el principal depredador.
En los seres humanos, podríamos afirmar que buena
parte de las veces, muchos de los adultos que emigran, han sido cuando menos
coautores de esos desequilibrios y crisis, a través de sus silencios
ignorantes o cómplices, y otros hasta coprotagonistas, en la generación
de las causas que hoy les presionan –a ellos mismos y a los suyos- para
enfrentar la difícil decisión de emigrar, de profundo impacto personal,
familiar y social.
La emigración es una opción considerada por muchos
individuos, no solo desde lugares empobrecidos económica y socialmente, porque
también se emigra desde los países desarrollados hacia otros países no tan
desarrollados, por razones de impuestos, de costo de vida, buscando
alternativas para rendir los escasos pagos por jubilación que, a muchos
adultos mayores, no les alcanza para conservar un “aceptable” nivel de
vida es sus países, y por muchas otras razones.
Llegado ese momento, cuando consideramos la opción
de emigrar, cabe preguntarnos, ¿Qué es mejor para nosotros y los
nuestros?, y parafraseando a William Shakespeare, podríamos decir:
“Emigrar o no emigrar, he ahí nuestro dilema”. Las opciones a considerar
serian seguir viviendo y luchando en nuestra tierra o tomar rumbo para ir a
luchar en otros horizontes. Es importante, tener presente que en ambos lados se
lucha, tal vez de formas y maneras distintas, pero lucha al fin.
Una decisión de este tipo nunca es fácil, porque
es casi un intento de pronosticar o adivinar el futuro, y con la complejidad de
considerar diferentes elementos, perspectivas y múltiples variables, para
concluir en una decisión con la cual tratamos de acertar en qué lugar nos irá
mejor con el paso del tiempo. En cualquiera de sus dos vertientes apostamos a
tener oportunidades en un lugar o en el otro, claro está, más en uno que en
otro y es hacia allí donde debería inclinarse la mayor probabilidad de decidir.
Como todo en la vida, las decisiones tienen su
lado positivo y su lado negativo, siempre ganamos algo y perdemos otro algo; la
decisión final estará relacionada con nuestras prioridades, expectativas y la
valoración que otorgamos a éstas, detrás de las cuales aparecen nuestras
creencias, paradigmas y muchas cosas más, por lo cual cada caso es
absolutamente particular.
Para emigrar, así como en muchas otras decisiones
que tomamos en nuestra vida, deben confluir básicamente dos tipos de factores.
Aquellos que nos empujan o motivan a tomar la decisión, los que afectan nuestra
vida actual, y que tal vez, no le vemos respuesta o salida a corto plazo,
consideramos que están emporando o no sentimos la solución en nuestras
manos y –por tanto- necesitamos o deseamos cambiarlos. Por otro lado, están los
factores que nos halan, que pueden ser una persona, lugar, cosa o condición,
que ofrecen -de alguna- manera solución a nuestra necesidad o deseo. Cuando
ambos factores se conjugan, parece surgir la perfecta combinación.
En el caso de emigrar, la versión casi perfecta
sería: “Quiero salir de aquí y tengo una oportunidad allá”. Cuando es solo uno
de los factores, la decisión se complica, porque podría significar la
probabilidad de arriesgar y perder: “Quiero salir de aquí, pero no veo
oportunidades allá” o “Veo oportunidades allá, pero no quiero salir de
aquí”.
Al momento de evaluar y considerar lo que nos
empuja a salir y lo que nos hala desde otro lugar, siempre existe el riesgo de
equivocarnos al subvaluar y sobrevaluar, tanto lo que nos empuja a salir como
lo que nos hala, desde otro lugar. Allí nos arriesgamos a comprender que “Nadie
sabe lo que tiene hasta que lo pierde”, “No todo lo que brilla es oro” o “Las
oportunidades no llegan todos los días”, viejos refranes que muchos
considerarán en su momento o comprenderán al considerar tomar alguna
decisión.
Al emigrar dejamos de pisar terreno conocido para
adentrarnos en otros caminos. Muchas de nuestras experiencias, conocimientos y
hábitos no son aplicables en esas nuevas tierras; por tanto, debemos abrir
nuestra mente a nuevas experiencias y aprendizajes y, quizá lo más difícil, a
desaprender aquello -que ahora- representa una carga inútil. En este proceso de
aprendizaje será necesario tener siempre presente nuestras raíces y conservar
nuestros valores, para no perder el verdadero rumbo. El empresario, escritor y
orador motivacional estadounidense Jim Rohn, afirmaba que “El mayor valor en la
vida no es lo que se obtiene, el mayor valor en la vida es en lo que te
conviertes durante el proceso de conseguir lo que obtuviste”.
Sin embargo, vale la pena tener presente que este
proceso como la mayoría de decisiones de vida, debemos tomarlo –en lo posible-
dejando las emociones a un lado o cuando menos evitando que éstas dirijan
nuestra decisión, ya que –si bien debemos escucharlas- no siempre son buenas
consejeras. Aunque tampoco es sano ni recomendable tomar decisiones definitivas
basadas en un tema o caso puntual. Analizar y evaluar concienzudamente los
diferentes factores desde variados ángulos será parte importante para una
racional decisión.
Aunque en las decisiones la escogencia a tiempo
del momento para ejecutarlas, también juega un importante rol en el éxito, al
evitar la “parálisis por análisis”. En el idioma inglés existe una expresión
“Timing is everything” (Que realmente significa: el momento o el “a
tiempo” lo es todo), en otras palabras es importante tener buen criterio y
sentido al escoger el tiempo y momento apropiado para decidir.
Como podemos ir notando, el tema de emigrar es
complejo, tanto así que en una misma familia, de potenciales emigrantes, cada
uno tiene sus particulares razones para emigrar o quedarse. Cada quien
considera y siente riesgos, ganancias, perdidas, logros y sacrificios, desde su
propia perspectiva, prioridades y expectativas. Algunas veces esa falta de
alineación familiar, puede ser causa para que la decisión se convierta en una
riesgosa aventura para la estabilidad familiar, cuando no todos reman hacia un
mismo lugar y, condenamos al fracaso la experiencia de emigrar, con posibles
daños a la estructura y relación familiar.
Parte de los puntos de vista tratados en
conversaciones, discusiones, foros o artículos sobre emigración, obedecen a que
cada quien tiene sus particulares circunstancias para escoger y tomar alguna de
las dos posibles alternativas de decisión. Y cada quien considera, que su
posición o punto de vista representa la opción racional y correcta.
Inclusive, hay quienes se han atrevido a intentar
conseguir un punto medio, poniendo un pie en cada costa, en un acto de difícil
equilibrio e imposible de sostener en el tiempo y, que también puede producir
daños irreparables a parejas y familias, además de incrementar la probabilidad
de fracaso del proceso de emigrar. Para quienes consideran ese punto
medio como una opción, el escritor francés y Premio Nobel de Literatura André
Gide, afirmaba –algunos años atrás- que "Nadie descubre nuevas tierras
sino está dispuesto a perder de vista la costa por mucho tiempo".
Una vez decididos por alguna
de las opciones y estando de acuerdo los involucrados, es necesario ir adelante
con todos los ánimos, fe, compromiso y optimismo. No obstante, siempre
será válido tener opciones de salida, en caso que los resultados no sean
los esperados luego de transcurrido un límite de tiempo razonable, que cada
quien lo manejará a su medida y de acuerdo con sus expectativas. Pero esas
opciones de salida, debe ser un último recurso, nunca disponible ni visible en
lo superficial, para evitar la comodidad de tomarla ante el primer problema,
frustración o fracaso. Lo que sí es importante es hacer de la decisión de
salir o permanecer algo firme, porque de lo contrario, estaríamos apostando de
alguna manera al fracaso y corremos el riesgo que la profecía de fracasar se
cumpla.
Es usual encontrar personas
-literalmente- llorando en sus países por no haber emigrado, aunque
tengan o hayan tenido posibilidad de hacerlo; otros por el contrario, pueden
llorar, pero no tenían ninguna posibilidad realista. Desde otro ángulo, también
encontramos personas que emigraron y viven añorando estar en su tierra, a
pesar del paso del tiempo. Cualquiera de estas dos opciones, será razonable y
sana –por aquello del duelo- solo por corto tiempo.
Alguien acertadamente decía:
“No es más valiente quien se va que quien se queda”, cada lugar tiene sus
vicisitudes. Simplemente son –respetables- decisiones de cada quien y cada
cual, que dependen de innumerables factores, circunstancias, perspectivas,
posibilidades, y mucho más, tal cual hemos venido mencionando. Cada individuo
tiene su particular condición y situación.
No es lo mismo pensar emigrar
con 30 años de edad que hacerlo con 70 años; sin pretender apoyar o ir en
contra de la edad, simplemente la referencia es a la diferencia. Tampoco es lo
mismo emigrar solo que con familia, ni si se tiene un buen nivel
socio-económico en el lugar de origen, o si apenas tenemos para vivir o
sobrevivir, con escasas opciones de futuro.
No es lo mismo emigrar
expatriado –así se expresa en el argot o terminología organizacional- cuando
alguien es enviado a otro país por una empresa con trabajo, sueldo, vivienda,
seguro y otros muy buenos beneficios; que emigrar por nuestra cuenta y riesgo.
Tampoco es lo mismo emigrar ilegal que legalmente, con documentos y permiso de
trabajo. Ni se diga nada acerca de la diferencia de emigrar con y sin recursos
económicos, porque parece obvio el panorama.
Son muchos quienes emigran
tratando de ofrecer a sus hijos, en otras tierras, algo que consideran no poder
ofrecerles en su tierra de origen. Es un hecho, que muchos emigrantes salen de
sus países sintiendo que no tienen nada que perder, porque tampoco tenían nada
en ellos. Otros por el contrario, consideran que pierden demasiado, en lo
económico, social, profesional, familiar, y hasta en cosas tan banales
como status. En otras palabras, cada quien tiene sus particulares razones, para
nada comparables con las de otro.
Cada caso, por fácil o difícil
que parezca, tiene sus particulares características y circunstancias. Pero el
resultado de vivir, reflexionar y aprender acerca de la experiencia de emigrar
conlleva innumerables beneficios para el desarrollo, cambio y transformación
personal.
Lo que si vale la pena es
tratar de cambiar para valorar otras cosas, duro reto para quienes permanecen y
para quienes se marchan. Quizá al permanecer reconozcamos aún más el valor de
la familia y de los amigos, de nuestra tierra. Para quienes emigran es
importante aprender a valorar intangibles, tales como momentos y lugares,
comprender mejor las necesidades y diferenciarlas de los deseos, evitando
complicar su vida económica y financiera en el nuevo lugar. Requerimos comprender
la diferencia entre nivel y calidad de vida, conceptos complementarios en
algunos casos, pero diferentes, porque la búsqueda de cierto nivel de vida
hurta importantes espacios y tiempo a nuestra calidad de vida.
Es también importante
cuestionar nuestras creencias y paradigmas en el momento en que consideramos la
opción de emigrar, para poder ver esta opción desde nuevas perspectivas,
proyectándola –lo más objetivamente posible- en el corto, mediano y largo
plazo, porque es un hecho que viviremos con sus resultados más adelante.
Refería Peter F. Drucker, conocido como el Padre de la Gerencia, que “La
planificación a largo plazo no es pensar en decisiones futuras, sino en el
futuro de las decisiones presentes”. Vale la pena releer esta frase de Drucker
para ratificar la importancia de nuestras presentes decisiones. Requerimos
alcanzar cambios en nuestro interior, para sentir y actuar de manera diferente;
porque de lo contrario, se nos dificultará estabilizarnos en el lugar de origen
y en cualquier lugar donde decidamos emigrar.
Tengamos presente que nuestra
felicidad en el lugar donde decidamos asentarnos o ubicarnos para hacer nuestra
nueva vida, va a depender de nuestras expectativas iniciales. Existe una brecha
entre nuestras posibilidades y expectativas que debemos considerar, para no
frustrarnos en el intento. “Ni salimos de un jardín de rosas, porque entonces
no habría razón para salir; ni llegamos a un jardín de rosas, y esto lo
comprenderemos en poco tiempo”, pero todo dependerá de nuestras expectativas y
prioridades de vida. Es necesario hacer una revisión profunda para considerar
nuevas y mejores formas de hacer las cosas, en nuestra tierra o en otras
tierras, siempre poniendo nuestro mayor y mejor compromiso y esfuerzo,
reflexionando, aprendiendo y cambiando como parte de la experiencia de vivir.
Y para concluir, no es lo
mismo hablar, discutir o escribir acerca de emigrar que haber vivido la
experiencia como inmigrante. Al respecto afirmaba el sacerdote jesuita y
psicoterapeuta Anthony de Mello, que “Jamás se ha emborrachado nadie a
base de comprender intelectualmente la palabra VINO”. Para hablar con propiedad
de emigrar, es vital haber emigrado, porque de lo contrario no estaríamos
hablando de emigrar, cuando solo conocemos un lado de la película. Haber
viajado como turista, por más veces que lo hubiéramos hecho, es otra cosa, para
nada comparable. Emigrar conlleva procesos emocionales que no se transmiten ni
hablando ni leyendo, porque solo se viven emigrando.
En resumidas cuentas parece que todos tenemos razón, cualquiera que sea la decisión, de manera tal que “Emigrar o no emigrar” es un dilema muy personal, privado e intransferible que debemos respetar.
En resumidas cuentas parece que todos tenemos razón, cualquiera que sea la decisión, de manera tal que “Emigrar o no emigrar” es un dilema muy personal, privado e intransferible que debemos respetar.
Agosto 10, 2015.
Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la
web
Referencias: Tomadas de
Wikipedia + RAE (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española).
Excelente Reflexión Miguel. Cada argumento es para leer, releer y entender la decisión de llevar adelante esta acción. Viniendo de tu experiencia resulta para mi totalmente válido. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarSaludos,
Liani Hernández