Reaccionamos o razonamos.
Miguel A. Terán
Tenemos la opción de responder frente a un
estímulo, reaccionando o razonando. En la reacción estaremos bajo la
dirección e influencia de la emocionalidad; por tanto, es superficial,
espontánea y condicionada por nuestra particular experiencia, creencias y
paradigmas. La razón, por su parte, es una respuesta más profunda, considera
argumentos, a favor o en contra, de las alternativas u opciones existentes.
Reaccionamos de manera automática o en extremo
bajo una supuesta “evaluación”, en la cual ya tenemos la respuesta previamente
escogida, bajo argumentos emocionales. Un autor anónimo refería que “Algunos
llaman razonamiento a encontrar argumentos para seguir creyendo lo que creen”.
Reaccionar es una conducta que podemos considerar irresponsable, porque la
ejecutamos sin conocer sus consecuencias.
Las reacciones generalmente son peligrosas, porque
no conllevan una evaluación de esas consecuencias, a corto, mediano ni largo
plazo. Muchas reacciones representan solo un momento en nuestro tiempo de vida,
pero podemos cargar con sus consecuencias toda la vida.
Las reacciones benefician más al depredador que a
la víctima, porque ésta última considera y analiza pocas variables antes
de decidir, mientras el depredador las tiene casi todas calculadas. Es
normal que luego de la reacción, una vez transcurra la etapa de estrés o
euforia, razonemos lo ocurrido. Sin embargo, en muchas oportunidades las
decisiones y acciones tomadas, bajo influencia de las emociones, como
referimos líneas atrás representan un costo no siempre reversible.
Por el contrario, cuando razonamos estaremos
tomando el tiempo necesario para analizar la situación, evento o circunstancia,
ordenando las diferentes variables, razones y elementos involucrados, midiendo
las consecuencias para llegar a una conclusión y tomar una decisión. Como
podemos observar la emocionalidad pierde protagonismo en la persona que razona.
La racionalidad es el enemigo número uno, de quien
pretende convencernos de algo, bajo los “argumentos” emocionales, de las
circunstancias o el momento. Quien fue un famoso y reconocido médico español,
Premio Nobel de Medicina (1906), Santiago Ramón y Cajal, refería
que “Razonar y convencer, ¡qué difícil, largo y trabajoso! ¿Sugestionar?
¡Qué fácil, rápido y barato!”, triste verdad. Es un hecho que podemos ser
víctimas de nuestras propias reacciones.
También podemos reaccionar de manera negativa a un
resultado que subjetivamente hemos juzgado y calificado como fracaso, perdiendo
la oportunidad de obtener de éste el aprendizaje que la experiencia debería
dejarnos. Reaccionar tiene un costo, porque una buena parte de las veces nos
arrepentimos de la reacción y de sus consecuencias; sin embargo, el costo
es mayor al desperdiciar el beneficio de la experiencia.
Pero entre reacciones, razonamientos y acciones
pueden darse procesos de reflexión, aprendizaje, cambio o transformación.
Hasta en nuestro organismo existen respuestas inmunes primarias, que crean
anticuerpos; por lo cual, más adelante ante similar condición el cuerpo tiene
respuestas inmunitarias, denominadas secundarias. Ambas respuestas
son, cualitativa y cuantitativamente, diferentes. En otras palabras, cuando
quedamos inmunizados con la experiencia, en una nueva oportunidad podemos hacer
las cosas diferentes y con mejores resultados.
Pero como todos los extremos son malos, es válido
referir la frase celebre del novelista francés Remy de Gourmont, quien
afirmaba que “La lógica es buena para razonar, pero mala para vivir”. Parece
cierto que razonar todo, al extremo, puede convertirnos en personas frías,
calculadoras y poco o nada sensibles, con lo cual perdemos rasgos importantes de nuestra humanidad.
Julio 17, 2015.
Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.
Blog: www. miguelterancoach.blogspot.com
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE
(Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española).
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