PARA OPINAR DEBEMOS ESTAR DEBIDAMENTE INFORMADOS
DEL TEMA.
Miguel A. Terán
Más allá de lo que vemos en la superficie, es
probable encontrar infinidad de detalles si profundizamos un poco más. Una
buena parte de las veces, ignoramos no solo las características,
particularidades y variables que afectan e impactan los diferentes temas,
situaciones o circunstancias, sino las relaciones e interacciones entre las
partes involucradas.
Esa ignorancia o tal vez la inocencia –producto de
la misma ignorancia- nos impide comprender la conexión entre las partes y
variables involucradas, llevándonos a tratar temas de manera
aislada, cuando no son divisibles, porque están íntimamente relacionados.
Los sesgos de opinión y de información, son
culpables de la distorsión, deformación o manipulación de la información
producto de nuestra percepción o intereses -propios y ajenos- sobre algún tema en
particular. En muchas oportunidades, cuando esos procesos se consolidan
en el tiempo, pasan a ser parte de las creencias y de la particular cultura de
individuos y sociedades.
Son muchas las oportunidades en las cuales la distorsión
frecuente de datos e información, contribuye a que en algún determinado momento
ya no sabremos cual es la realidad. En
otros casos, la escasa o limitada información, así como la excesiva
información, puede llevarnos a formar juicios inexactos o interpretaciones
fuera de lógica, resultado de los filtros de percepción con los que escogemos e
interpretamos la información disponible.
El artista, inventor y científico italiano Leonardo Da Vinci consideraba que “El mayor engaño que padecemos es el de nuestras propias opiniones”. Es un hecho que para muchas personas su opinión es la realidad incuestionable. El filósofo, teólogo, sociólogo y político español del siglo XIX, Jaime Balmes, consideraba que “No es fácil opinar contra los propios intereses; éstos arrastran las opiniones”. Lo anteriormente expresado por J. Balmes, también es parte de otra triste realidad, opinar sin la debida información ni conocimiento acerca del tema tratado, practica muy común en estos tiempos de superficial lectura y acelerada interpretación.
El artista, inventor y científico italiano Leonardo Da Vinci consideraba que “El mayor engaño que padecemos es el de nuestras propias opiniones”. Es un hecho que para muchas personas su opinión es la realidad incuestionable. El filósofo, teólogo, sociólogo y político español del siglo XIX, Jaime Balmes, consideraba que “No es fácil opinar contra los propios intereses; éstos arrastran las opiniones”. Lo anteriormente expresado por J. Balmes, también es parte de otra triste realidad, opinar sin la debida información ni conocimiento acerca del tema tratado, practica muy común en estos tiempos de superficial lectura y acelerada interpretación.
No conocer el tema nos llevará a opinar de manera
superficial o “cosmética”, sin entender el qué, ni el porqué, ni mucho
menos el para qué de la circunstancia, evento o situación. Por lo cual
confundiremos medios con fines, causas con efectos y nos dedicaremos a atacar
la sintomatología si entender ni resolver las raíces de la situación o
circunstancia.
Participar en una discusión y opinar para dar
nuestra perspectiva y punto de vista, exige que tengamos la suficiente apertura
mental para cambiar de opinión, cuando otros argumentos son lo suficientemente
sólidos y válidos para ello. “Quizá haya enemigos de mis opiniones, pero
yo mismo, si espero un rato, puedo ser también enemigo de mis opiniones”,
fueron palabras del escritor argentino Jorge Luis Borges.
El teólogo estadounidense, Tyron Edwards,
afirmaba “El que nunca cambia sus opiniones, nunca corrige sus errores, y
nunca será más sabio al día siguiente”. La realidad es que “No hay que temer a los que tienen otra opinión,
sino a aquellos que tienen otra opinión pero son demasiado cobardes para
manifestarla”, refería el emperador Napoleón Bonaparte.
Tengamos presente que además de nuestros errores de percepción, siempre están presente intereses de terceros en la información que recibimos. Hoy día, especialmente, en internet y las redes hay cantidad de información sesgada y manipulada, mucha de ésta con oscuros intereses. Debemos ser cuidadosos interpretándola para no sesgar nuestra opinión y convertirnos en "tontos útiles" al repetirla o transmitirla a otros.
Para concluir, podemos considerar que una opinión
no es la verdad. “La opinión puede cambiar de la noche a la mañana, pero
no podemos cambiar la verdad”, expresaba Jiddu Krishnamurti, escritor y orador
en materia filosófica y espiritual. La costumbre de opinar sin conocer
adecuadamente acerca del tema, sobre el cual opinamos, no es una sana actitud.
Debemos informarnos debidamente, entendiendo diferentes perspectivas, errores y potenciales manipulaciones, para que
nuestra opinión contribuya a la discusión en el intento por acercarnos a la
verdad o a un acuerdo de mutuo beneficio para las partes involucradas.
Tengamos presente que además de nuestros errores de percepción, siempre están presente intereses de terceros en la información que recibimos. Hoy día, especialmente, en internet y las redes hay cantidad de información sesgada y manipulada, mucha de ésta con oscuros intereses. Debemos ser cuidadosos interpretándola para no sesgar nuestra opinión y convertirnos en "tontos útiles" al repetirla o transmitirla a otros.
Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE
(Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española).
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