Debemos criar hijos sensibles para crear adultos
sensibles.
Miguel A. Terán
Entre los valores de la familia, la sensibilidad
es uno de los pilares fundamentales para desarrollar individuos y sociedades
con sentido de equidad y justicia. Ser sensibles nos permite empatizar,
poniéndonos en el lugar de los demás, para percibir y sentir de manera real las
emociones, necesidades y sentimientos ajenos, a la vez que nos vinculamos
de manera profunda, no superficial, con quienes nos rodean y comprendemos.
La sensibilidad nos permite percibir y comprender
a las personas, considerando sus particulares circunstancias, experiencias de
vida y entornos, como elementos que de alguna manera han moldeado sus
creencias, paradigmas y conducta. La sensibilidad permite solidarizarnos
también con ciertas situaciones que ocurren en sociedades y pueblos.
Desarrollar hijos sensibles requiere educarles y
formarles, no solo para escuchar, sino para comprender a otras personas,
percibiendo sus particulares condiciones y razones, para lograr ponerse,
literalmente, “en sus zapatos”. Llegar a juzgar a otros desde
nuestra perspectiva, siempre podría ser fácil, más aún cuando la
educación, experiencia y condiciones económicas lo permiten. Pero, la realidad
debería ser que la mezcla de educación y experiencia contribuyan para que
ampliemos horizontes y perspectivas, desarrollando nuestra capacidad de
comprensión.
Al respecto, el Monje Budista y Maestro Zen
vietnamita Thich Nhat Hanh, considera que “La compasión solo es posible, cuando
la comprensión está presente”, en otras palabras, sin la necesaria
conciencia, será imposible tener la comprensión requerida para ser compasivos
con quien sufre particulares circunstancias, penalidades o desgracias.
El periodista y escritor uruguayo Eduardo Galeano
refería que "A diferencia de la solidaridad, que es horizontal y se ejerce
de igual a igual, la caridad se practica de arriba-abajo, humilla a quien la
recibe y jamás altera ni un poquito las relaciones de poder". Una persona
sensible debe practicar la solidaridad, que conlleva compromiso de nuestra
parte y no la simple dádiva o limosna.
Ser sensible no es sinónimo de debilidad, por el
contrario, es sinónimo de humanidad, para reconocer que las necesidades y
circunstancias de alguien pueden ser distintas a las nuestras, y demostrar
genuina preocupación, interés y espíritu de colaboración por ese otro. Un
individuo simpático no necesariamente es empático, son características
diferentes. Al igual que un individuo flexible no necesariamente es sensible,
porque la sensibilidad contiene a la flexibilidad, pero no al revés.
Un individuo sensible entiende no solo razones
sino también emociones. Es capaz de buscar lo positivo en todo, porque a
través de las experiencias que vivimos, sino conseguimos lo que esperábamos,
seguramente aprendimos lo que necesitábamos.
Cuando tenemos capacidad de abandonar nuestra
individualidad y confort, para pensar y sensibilizarnos por los demás, no solo
estaremos en capacidad de ayudarlos, sino que también estaremos ayudándonos a
nosotros mismos a mejorar y superar nuestras propias debilidades y limitaciones
como seres humanos, dejando a un lado el egoísmo, que empobrece nuestra
esencia humana y espiritual.
Si logramos, con la práctica y el diario ejemplo,
que la sensibilidad llegue a ser parte de los valores y hábitos de nuestros
hijos; entonces, ellos llegarán a comprender y valorar a otros, no solo a
criticarlos o juzgarlos; de esa manera, estaremos desarrollando adultos
sensibles que construirán sociedades sensibles y un mundo más armónico,
balanceado, equilibrado y justo.
Julio 14, 2015.
Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.
Blog: www. miguelterancoach.blogspot.com
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE
(Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española).
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