El reto en la vida es desarrollarnos y crecer
integralmente, más allá de lo físico y material, requerimos crecer en lo
intelectual, psicológico, espiritual y emocional. Ese desarrollo armónico y
balanceado permitirá a nuestro espíritu, que es lo más sublime, llegar a ser un
juez equilibrado y justo al momento de reconocer todo lo bueno y lo bello que
hay fuera de nosotros.
Se preguntaba el filósofo y escritor suizo, Henri
F. Amiel, “¿Qué es un espíritu cultivado?”, para responderse él mismo,
que un espíritu cultivado “Es el que puede mirar las cosas desde muchos puntos
de vista”. Cuando juzgamos rápidamente, sin tomar ese espacio de reflexión,
podemos cometer innumerables errores. El mismo Amiel decía “Mira dos veces para
ver lo justo. No mires más que una vez para ver lo bello”.
La belleza tiene su tiempo y su momento, sus
etapas y cada etapa tiene su propia belleza. El error consiste en no saber
valorar la belleza de una etapa y pretender conseguir rasgos de otra belleza
anterior, que ya fue superada. Cuando envejecemos, la belleza debe convertirse
en cualidad interior, tal cual lo expresaba el pensador estadounidense Ralph
Waldo Emerson.
“No vemos las cosas como son, las vemos como
nosotros somos”, refería la escritora Anaïs Nin. Es nuestra percepción,
resultado de nuestras creencias, paradigmas, encuentros y desencuentros, lo que
permite o impide a nuestra mente, corazón y espíritu tener el debido equilibrio
al pretender juzgar. En todo caso, siempre es difícil juzgar, porque “Cada cosa
tiene su belleza, pero no todos pueden verla”, tal cual lo expresó el filósofo
chino Confucio.
“Todo lo que es hermoso tiene su instante, y
pasa”, expresaba el poeta español Luis Cernuda. Refiriéndose a la belleza
física, el pintor, escultor e inventor italiano Leonardo Da Vinci decía que “La
belleza perece en la vida, pero es inmortal en el arte”.
Una válida perspectiva acerca de la belleza la
planteó el periodista y escritor mexicano Carlos Fuentes, quien afirmó que “La
belleza solo le pertenece al que la entiende, no al que la tiene”; por ello,
tal vez, no disfrutamos muchas de las bellezas que nos ofrece la vida,
simplemente por no entenderlas. Tristemente, lo expresó el escritor francés Bernard Le Bouvier de Fontenelle, que “Lo
bueno necesita aportar pruebas; lo bello, no”, y allí podría estar parte del
engaño.
La frase del filósofo, economista y diplomático
escocés David Hume: “La belleza de las cosas existe en el espíritu de quien las
contempla”, asigna la responsabilidad al espíritu en el proceso de contemplar y
valorar la belleza. Esa frase es ratificada de manera más amplia con
la afirmación del poeta libanes Khalil Gibran, cuando dijo "La apariencia
de las cosas cambia en función de las emociones, y así vemos la magia y la
belleza en ellas, mientras que la magia y la belleza están realmente en
nosotros mismos”.
Es un hecho que “Nuestros sentidos nos permiten
percibir solo una pequeña porción del mundo exterior”, tal cual lo reconocía el
inventor serbio Nikola Tesla, por lo cual siempre es y será un riesgo
juzgar, y menos aún cuando no estamos seguros del equilibro de nuestro espíritu
para ejercer tan importante actividad.
Junio 10, 2015.
Miguel A. Terán
Blog: www. miguelterancoach.blogspot.com
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE
(Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española).
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