“Sentir
gratitud y no expresarla es como envolver un regalo y no entregarlo”.
William Arthur
Ward (1921 -1994). Escritor estadounidense.
REFLEXIÓN: La
gratitud es apreciar y valorar lo que recibimos o recibiremos, sin calificarlo, juzgarlo ni cuantificarlo. Es el hecho, el gesto o la acción en sí misma,
no el contenido o valor de lo recibido. En el momento que pretendemos
calificar o valorar lo recibido nos arriesgamos a no agradecer. En la gratitud
la “obligación” no existe.
Agradecer no
es sentirnos en deuda, al igual que si pretendiéramos alguna compensación
o retribución por ayudar, porque estaríamos en el negocio de intercambio
de favores, que no es ni ayuda ni justifica agradecimiento. Muchas personas
ayudan esperando le retribuyan esa ayuda de alguna manera, ello no
conlleva genuino agradecimiento, porque hay intención, premeditación e interés.
La pureza y
sinceridad en ayudar y agradecer es distorsionada, desvirtuada o tergiversada
por la expectativa, que nos lleva a construir una idea o imagen -no siempre
cierta- acerca de personas, circunstancias, eventos y cosas con la esperanza de
realizar o conseguir algo, que deseamos se haga realidad, incluso, hasta a la
fuerza. El problema se sucede cuando no aceptamos las cosas como son sino
como pretendemos o deseamos que éstas sean.
Al hacernos
expectativas exageradas o poco realistas, acerca de lo que recibiremos en
retribución por parte de la persona que ayudamos, siempre quedaremos
insatisfechos y descontentos, y quizá hasta con un sentimiento de haber sido
aprovechados o utilizados. Desde el otro ángulo, cuando quien recibió la ayuda
o apoyo lo compara con lo que pudo haber recibido, al evaluar y cuantificar en
exceso las posibilidades de quien le ayudo, puede desvanecerse o desaparecer el
agradecimiento. En ambos casos, las expectativas hacen un daño terrible al
agradecimiento.
A pesar de su
importancia, el agradecimiento es poco duradero, efímero y volátil porque
desaparece muy rápido. El escritor Mario Puzo, autor de la famosa obra El
Padrino, afirmaba que el tiempo hace estragos en la gratitud, aún más que en la
belleza; por ello, debemos agradecer antes de que nos olvidemos.
Una palabra de
estímulo o un consejo cargado de afecto, compromiso y genuino interés
pueden – en momentos de nuestra vida - tener más valor que un cheque. Es
necesario disponer de tiempo para agradecer; aunque generalmente basta con unas
breves palabras y hasta un simple “Gracias”, para percibir y sentir el efecto
del agradecimiento.
Lo que tenemos
hoy día, para bien o para mal, es resultado de lo que hemos hecho o dejado de
hacer en el pasado, pero es innegable la participación de otras personas en
nuestra dicha o desdicha, aunque las hayamos escogido nosotros. Decía el
poeta y filósofo alemán Goethe: “Si yo pudiera enumerar cuánto debo a mis
antecesores y contemporáneos, no me quedaría gran cosa en propiedad”. Es
necesario comprender que aunque las cosas y relaciones hayan cambiado en el
tiempo, debemos reconocer la importancia del apoyo recibido de algunas
personas, que quizá ya no están en “la película” de nuestra vida, pero que
jugaron un rol protagónico en algún momento.
Cuántos pasos
dimos de la mano de alguien, que fue clave o vital, en las decisiones que
tomamos, porque nos apoyó con recursos, nos brindó un espacio para vivir, nos
ayudó a conseguir trabajo, nos orientó, motivó, apoyó y –tal vez- mucho
más; incluso, simplemente escucharnos. La presencia de alguien o la
absoluta soledad, son claves para continuar o suspender proyectos en nuestras
vidas, y lo triste es que muchas veces olvidamos a nuestros compañeros en ese
trayecto. De hecho muchos sueños y proyectos fallecen por falta de compañía.
Debemos estar
permanentemente agradecidos, porque somos el resultado de todo lo que hemos
recibido. Y debemos demostrar ese agradecimiento, sin convertirlo en un
intercambio o economía de favores, solidarizándonos, correspondiendo o
retribuyendo a la otra persona. Con seguridad, si ponemos a un lado nuestro ego
y algunas circunstancias que ocurrieron, agradeceríamos y se lo haríamos
saber a esas personas, por haber estado allí, y ese sentimiento
debe ser imperecedero y eterno en nuestra mente y corazón.
Miguel A.
Terán
Twitter:
@MiguelATeranO
Nota: Foto
ilustrativa extraída de la Web.
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