“La indiferencia nunca es una respuesta.”
Elie Wiesel (n. 1928). Escritor húngaro sobreviviente de
campos de concentración. Premio Nobel de la Paz en 1986
REFLEXIÓN: Podríamos considerar la indiferencia como una
posición neutra con respecto a un evento, condición, situación o
persona, pero en realidad no lo es, por la sencilla razón que no existen
actitudes ni conductas neutras, todo tiene efecto y es causa. Un ejemplo de
ello, fue expresado por el clérico y pacifista sudafricano Desmond Tutu, Premio
Nobel de la Paz 1984, cuando dijo: “Si eres neutral en situaciones de
injusticia has elegido el lado del opresor”.
Es común escuchar que alguien decide no “decidir”, lo
cual no tiene sentido, porque la decisión de no decidir es en sí misma una
decisión. Un caso tristemente común, es cuando alguien se abstiene
de votar en una elección, de cualquier tipo; entonces, es válido
considerar que su voto fue para quien ganó, porque tal vez su voto y el otros
individuos que decidieron no votar, hubieran hecho una diferencia en los
resultados.
Pudiéramos tener dudas si la indiferencia es causa o
efecto, pero es posible considerar que la indiferencia es resultado de la falta
de sensibilidad hacia ese evento, condición, situación o persona, que
mencionamos líneas atrás. Refería el escritor y poeta colombiano Jorge González
Moore que la indiferencia endurece el corazón y es capaz de eliminar cualquier
rastro de afecto.
Lo es cierto es que la falta de sensibilidad y la
indiferencia nos convierten en personas frías, superficiales, escasas de
empatía, calculadoras y egoístas. Cuando nos hemos dejado consumir en nosotros
mismos, olvidando que amar es apoyar y ayudar, pero en serio y de verdad, hasta
que duela hacerlo, como refería la Madre Teresa de Calcuta.
Las necesidades y particulares circunstancias de quienes
nos rodean deben ser importantes para nosotros, porque en algún momento las
cosas y situaciones pueden cambiar. Cuando estamos bien, especialmente en lo
económico, nos consideramos inmunes o blindados, pero es válido tener presente
lo expresado por el Papa Francisco, quien nos sugiere que cuando vayamos
subiendo saludemos a todos, porque éstos serán los mismos que encontraremos
cuando vayamos bajando.
La sensibilidad es genuino interés, preocupación y deseo
de apoyo y colaboración hacia los demás, hacia ese otro que nos necesita. Sin
darnos cuenta vamos perdiendo esa sensibilidad, al otorgar poca o ninguna
importancia al sufrimiento y dolor de otros, y allí se nos va nuestra
humanidad. Entonces, cuidado con la indiferencia, porque ésta nos hace
insensibles ante el sufrimiento o los problemas de los demás.
Recordemos que en otro momento de nuestras vidas hemos
necesitado afecto, cariño, comprensión y apoyo, y seguramente fue de valor para
nosotros una simple palabra de aliento o estímulo, unos minutos que alguien nos
dedicó a escuchar o leer lo que le dijimos o escribimos, el apoyo y solidaridad
recibidos. Pero desgraciadamente, como dice el canta-autor Rubén
Blades en una de sus famosas canciones: “Tan pronto nos sale el clavo se olvida
todo el sufrimiento”.
En oportunidades dejamos solos a nuestros familiares y
amigos, pero qué podríamos ofrecerles, si en la práctica somos insensibles
hasta con nosotros mismos. No tenemos tiempo ni para escucharnos a nosotros
mismos, por lo cual sería mucho esperar que escuchemos a otros. Parafraseando
al escritor y bioquímico de origen ruso Isaac Asimov, podríamos considerar que
una persona insensible es una persona peligrosa.
Ser sensible es una actitud, no es una simple y
esporádica conducta, que nos lleva a extraer de la cartera una
moneda o un billete para dárselo a alguien que pide limosna. Ser sensible es
más que eso, es entender el sufrimiento y las limitaciones de esa persona para
haber llegado a ello. Ser sensible es un reflejo de nuestro interior, de
nuestra espiritualidad. La sensibilidad es nuestra capacidad de pensar en los
demás, porque éstos algún día podrán pensar en nosotros.
Miguel A. Terán
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: Foto ilustrativa extraída de la Web.
Una historia de Sensibilidad e Indiferencia
Autor: Eric James
Recibí una llamada telefónica de un muy buen amigo. Me
alegró mucho su llamada. Lo primero que me preguntó fue: ¿Cómo estás? Y sin
saber por qué, le contesté: "Muy solo".
"-¿Quieres que hablemos?", me dijo. Le respondí
que sí y en seguida me preguntó: "¿Quieres que vaya a tu casa?". Y le
respondí que sí. Colgó el teléfono y en menos de quince minutos él ya estaba
tocando a mi puerta.
Yo hablé durante horas de todo, de mi trabajo, de mi
familia, de mi novia, de mis deudas; y él, atento siempre, me escuchó. Se nos
hizo de día, yo estaba mentalmente agotado, pero me había hecho mucho bien su
compañía y sobre todo que me escuchara, que me apoyara y me hiciera ver mis
errores.
Me sentía muy a gusto y cuando él notó que yo ya me
encontraba mejor, me dijo: "Bueno, me voy, tengo que ir a trabajar".
Yo me sorprendí y le dije: "¿Por qué no me habías dicho que tenías que ir
a trabajar? Mira la hora que es, no has dormido nada, te quité tu tiempo toda
la noche".
Él sonrió y me dijo: "No hay problema, para eso
estamos los amigos". Yo me sentía cada vez más feliz y orgulloso de tener
un amigo así. Le acompañé a la puerta de mi casa... y cuando él iba hacia su
auto le pregunté: "Y a todo esto, ¿por qué llamaste anoche tan
tarde?". Él se volvió y me dijo en voz baja: "Es que te quería dar
una noticia...". Y le pregunté: "¿Cuál es?" Y me dijo: "Fui
al médico ayer y me dijo que estoy muy enfermo. Tengo cáncer". Yo
me quedé mudo...; él me sonrió y me comentó: "Ya hablaremos de eso. Que
tengas un buen día".
Se dio la vuelta y se fue. Pasó un buen rato hasta que
asimilé la situación y me pregunté una y otra vez por qué cuando él me preguntó
cómo estaba me olvidé de él y solo hablé de mí. ¿Cómo tuvo fuerza para
sonreírme, darme ánimos, decirme todo lo que me dijo, estando él en esa situación?
Esto es increíble.
Desde entonces mi vida ha cambiado. Suelo ser menos
dramático con mis problemas. Ahora aprovecho más el tiempo con la gente que
quiero. Les deseo que tengan un buen día, y les recuerdo que: "El que no
vive para servir, no sirve para vivir”.
La vida es como una escalera, si miras hacia arriba
siempre serás el último de la fila, pero si miras hacia abajo verás que hay
mucha gente que quisiera estar en tu lugar. Detente a escuchar y a ayudar a tus
amigos te necesitan.
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