En varias oportunidades he escrito sobre el éxito
y continuará siendo tema de reflexión, disertación, razonamiento y discusión en
mis escritos, porque estoy convencido de su impacto, para bien o para mal, en
nuestra vida.
Quienes han leído mis anteriores reflexiones sobre el tema podrán
reconocer que soy reiterativo y hasta repetitivo con mis opiniones y concepto
acerca del éxito, resultado de mis experiencias profesionales, personales y
ajenas, que han ido moldeando y redefiniendo con los años mi actual concepto de
éxito.
Hay quienes consideran que el éxito representa un
concepto, definición o percepción muy personal, y eso podría ser cierto; sin
embargo, es una realidad que el sistema social en su totalidad, desde nuestros
hogares y escuelas nos “alfabetiza”, imponiendo su concepto de éxito. Luego de
esa “alfabetización”, que parece más un adoctrinamiento, existen pocas
opciones y probabilidades de cuestionarnos ese concepto de éxito, con el que hemos crecido y está casi
tatuado en nuestro ADN cultural.
Pero, a pesar de ello, el concepto de
éxito puede mutar y transformarse con el correr del tiempo debido a la
exposición a nuevos lugares, culturas, personas, circunstancias, experiencias,
educación y aprendizajes. Tengamos presente que nuestro crecimiento y
desarrollo como seres humanos y sociales exige reflexión y cuestionamiento
sobre nuestras creencias y paradigmas, como requisito para abrirnos a la
búsqueda de nuevas oportunidades y caminos.
Muchos de “nuestros sueños” son pre-envasados por
el sistema social a través de sus herramientas culturales. Podemos llegar a
pensar y convencernos que son nuestros sueños, pero no siempre lo son. A veces,
con el transcurrir del tiempo y el recorrer caminos, reconocemos que en algún
momento desvirtuamos nuestros propios sueños y nos alineamos a un sueño
colectivo, que nos quitó nuestra voz individual y nos convirtió en parte de un
eco.
Es realidad que todos nacemos con muchos talentos,
pero al ser parte de un sistema, éste se encarga de anular una buena parte de
los mismos en busca de estandarizar y hacer más manejable y
predecible al sistema. Ello ocurre en casi todo sistema social, no importa la
tendencia cultural ni política. El resultado es que podemos vivir una vida
circular, sin alcanzar todo nuestro potencial de desarrollo ni llegar a ser lo
que pudimos haber sido.
Una de las distorsiones o trampas del éxito es que
siempre parece estar ubicado en el futuro; nunca está completo en el presente.
Siempre falta “algo” para alcanzarlo; “algo” que es escurridizo. Cuando
reconocemos que el éxito existió o fue realidad en el pasado, es que está
ausente en el presente y parece tener pocas oportunidades de volver en el
futuro, y es a partir de allí que nuestra conversación se llena de “yo tuve o
yo fui”.
Las medidas tradicionales del éxito basadas en
dinero, posesiones, poder, prestigio, relaciones, estatus, reconocimiento y
trofeos de todo tipo, hasta la patológica consideración de “personas trofeo”,
terminan engañándonos al convencer a nuestro ego que ese es el camino correcto,
aunque no siempre lo es. El consumo de drogas y los suicidios de personas de
“éxito”, ponen en duda nuestras referencias de éxito. "La
cocaína es la manera que tiene Dios de decirte que estás ganando demasiado
dinero", expresó el fallecido actor y comediante estadounidense Robin
Williams.
Quienes buscan continuamente el éxito y pretenden
llevar una vida de logros, no se dan cuenta ni mucho menos reconocen que
caen en una terrible circularidad que les lleva a la insaciable búsqueda de más
logros, que unidos a una permanente y continua insatisfacción -al no valorar ni
disfrutar lo que ya tienen- pueden convertir sus vidas en algo miserable. El
pensador estadounidense Ralph Waldo Emerson, genialmente expresó que “El éxito
consiste en obtener lo que se desea. La felicidad, en disfrutar lo que se
obtiene”.
Cómo saber cuándo alcanzamos el éxito sino lo
hemos definido previamente, cómo saber que ya es el momento de detener su
búsqueda. Un aspecto clave para alcanzar el éxito y poderlo disfrutarlo es
definirlo antes de iniciar esa búsqueda, para evitar que se convierta en una
búsqueda sin fin, infinita o en una utopía.
Es fácil convertir el éxito en una utopía, en algo
inalcanzable. A la pregunta ¿Qué es una utopía?, el cineasta, director y actor
argentino Fernando Birri, expresó lo siguiente: "La utopía está en el
horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el
horizonte se desplaza diez pasos más allá. Por mucho que camine, nunca la
alcanzaré”. Para muchos eso es el éxito, algo por alcanzar.
Parece realidad que podemos desvirtuar el éxito
hasta convertirlo en una utopía; y ello ocurre, al habituarnos a considerar que
siempre nos falta algo para ser exitosos, aunque los demás piensen y estén
convencidos que ya lo somos. Todo depende del significado que cada persona
otorgue al éxito, así como los límites que haya previamente definido para
considerar haberlo conseguido.
En innumerables oportunidades, ocurre que no solo
nos dedicamos a buscarlo, sino a cuidar, proteger y atesorar lo que hemos
conseguido, convirtiéndonos en prisioneros de nuestros logros. Parece
paradójico, pero ocurre que a mayor éxito mayores temores y miedos.
Una de las trampas del éxito es la avaricia, ese
afán desmedido de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas. Al respecto el
monje francés San Bernardo de Claraval se preguntaba, “¿Qué es la avaricia?”,
para responderse: “Un continuo vivir en la pobreza por temor a ser pobre”. La búsqueda ilimitada e insaciable del
éxito, en algún momento hará de éste y de nuestra vida un gran fracaso.
Para concluir esta reflexión, es recomendable no
medir el éxito solo por sus resultados en el corto plazo, ni por sus resultados
cuantitativos, porque sus auténticos resultados los recogeremos en el tiempo y
son mayormente cualitativos. Las cosechas parciales de “éxito” en las primeras
etapas de nuestra vida, debemos tomarlas con mucha cautela o precaución, porque
el verdadero resultado de nuestro “éxito” nos llegará siempre –y sin
escapatoria- en los últimos tiempos de nuestra vida.
El éxito no debe ser un fin en sí mismo, sino
simplemente «un medio para» alcanzar otros fines, que nos permitan llevar una
vida armónica, balanceada y equilibrada en todos los aspectos. El éxito nunca,
pero nunca, podrá ser un promedio aritmético o media aritmética, resultado de
sumar todos los valores (pareja, familia, trabajo, salud, espiritualidad, amor,
finanzas, etcétera) y dividirlo entre el número total de sumandos.
Si realizáramos esta suma, sobre una base objetivo
del 100% de satisfacción, para obtener un promedio, ¿Qué
representaría el siguiente resultado?: 10%(pareja) + 15%(hijos) + 10%(Familia)+
40%(salud) + 0.00 % (Espiritualidad) + 170%(Trabajo) + 350%(finanzas) = Promedio: 85.00 %, la pregunta que debemos hacer es ¿Sera este porcentaje final de éxito o fracaso?
Finalmente, recordemos que un éxito que nos quite o robe nuestra paz interior, no puede ser considerado éxito. Entonces,
cuando estemos en paz con nosotros mismos, con los demás y con nuestro entorno,
podremos afirmar que habremos alcanzado el éxito.
Miguel A. Terán
Blog: www.miguelterancoach.blogspot.com
Web Page: www.lidervoice.com
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE
(Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española).
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