martes, 12 de enero de 2016

Somos eternas víctimas de los rencores que aún conservamos. Miguel A. Terán

Somos eternas víctimas de los rencores que aún conservamos.
Miguel A. Terán

El rencor es ese resentimiento de pesar o enojo hacia una cosa, persona o momento,  que una vez nos atrapa y se arraiga en nuestra mente y corazón, nos quema por dentro,  destruyendo nuestra armonía interna y ahuyentando nuestra paz.   

Muchos rencores nos hunden en el sufrimiento, nos castigan día a día porque siguen vivos, aunque no seamos capaces de reconocerlos.  Lo triste y paradójico es que buena parte de ellos, ni siquiera nos pertenecen, los hemos asumido de otras personas o hasta heredado de nuestras propias historias familiares, son parte de nuestras creencias, paradigmas y cultura. 

Muchas frustraciones de nuestros padres o de otros antepasados, se convirtieron en rencores heredados de generación en generación. El racismo y discriminaciones similares tiene raíces y orígenes culturales, la mayor parte de la veces sin experiencia propia de quien lo sufre. 

El escritor peruano Miguel Gutiérrez afirma “Memoria que no olvida, rencor que no se aplaca”. Años atrás el político y pensador hindú Mahatma Gandhi recomendó “No dejes que se muera el sol sin que hayan muerto tus rencores”. Por su parte, un autor anónimo expresó “Guardar rencor es como agarrar un carbón en brasa, el que se quema eres tú”.
Debemos sacar al rencor de nuestra vida porque con el tiempo puede convertirse en odio, emoción aún más fuerte, dañina y destructiva. Algunas veces llegamos a referirnos a algo o alguien con tal rencor y dolor que cualquiera aseguraría que estamos viviendo la experiencia en ese momento, y la realidad es que pudo haber sido mucho tiempo atrás e incluso, como referimos anteriormente, fueron nuestros antepasados quienes la vivieron e interpretaron a su propia manera. 

Es importante cerrar capítulos e historias. No se trata de olvidar el pasado, sino recordarlo sin dolor, extrayendo de éste el mensaje, reflexión y aprendizaje que nos dejó.  Es vital reconocer que transitar por la vida se hace difícil cargando con el peso de un pasado que consideramos doloroso. Es necesario evaluar ese pasado desde la perspectiva de hoy, basado en todas las experiencias, conocimientos y aprendizajes adquiridos, para poder mirarlo desde otra óptica, identificándolo y comprendiéndolo de manera diferente.   
Una historia de autor anónimo recuerda a «Dos monjes que iban caminando juntos y llegaron a un río que debían cruzar, en la orilla del rio estaba una hermosa mujer que les pidió le ayudaran a cruzarlo, pues ella no podía hacerlo por sí sola. 

Uno de los monjes, obedeciendo la regla que les prohibía hablar o tocar a cualquier mujer, la ignoró y atravesó solo el río. 

Por lo contrario, el otro monje se compadeció de la mujer, la cargó en brazos y la llevó al otro lado del río, donde se despidió de ella, para continuar su camino. 

El resto del trayecto, el monje que cumplió las reglas iba enfadado, recordando lo que había hecho su compañero. Tras muchas horas de viaje y muchos kilómetros recorridos el ofendido monje seguía pensando en lo ocurrido y cuando no aguantó más su enojo, le reclamó a su compañero por haber desobedecido las reglas y haber deshonrado a su congregación. 

El Otro monje le respondió: “Yo cargué y dejé a esa mujer a la orilla del río”, “¿Por qué tú sigues cargando con ella?”». 

Cerremos mencionando la genial frase del escritor argentino Jorge Luis Borges, quien dijo “Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón”.

13 de Enero de 2016.

Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.

Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.


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