Se reconoce que la amistad es uno de los
ingredientes más importante en la receta de la vida, luego de la pareja y la
familia, posiblemente continúe en esa lista la amistad. Definitivamente,
tener amigos es muy importante, al fin y al cabo somos seres sociales. Pero
escoger buenos amigos es todo un reto.
Siempre hemos escuchado que conocidos hay muchos,
pero amigos hay pocos. Refería Ed Cunningham, el periodista y ex jugador de
fútbol profesional americano que “Amigos son aquellos extraños seres que nos
preguntan cómo estamos y esperan hasta escuchar nuestra respuesta”. En otras
palabras, aquellos a quienes les interesamos de verdad.
Desde el otro ángulo, el escritor italiano
Carlo Dossi, afirmaba que falsos amigos son aquellos como la sombra “Que
nos sigue mientras dura el sol”. La amistad no escapa de algunas o muchas
emociones tóxicas, entre ellas la envidia, el apego, los miedos, las culpas,
los celos y más.
Puede darse en diferentes momentos de nuestra
vida, pero en tempranas etapas, cuando nuestra personalidad no es lo
suficientemente firme, los amigos pueden ser y harán una diferencia
significativa en nuestra vida, para bien o para mal. En los adolescentes,
especialmente, los amigos constituyen –en opinión de ellos- el mejor punto de
referencia, ya que pueden compartir ese recorrido por similares cambios físicos
y psicológicos.
Los amigos proveen equilibrio al intercambiar
entre ellos muestras de amor, solidaridad, estima, apoyo emocional,
experiencias, valores, y mucho más; pero también transmiten angustias y
desequilibrios cuando intercambian o, en algunos casos, descargan inquietudes,
problemas, temores y más.
Los adolescentes pretenden definir y tomar su
espacio, y allí es cuando las amistades juegan un rol importante. Los
amigos representarán una gran influencia, buena o mala. En el pasado esa
influencia estaba relativamente bajo control de los padres, ya que las
amistades provenían del círculo cercano, principalmente del barrio o el lugar donde se vivía, eran
amigos de crianza y vecindario, y luego algunos pocos de la escuela. Se
compartían similares valores y estilos de vida.
Hoy día, en muchos lugares, por diversas razones,
la amistad de la comunidad o del entorno físicamente cercano, ya no existe. En innumerables
ciudades, especialmente las más grandes, ya no es común ver niños y jóvenes
jugando en la calle, intercambio del cual nacían bonitas y puras amistades. Ahora aparece la
amistad virtual y nuestros hijos comienzan a tener amigos de quienes tenemos
poca o ninguna referencia.
Relaciones de dependencia pueden convertirse en
una patológica realidad, más hoy día con toda la tecnología los jóvenes podrían
estar conectados 24/7, si los padres no establecen ciertas normas o pautas para
regularlos. Personalmente, considero que ninguna amistad puede ser sana en una
relación donde se pierden los tiempos y espacios individuales, porque pasan a
ser colectivos o grupales. La ausencia de padres, dedicados solo a un rol de
proveedores, deja mayores oportunidades y espacios para que las amistades
jueguen un rol preponderante en la formación de los jóvenes y adultos del
mañana.
Pero no solo los jóvenes pueden ser trastornados
por algunas amistades, también son variadas las historias de personas adultas a
quienes alguna nueva relación de amistad individual o grupal le “aporto” la
energía o la “locura” necesaria para realizar radicales cambios de vida. En
estas historias adultas también existen las dos versiones de resultados, para
bien o para mal.
El famoso médico, científico y humanista español
Santiago Ramón y Cajal recomendaba “Apártate progresivamente, sin rupturas
violentas, del amigo para quien representas un medio en vez de ser un fin”. No
vale la pena conservar amistades en la vida real como las conservamos en la
virtualidad, porque la amistad en lo real es otra cosa, es presencia y contacto. “Es amigo
mío aquel que me socorre, no el que me compadece”, expresaba el clérigo y
escritor británico Thomas Fuller.
“Me gustan los amigos que tienen pensamientos
independientes, porque suelen hacerte ver los problemas desde todos los
ángulos”, decía el líder y político sudafricano Nelson Mandela. Es cierto que
una amistad no es para adoctrinar, sino para apoyarse, desarrollarse y
crecer. No hace falta acompañarse de “amigos” que solo sean nuestro eco. Es válido tener amigos que nos cuestionen y enfrenten de vez en cuando, porque ello, puede llevarnos a reflexionar acerca de la necesidad de cambiar o hacer ajustes en nuestra ruta de vida.
Es válido reconocer que de alguna o muchas manera
nuestros amigos influyen sobre nosotros, pero debemos conservar nuestra propia
identidad, para mantener vigentes nuestros propios sueños y retos. Ellos serán
parte de nuestro camino y nosotros seremos parte del de ellos, pero cada quien
tendrá su camino propio. Escojamos bien a nuestros compañeros de trayecto para
que la amistad sea de beneficio mutuo, porque nosotros también deberiamos ser una buena oportunidad de amistad para otros.
Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.
Blog: www.miguelterancoach.blogspot.com
Web: www.lidervoice.com
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE
(Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.
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