Es un error solo preocuparnos y brindar atención a
nuestro entorno personal.
Miguel A. Terán
Estamos tan enfocados en nuestros problemas
pasados, presentes y futuros, reales, posibles, soñados, imaginados, recordados
y ficticios, que éstos nos llevan a perder contacto con nuestro entorno y
realidad.
Por lo antes expresado, creemos hasta
convencernos, que las mayores preocupaciones y problemas son los
nuestros, de manera tal que no tenemos tiempo para atender ninguna inquietud o
problema ajeno. Esa preocupación solo por lo nuestro nos convierte en
individuos poco empáticos e insensibles ante todo lo que no nos interese, beneficie
o ayude a resolver nuestros problemas.
Buena parte de las diarias decisiones y acciones
que tomamos, las hacemos sin grandes consideraciones acerca del impacto que
éstas ocasionan a otros, más allá de nuestro círculo cercano. Si adicionalmente
ese impacto está lejano en tiempo y espacio, perdemos todo sentimiento de culpa
por esas decisiones y acciones.
Un fabricante o un comerciante de armas, no
sentirá culpa alguna por quien muere víctima de esas armas, mientras no sean
ellos –fabricantes o comerciantes- quienes aprietan el gatillo. Un corrupto que
negocia suministros médicos de dudosa procedencia y calidad, perderá la
relación entre sus negocios y el fallecimiento de pacientes. Y paremos de
contar.
En esa equivocada relación con nuestros congéneres
y con nuestro entorno, olvidamos reconocer que podemos estar sembrando
problemas, que en algún momento se convertirán en pesadillas que nos atraparán
a todos. Nuestra insensibilidad ante los problemas de otros, basada en la
consideración de mí solo y único interés o beneficio, más temprano que tarde
nos afectará directa o indirectamente, sin que escape nadie, ni siquiera
nosotros mismos.
Parafraseando al Papa Francisco, él refiere que
cuando la vida interior se llena solo de nuestros propios intereses, ya no hay
espacio para los demás, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien.
Dejando abierta la posibilidad de que somos buenos
por naturaleza, el novelista y filósofo francés Albert Camus, mencionaba que el
personaje del mendigo en uno de sus cuentos, cuando trataba de explicar porque
la gente pasaba a su lado indiferente de su desgracia, decía “La gente no es
mala, es que no ve”. El filósofo contemporáneo español, Fernando Savater,
considera que la mayoría de los males de nuestra época tiene que ver con esta
frase “La gente no ve”.
La escritora y filósofa estadounidense, de origen
ruso, Ayn Rand consideraba que “Podemos evadir la realidad, pero no podemos
evadir las consecuencias de evadir la realidad”. En la vida real las
circunstancias y problemas no cambian o se resuelven cerrando los ojos o
tapando nuestros oídos.
Por su parte, el escritor y bioquímico
estadounidense Isaac Asimov, afirmaba que “Negar un hecho es lo más fácil del
mundo. Mucha gente lo hace, pero el hecho sigue siendo un hecho”. La clave es nuevamente equilibrio, para no
llevar los hechos o circunstancias hasta extremos, positivos o negativos, que
nos distancien de la realidad llenándonos de fantasías o tragedias.
Considerar que lo que ocurre en otro lado, fuera
de las fronteras de nuestro entorno cercano, no tiene nada que ver con
nosotros es una grave error para nuestro presente y futuro. Cada día la vida
transcurre en un contexto más amplio y global, hoy día situaciones que ocurren
a miles de kilómetros terminaran afectándonos de alguna manera.
Entonces es vital tener presente que “La Realidad
es aquello que, incluso aunque dejes de creer en ello, sigue existiendo y no
desaparece”, tal cual lo expresó el escritor y novelista estadounidense Philip
K. Dick. Somos parte de una totalidad, de una comunidad donde la individualidad
tiene y tendrá cada vez menos cabida.
21 de Octubre de 2015.
Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE
(Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.
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