“La vida es
tan incierta, que la felicidad debe aprovecharse en el momento que se
presenta”.
Alejandro
Dumas (1802-1870) Dramaturgo y novelista francés. Autor de las famosas
novelas El Conde de Montecristo y Los Tres Mosqueteros.
REFLEXIÓN: Lo cierto es que en un instante todo puede dar
vuelta, un resplandeciente día de sol se convierte -de repente- en un día
lluvioso. Pero haber disfrutado el día soleado, mientras estuvo así, parece
mejor opción que lamentar la lluvia. El conocido adagio o dicho “Carpe Diem”,
del poeta romano Horacio, expresado hace más de dos milenios, nos invita a
“Vivir o disfrutar el momento”, porque esta expresión ratificaba que irremediablemente
envejeceremos y moriremos pronto.
El novelista estadounidense Pearl S. Buck afirmaba que “Muchas personas se pierden
las pequeñas alegrías mientras aguardan la gran felicidad”. Se nos va la vida
esperando el gran momento, que no parece llegar, mientras que los pequeños
momentos de verdadera felicidad se nos escapan.
Posponemos muchas alegrías, sueños y momentos para
“después”, porque no concebimos la muerte como una realidad siempre presente,
parece que morir es algo que le pasa solo a los demás, por lo tanto “tenemos
tiempo” para dejar los momentos felices para “después” o para “más adelante”.
El filósofo alemán Friedrich Wilhelm Nietzsche
consideraba que nuestro destino está hecho de momentos felices, toda la vida
los tiene, pero no de épocas felices. La realidad es que debemos disfrutar de
los pequeños momentos de la vida, ya que los grandes son pocos, en realidad
escasos, y muy separados.
Una vieja expresión, nos recuerda, que no se trata de
añadir años a la vida, sino de añadir vida a los años. No logramos ni hacemos
nada, extendiendo nuestro tiempo de vida, sin contenido ni sentido,
porque ese tiempo adicional o extra se convertiría solo en un tiempo
de espera para morir. El problema es que ese contenido y sentido de vida, que
nos hará falta al final del trayecto, debemos desarrollarlo viviendo nuestra
vida no solo a lo largo, sino también a lo ancho. El escritor y ministro de la
Iglesia de Escocia, Thomas Chalmers, afirmaba que la dicha de la vida consiste
en tener siempre algo que hacer, alguien a quien amar y alguna cosa que
esperar.
Un autor anónimo planteaba que "La vida no se mide
por las veces que respiramos, sino por aquellos momentos que nos dejan sin
aliento". El escritor estadounidense Henry Van Dyke consideraba que “La
felicidad es interior, no exterior; por lo tanto, no depende de lo que tenemos,
sino de lo que somos”. Hace más de trescientos años, el diplomático y escritor
español Diego de Saavedra Fajardo, nos daba las palabras para cerrar esta
reflexión de hoy, afirmando: “No está la felicidad en vivir, sino en saber
vivir”.
Miguel A. Terán
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: Foto ilustrativa extraída de la Web.
LA LIBRETA DE LA VIDA
Autor Anónimo
Un día un hombre llegó a un pequeño y viejo pueblo, muy
bello, pero ocurrió algo misterioso, que le llamó mucho la atención.
El hombre llegó al pueblo caminando lentamente entre los árboles y piedras de
una hermosa colina.
Sobre una de las piedras, descubrió inscripción tallada
que decía: “Aquí yace Abdul Tareg, vivió cinco años, seis meses, dos semanas y
tres días”.
Reconoció de inmediato que esa piedra no era simplemente
una piedra, era una lápida. Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad
estuviera enterrado en ese lugar. Mirando a su alrededor, el hombre se dio
cuenta que la piedra de al lado tenía también una inscripción. Se acercó a
leerla; y ésta decía: “Aquí yace Yamin Kalib”, vivió tres años, ocho meses y
tres semanas.
El hombre se sintió terriblemente abatido. Ese hermoso
lugar era un cementerio y cada piedra, una tumba. Una por una leyó las lápidas;
todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del
muerto. Pero lo que más le espantó fue comprobar que el que más
tiempo había vivido sobrepasaba apenas los seis años.
Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a
llorar. Un anciano que era el cuidador del cementerio, que pasaba por ahí, se
acercó. Y el visitante preguntó al cuidador: "¿Qué pasa con este pueblo?
¿Por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar?”.
El anciano respondió: "Puede usted tranquilizarse.
Lo que sucede es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré: Cuando un
joven cumple quince años, sus padres le regalan una libreta. Y es tradición
entre nosotros que a partir de ese momento, cada vez que uno disfruta
intensamente de algo, abra la libreta y comience a anotar en ella: a la
izquierda, qué fue lo disfrutado en los pequeños y grandes detalles, y a la
derecha, cuánto tiempo duró el disfrute interior, la felicidad, a pesar de
otras adversidades. Las tumbas que usted ve aquí, no son de niños, sino de
adultos; y el tiempo de vida que dice la inscripción de la lápida, se refiere a
la suma de los momentos que duró la verdadera felicidad de cada una de las
personas que descansan en este lugar”.
“Así pues –prosiguió el anciano dando una palmada en la
espalda del visitante-, cuando alguien muere, es nuestra costumbre abrir su
libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba,
porque es, amigo caminante, el único y verdadero tiempo vivido”.
En cada detalle de los buenos y amargos momentos, en los
cuales disfrutamos, aprendemos y crecemos; en aquellos momentos en que
somos felices ayudando a otros, en aquellos momentos que no tenemos otra opción
que dejar descansar nuestras esperanzas en Dios. Esos son los tiempos que dura
nuestra felicidad y ese es el tiempo de la verdadera plenitud de nuestra vida.
Referencia: Pensamiento y Reflexión del Día. Blog: http://miguelterancoach.blogspot.com
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