Criticamos, penalizamos o castigamos a nuestros hijos, por hacer o decir algo
que consideramos “indebido”, cuando muchas veces, simplemente lo han copiado,
imitado y aprendido de nosotros mismos o de los medios, lugares o personas con quienes les hemos permitido relacionarse. Por ello, siempre se ha dicho que la única manera de predicar con el ejemplo. Es un hecho que poco o casi nada valen los consejos a
nuestros hijos –o a cualquiera- cuando no van acompañados de nuestro ejemplo en
la misma dirección.
En su
sabiduría, la Madre Teresa de Calcuta, afirmaba: "No te preocupes porque
tus hijos no te escuchan, ellos te observan todo el día". Una acción tiene más
valor que un largo sermón.
Con los hijos,
más que con cualquiera otro, como dijo el político británico Sir Winston
Churchill “Las críticas no serán agradables, pero son necesarias”. No obstante,
antes de criticar debemos conocernos a nosotros mismos, para poder
hacerlo con derecho y propiedad. Y, por supuesto, la crítica siempre debe ser constructiva, dirigida a la mejora.
El escritor
estadounidense H. Jackson Brown recomienda vivir de tal manera, que cuando tus
hijos piensen en justicia, cariño e integridad, piensen en ti. Nuestros hijos pueden ser nuestro espejo más preciso. Un ejemplo válido es lo que ocurre cuando llevamos los niños al colegio, mientras hablamos por celular, sin tomar conciencia y precaución que ellos -aunque estén jugando con su equipo electrónico- nos están escuchando. En esas conversaciones podemos estar diciendo cosas distintas a lo que tratamos de enseñarles con nuestros sermones.
En la
educación y formación en general, pero especialmente de nuestros hijos, no hay ejemplos,
actitudes ni conductas neutras de nuestra parte; todo lo que hacemos o
los educa o los mal educa, los forma o los deforma. Igualmente, al momento de
criticarlos, nuestras críticas pueden ser positivas, negativas, constructivas o
destructivas. Es un hecho que desperdiciamos –aturdidos por las urgencias de
cada día - maravillosas oportunidades para conversar, enseñar y sembrar
en nuestros hijos lo que deseamos cosechar en ellos el día de mañana.
Quizá algunos consideremos que los padres del pasado tampoco dedicaban horas a sus hijos, pero debemos estar conscientes que los riesgos de malas influencias no eran tantos como lo son hoy día. Antes podiamos prohibir a nuestros hijos la relación con algún compañero de estudios o vecino que considerabamos no era buena influencia, porque nosotros mismos lo conociamos. Hoy día nuestros hijos puede estar siendo influenciandos por alguien que está en el otro extremo del mundo.
Antes podiamos "perder" un hijo en la calle sino estabamos vigilantes de sus amistades. Hoy día los hijos se pierden en su habitación, mientras ignorantemente consideramos que están seguros, porque están en casa. Sin reconocer que la televisión, internet y las redes sociales son "Caballos de Troya" que hemos dejado entrar en nuestras casas y que nos "roban" a nuestros hijos.
En estos
tiempos la relación padres- hijos debe estrecharse, acercarse o unirse, para
poder dar equilibrio en la lucha con los anti-valores que ellos reciben a
diario del ambiente, sociedad o entorno que les rodea. Al no asumir nosotros esa responsabilidad,
como es nuestro deber, entonces los medios de comunicación, la televisión, internet, las redes sociales, otras personas y la sociedad tomarán nuestro lugar, sin saber hacia que dirección estarán guiando sus pasos.
Es necesario
evitar que inadecuadas actitudes y conductas de nuestra parte, sean el
ejemplo que «mal eduque o deforme» a nuestros hijos. La respuesta es dedicarnos
a ser el mejor ejemplo o modelo para ellos y, con seguridad, no hará
falta ser el mejor crítico. Tengamos presente que hoy día una habitación -con la puerta cerrada- es el lugar donde perdemos a nuestros hijos.
Recordemos que
no solo estamos criando niños, sino también creando a los adultos del mañana.
Miguel A. Terán
Web Page: www.lidervoice.com
Instagram:
Twitter:
@MiguelATeranO
Nota: Foto
ilustrativa extraída de la Web.
Nota del autor
del Blog: Vivir en un mundo mejor solo podemos lograrlo compartiendo –con los
demás- nuestra riqueza, sea esta material, cultural o espiritual. En el caso de
compartir lecturas, nunca sabemos cuándo unas sencillas palabras
pueden hacer y ser la diferencia en la vida de alguien, al motivar cambios que
le lleven a un nuevo destino. Por ello, la invitación es a compartir esta
reflexión. Recordemos la frase de Isaac Bashevis
Singer, Premio Nobel de Literatura (1978): “El conocimiento nos hace
responsables”.
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