“Queremos ser más felices que los demás, y eso es
dificilísimo, porque siempre les imaginamos mucho más felices de lo que son en
realidad”.
Barón de Montesquieu (1689-1755). Escritor, filósofo y
pensador político francés.
REFLEXIÓN: El problema de alcanzar la felicidad es que
siempre pretendemos buscarla fuera de nosotros, cuando en realidad está dentro
de nosotros. Más aún, muchos individuos ni siquiera la tiene definida en
términos claros ni precisos, por lo tanto se hace difícil saber cuándo es
alcanzada. Es por ello, que podemos sentirnos felices o infelices, sin importar
el lugar, lo que hacemos ni en compañía de quien estemos.
Siempre tenemos la posibilidad de intentar y probar
cambios, aunque sea de actitud, en caso de no sentirnos a gusto con la
situación o condición actual. El escritor estadounidense Henry Van Dyke,
consideraba que “La felicidad es interior, no exterior; por lo tanto, no
depende de lo que tenemos, sino de lo que somos”.
La comparación con otros, que es la esencia de esta
reflexión, ha llegado hasta los extremos de intentar comparar los niveles
de felicidad; tarea ardua, porque la felicidad parece ser algo personal e
intransferible. Evaluamos lo que otro posee o creemos que posee y consideramos
que si tuviéramos lo que esa persona tiene, podríamos ser tan o más felices que
ella o él.
Esa comparación es absolutamente subjetiva, porque
comparamos solo en base a lo que interpretamos de lo que percibimos. Tengamos
presente que cada quien tiene sus propias angustias, incertidumbres,
problemas y circunstancias, y como dice un refrán popular “La procesión
va por dentro”, porque no todos exteriorizan esos problemas, pesares y
sufrimientos. Recordemos que no todo lo que brilla es oro.
En estos tiempos, las redes sociales están llevando
nuestra imaginación sobre la felicidad de los otros hasta convertirlo en un
problema de “silenciosa envidia colectiva”, con rasgos virales. En las redes
sociales parece que nadie trabaja, lucha, ni se enferma ni sufre; el que la
está pasando peor, está cuando menos en una playa.
Desde esa perspectiva es muy fácil imaginarnos a los
demás infinitamente más felices que nosotros, y con seguridad, más
felices de lo que en realidad lo son, por lo cual será imposible alcanzarles en
esa “felicidad” extrema. Esa felicidad envidiada o envidiable, tiene como
referencia lo material, porque es difícil envidiar el conocimiento o la
espiritualidad.
Es importante hacer de la felicidad un hábito, que nos
siga como una sombra a donde quiera que vayamos, más allá de las condiciones y
circunstancias, donde la referencia o punto de comparación seamos nosotros
mismos y no los demás.
Miguel A. Terán
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: Foto ilustrativa extraída de la Web.
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