En una cultura que solo valora los logros, valdría
la pena preguntarse: ¿Qué pretendemos lograr al final de todos esos logros?
Miguel A. Terán
Parece válido comenzar nuestro artículo de hoy con
la reflexión de un autor anónimo, quien expresó “Primero me moría por terminar
el bachillerato para empezar la universidad. Y luego me moría por terminar la
universidad y empezar a trabajar. Y luego me moría por casarme y tener niños. Y
luego me moría para que mis niños crecieran y fueran a la escuela. Y luego me
moría por retirarme, para no volver a trabajar. Y ahora, me estoy muriendo y de
repente me doy cuenta que me olvidé de vivir”.
Definitivamente, para hacer cualquier recorrido
requerimos saber en qué lugar estamos y para qué lugar vamos. Sin embargo, en
muchos momentos de la vida nos preocupamos más por iniciar el trayecto que por
tener claro hasta dónde queremos llegar, de manera tal que corremos el riesgo
de nunca detenernos, porque no tenemos una meta definida.
Nos preocupamos más, como refería el orador
estadounidense Stephen Covey, por llevar un cronómetro en la mano, que por
disponer de una brújula o GPS, en terminología de estos tiempos. El resultado
es que brindamos más atención a la velocidad que a la dirección o ruta y,
muchas personas, luego de toda una vida recorrida terminan por comprender que
tomaron una ruta errónea. Un sabio proverbio alemán expresa “Qué sentido
tiene correr cuando estamos en la carretera equivocada”.
Partir en busca de logros que nos lleven en camino
al ansiado “éxito”, sin definir previamente ¿Qué es éxito?, es un gran riesgo,
porque puede llevarnos de logro en logro, sin darnos cuenta ni mucho menos
reconocerlo, que la continua búsqueda de logros puede convertirnos en
insaciables, sin tiempo para disfrutar, valorar ni agradecer. Expresaba el
pensador estadounidense Ralph Waldo Emerson que “El éxito consiste en obtener
lo que se desea. La felicidad, en disfrutar de lo que se obtiene”.
En la obra de literatura “Alicia en el país de las
Maravillas”, Alicia preguntó al gato “¿Podrías decirme, por favor, qué camino
debo seguir para salir de aquí?” –“Esto depende en gran parte del sitio al que
quieras llegar” - respondió el Gato – “No me importa mucho el sitio” -dijo
Alicia – “Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes” - dijo el Gato.
Al transitar en busca de logros, muchas veces olvidamos el camino que
inicialmente soñamos.
La famosa expresión “Carrera de Ratas”, utilizada
por el autor estadounidense Robert T. Kiyosaky hace referencia -por analogía- a
ese esfuerzo inútil, en el cual tratamos de incrementar nuestros ingresos
y la posesión de cosas materiales, sin reconocer que es “girar en la rueda” donde
nunca llegamos y de donde no será fácil salir, porque no hemos definido
previamente la meta final.
Algunas veces ese inacabable camino al éxito, nos
transforma en algo que nunca pensamos llegar a ser, al respecto el autor y
orador motivacional estadounidense Jim Rohn, nos decía que “La pregunta más
importante en las diferentes etapas de nuestra vida, no es ¿Qué estoy
consiguiendo?, sino ¿En qué me estoy convirtiendo?”. El fallecido actor
estadounidense Robin Williams consideraba que "La cocaína es la manera que
tiene Dios de decirte que estás ganando demasiado dinero".
Algunas veces llevamos la búsqueda más allá de
razonables límites, hasta ese lugar donde los logros y triunfos parciales nos
enceguecen, llenándonos de ego, soberbia y arrogancia, razones por las cuales
nos escuchamos solo a nosotros mismos o aquellos –que por variadas razones-
se convierten en nuestro eco. Quizá por ello el escritor y crítico
francés Jean Cocteau, expresaba: “Hay que saber dónde está el límite para poder
llegar”.
02 de Marzo de 2016.
Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE
(Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.
Excelente reflexión amigo mio. Saludos.
ResponderEliminarExcelente reflexión amigo mio. Saludos.
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