Artículo Publicado en Los Tiempos Newspaper - Miami, Florida USA Enero - Febrero 2025
El problema
de alcanzar la felicidad es que siempre pretendemos buscarla fuera de
nosotros, cuando en realidad está dentro de nosotros. Muchos siglos atrás el
poeta Publio Siro reconocía que “Ninguna persona es feliz a menos que crea
serlo”. En similar orden de ideas, el político estadounidense Abraham
Lincoln afirmó “Casi todas las personas son tan felices como deciden serlo”.
Más aún, muchos individuos ni siquiera tienen definido su concepto de felicidad en términos claros ni precisos; por lo tanto, se les hace muy difícil -quizá imposible- saber cuándo ésta ha sido alcanzada, corriendo el riesgo de convertirla en una “eterna búsqueda”.
Igualmente,
es un hecho, que la mayor parte de las veces tampoco definimos en términos
claros y precisos hasta dónde queremos llegar en la vida, y ocurre que
colocamos metas que se convierten solo en etapas de un recorrido más largo, las
cuales van cambiando, llevándonos en un transitar infinito de meta en meta, sin
saber nuestro destino final.
Evaluamos lo
que otro posee o creemos que posee y consideramos que, si tuviéramos lo que esa
persona tiene, podríamos ser tan o más felices que ella o él. En estos tiempos,
las redes sociales están llevando nuestra imaginación sobre la felicidad de los
otros hasta extremos, convirtiéndola en un problema de “silenciosa envidia
colectiva”, con rasgos virales. En las redes sociales parece que nadie trabaja,
lucha, ni se enferma ni sufre; el que la está pasando peor, está cuando menos
en una playa.
“Todo mundo”
parece viajar, ir a restaurantes y fiestas, tener vehículos del año, una casa
lujosa, matrimonios felices, etcétera, pero en muchos casos eso es solo el
cascarón, ya que nadie publica su parte gris; por ejemplo, sus deudas ni sus
estados de cuenta de las tarjetas de crédito. Una referencia para precisar este
tema es que las deudas atrasadas con más de 90 días en tarjetas de crédito,
según Banco de la Reserva Federal de Nueva York, se incrementaron al 10.7%
durante el primer trimestre de 2024, mientras el año anterior era del 8.2%, y es
posible que mucha de esa felicidad en las redes sociales sea parte de esa
estadística.
Desde una sencilla perspectiva es muy fácil imaginarnos a los demás infinitamente más felices que nosotros, y con seguridad, más felices de lo que en realidad lo son, por lo cual será imposible alcanzarlos en esa “felicidad” extrema. Esa felicidad envidiada o envidiable, tiene como referencia solo lo material, porque desconocemos los detalles y en realidad no se envidia el conocimiento o la espiritualidad.
Esa
comparación es absolutamente subjetiva, porque comparamos solo en base a lo que
interpretamos de lo que percibimos. Tengamos presente que cada uno tiene sus
propias angustias, incertidumbres, problemas y circunstancias, y como dice un
refrán popular “La procesión va por dentro”, porque no todos exteriorizan esos
problemas, pesares y sufrimientos. Recordemos que no todo lo que brilla es oro.
Además,
acostumbramos o posponer muchas alegrías, sueños y momentos para un incierto “después”,
porque no concebimos la muerte como una realidad siempre presente, parece que
morir es algo que le pasa solo a los demás, por lo tanto “tenemos tiempo” para
dejar los momentos felices para un “después” o para un “más adelante”, que a lo
mejor nunca llegará.
Expresaba el
escritor y aviador estadounidense, Richard Bach, “Si tu felicidad depende de
lo que hagan los demás, supongo que estarás en aprietos”. La felicidad
propia con referencia a la felicidad de otros no es posible alcanzarla, porque
siempre imaginamos a los otros más felices de lo que en realidad son, nos decía
el escritor y político francés Barón de Montesquieu.
Por su parte,
el poeta italiano del siglo XVIII, Pietro Metastasio, afirmaba que “Si las
íntimas preocupaciones de cada cual se leyeran escritas sobre su frente.
¡Cuántos que causan envidia nos generarían lástima!”. Vemos lo superficial,
pero no es fácil ver los sufrimientos, esfuerzos ni fracasos. Podemos llegar a
envidiar a alguien, simplemente por desconocimiento de lo que ese alguien
enfrenta a diario, para hacer y tener lo que envidiamos.
Las comparaciones siempre son incompletas, porque es
imposible verificar todos los detalles y variables, para hacerlo de manera
justa y equilibrada. Es fácil ver o entrarse de algunos logros de alguien, las
noticias y el rumor corren rápido, pero no es fácil -como mencionamos- conocer
y comprender los esfuerzos y sacrificios de esa persona para alcanzar tales
logros.
También es
muy común que atribuyamos los logros de otros a la suerte, a sus relaciones o
contactos, pero en realidad existen muchos logros –por supuesto con excepciones-
que corresponden al resultado de los pequeños y grandes esfuerzos y sacrificios
de cada día.
Además, nuestra
felicidad debe complementarse con la felicidad de los demás, para que nuestro
entorno sea feliz. El famoso piloto brasileño Ayrton Senna da Silva, Tricampeón
Mundial del Premio de Fórmula 1, luego de su trágico fallecimiento, quedaron al
descubierto varias instituciones de ayuda y beneficencia que él mantenía en
total y absoluto anonimato. Ese excepcional ser humano lo había entendido, al
haber manifestado: "No puedo
vivir en una isla de prosperidad, cuando estoy rodeado de un mar de miseria".
El hermoso
poema Desiderata del estadounidense Max Ehrmann, publicado en 1948, expresa en
una de sus estofas “Si te comparas con los demás, te volverás vano y
amargado, pues siempre habrá personas más grandes y pequeñas que tú”. En
realidad, el reto en nuestras vidas es compararnos y superarnos a nosotros
mismos, para lograr ser lo que deseamos y podemos llegar a ser.
Este artículo fue escrito por el autor sin uso ni apoyo de Inteligencia
Artificial (IA)
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