Artículo publicado en Los Tiempos Newspaper, Miami, Florida. USA
Miguel A. Terán
www.miguelterancoach.blogspot.com
Nos hemos acostumbrado tanto a pasar la vida haciendo para tener, que hemos olvidado que un objetivo básico de la vida es alcanzar la necesaria conciencia para lograr Ser. La vida debería girar de manera equilibrada entre Hacer – Tener - Ser, conservando un sano balance entre ellos, para vivir en armonía. Sin embargo, acostumbramos a describirnos o definirnos y a ser definidos o categorizados por lo que tenemos y lo que hacemos, corriendo el riesgo de llevar una vida que gira solo dentro de un interminable círculo de Hacer – Tener, olvidando la importancia de Ser.
Dinero, fama
y poder parecen ser los principales objetivos de vida. Y la vida se nos va
luchando continua y permanentemente por conseguirlos. Nuestro ego nos crea una
máscara basada en lo que hacemos y en lo que tenemos, ocultando lo que
realmente somos, inclusive para nosotros mismos.
En la medida
que el objetivo de nuestra vida sea hacer y tener, cada vez nos alejaremos más
del ser, dedicando todos nuestros esfuerzos solo en hacer, con el deseo
infinito de tener cada vez más. Esta confusión genera innumerables problemas,
porque los objetivos de vida se plantean en términos de pasar el tiempo haciendo,
para tener lo que acumularemos, esperando disfrutarlo algún día.
Vivir ocupados en múltiples actividades y compromisos, enfocados en el futuro junto a la negación de la realidad de la muerte, nos lleva a considerarnos “inmortales”; por lo cual, consideramos que tendremos tiempo más adelante y podemos posponer innumerables deseos y disfrutes, porque ya habrá tiempo para ello. "El éxito consiste en obtener lo que se desea. La felicidad, en disfrutar lo que se obtiene”, expresaba el pensador estadounidense Ralph Waldo Emerson.
Parece “normal”
que al tratar de explicar quién somos, siempre lo expresamos en base a lo que
tenemos o lo que hacemos. Pero no es lo mismo tener educación, que ser educado;
tener autoridad, que ser una autoridad; ni amar, que ser amado; ni tener
familia, que ser familia; ni que nos tengan miedo a que seamos respetados.
Podemos tener un título profesional, pero no ser nada profesionales; por
referir solo algunas de nuestras muchas confusiones entre hacer, tener y ser.
Nuestra vida
tendrá un rumbo diferente dependiendo como prioricemos estos tres aspectos,
hacer-tener –ser, pero nuestra cultura valora principalmente lo que se puede
ver y palpar; por ello, otorga únicamente valor al hacer, tener y poseer. De
manera tal, que llegamos a viejos batallando, por necesidad o sin ésta, solo
por la fuerza de la costumbre de estar haciendo siempre “algo”, porque el ocio,
el descanso y el no hacer nada son “mal vistos”. Trabajar para vivir es lo
lógico, pero nunca vivir para trabajar.
Sin embargo,
nos enorgullecemos afirmando que “Trabajaremos hasta morir”, mientras nuestro
orgullo debería consistir en ser felices y que al final de nuestra vida quienes
nos conocen puedan decir “Vivió intensa y felizmente, disfrutando de la vida hasta
el día de su muerte”. Todo ello, no es más una demostración de que pasamos la
vida sin aprender a vivir ni disfrutar, como dice la expresión “Del trabajo a
la tumba”. Tengamos presente que “El precio real de algo es la cantidad de vida
que entregas a cambio” como expresaba Henry David Thoreau.
A
innumerables individuos el dinero les atrapa de tal manera, que la vida se les
va luchando para obtenerlo, acumularlo y finalmente cuidándolo por miedo a
perderlo. Una triste historia refiere a dos personas conversando, y una le dice
a la otra: “Cuando niño era feliz jugando con billetes de mentira. Ahora tengo
billetes de verdad, pero me hacen feliz de mentira”. Ese mismo temor por
perderlo impide, a quien lo posee, disfrutarlo. Afirmaba Erich Fromm que “La
avaricia y la paz se excluyen mutuamente”.
Al salirnos
del momento presente para ubicarnos en un futuro, siempre nos llenaremos de
incertidumbres y el temor por carencias y la escasez, porque el futuro siempre
será incierto. La inseguridad, la incertidumbre y el miedo están relacionados
con el hacer y el tener, ya que éstos se pueden perder, mientras que el ser no
se pierde.
Consideré
válido referir a Bronnie Ware quien publicó un libro que denominó “Los cinco
principales arrepentimientos de quienes están muriendo”, basado en su
experiencia de trabajo brindando atención a personas con enfermedades
terminales, desahuciadas y que esperaban en cualquier momento la muerte.
Ella encontró
en esta experiencia una larga lista de arrepentimientos en esas personas que tenían
muy cercana la muerte. Los arrepentimientos más comunes fueron: 1. No haber
tenido el coraje de hacer lo que realmente querían hacer y no lo que los otros
esperaban que hiciera; 2. Haber trabajado demasiado, mientras perdían muchas
cosas de la vida; 3. No haber tenido el coraje de expresar sus sentimientos; 4.
No haber vuelto a tener contacto con viejos amigos; 5. Haber sido más felices.
Lo
interesante refiere esta autora es que todos estos lamentos de los desahuciados
hacen referencia a lo que no hicieron. La gente no parece arrepentirse de algo
que sí hizo. Trabajos como el de B. Ware deben llamarnos a reflexión, para
tomar conciencia de la importancia de hacer muchas cosas antes de que sea tarde
y no tengamos tiempo. Concluyo con una reflexiva frase del psicoanalista,
psicólogo y filósofo alemán Erich Fromm, quien nos dejó una pregunta vital: “Si
soy lo que tengo y lo que tengo lo pierdo, entonces ¿Quién soy?”.
Este artículo fue escrito por el autor sin uso ni apoyo de Inteligencia
Artificial (IA)
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