Artículo publicado en LOS TIEMPOS Newspaper – Miami, Florida. USA - Edición Enero 2022.
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Consideré válido comenzar el año escribiendo sobre el tema de agradecer, ese necesario y vital sentimiento de gratitud a través del cual demostramos estima, valoración, aprecio o reconocimiento hacia otro por lo que ha hecho o ha intentado hacer en nuestro beneficio o favor. La gratitud en su definición incluye corresponder de alguna manera; por ello, debemos expresar la gratitud que sentimos mediante palabras, objetos, acciones o gestos. “Sentir gratitud y no expresarla es como envolver un regalo y no darlo”, afirmaba el escritor inglés William Arthur Ward.
Al agradecer debemos reconocer el hecho, el gesto o la acción en sí misma, no el contenido ni el valor de lo recibido, porque en el momento que pretendemos calificar o valorar lo recibido nos arriesgamos a no agradecer, atrapados por las terribles expectativas. Damos por hecho o simplemente consideramos que merecemos las cosas, gestos, apoyo, ayuda, etcétera, que recibimos de otros; por tanto, es fácil olvidar que debemos agradecer.Las expectativas exageradas o nada realistas
constituyen una de las causas que más comúnmente afectan el agradecimiento,
porque todo lo recibido podría parecernos poco, debido a que siempre
esperábamos más y concluimos que no hay nada que agradecer. Esa exageración de
expectativas definitivamente acaba con el agradecimiento, ya que es común que
las expectativas sean superiores a lo que hemos recibido.
La falta de humildad es otro de los enemigos del
agradecer, porque impide que seamos agradecidos, al creer que lo sabemos todo,
que lo merecemos todo y considerarnos únicos autores y protagonistas de
nuestros logros y éxitos. Es muy común, en estos tiempos, reconocer que
nuestros jóvenes, a quienes les hemos dado de todo y más, son poco agradecidos
y parecen considerar que lo recibido simplemente lo merecían, sin reconocer el
esfuerzo de sus padres. Definitivamente, debemos enseñar a quienes vienen
detrás de nosotros, a las nuevas generaciones, a ser agradecidos y a expresar
ese agradecimiento.
Otro de los enemigos de la gratitud es el tiempo, y
bien lo expresó el famoso autor de la obra “El Padrino”, el escritor
estadounidense Mario Puzo, cuando dijo “El tiempo hace estragos en la gratitud,
aún más que en la belleza”.
Debemos agradecer y nunca olvidar, pasando de la palabra a los hechos, con aquellos quienes han sido clave en nuestros logros personales, educativos, profesionales, familiares o económicos. Un breve pero contundente proverbio chino dice: «Cuando bebas agua, recuerda la fuente». Olvidamos lo que éramos cuando escalábamos hacia el éxito e incluso olvidamos a nuestros compañeros de trayecto, porque aparecen nuevos "amigos y nuevos héroes".
Hoy estamos arriba y mañana quizás abajo; por ello, no debemos
olvidar cuando estamos arriba lo que era estar abajo, ni a quienes nos
acompañaron en nuestras épocas difíciles o en nuestra época de crecimiento.
Muchos personajes de ese pasado fueron vitales para nuestros logros presentes,
no los olvidemos y ayudémoslos ahora, si es posible.
Es válido aclarar que en la gratitud la “obligación”
no existe; en otras palabras, la gratitud no debe ser resultado de un
intercambio de favores. Agradecer no significa estar en deuda, porque de ser
así solo estaríamos intercambiando favores, pero el extremo oscuro de agradecer
es la ingratitud. Algunos piensan que si alguien les ayudó fue porque le
sobraba. Y otros no agradecen por considerar -como mencionamos líneas atrás-
que simplemente se lo merecen todo. En definitiva, parece que a muchos nos
cuesta agradecer y ello nos convierte en ingratos y mal agradecidos.
En otra perspectiva, ocurre con frecuencia que algunas
personas al ayudar consideran que quien recibió su ayuda les debe "Hasta
el Alma". Debemos ayudar sin interés, a quien necesita nuestra ayuda, y
agradecer a todo aquel que de alguna manera nos ayudó o aún nos ayuda. Al ayudar debemos olvidar y al recibir ayuda
por siempre recordar.
Sin embargo, no podemos negar que también es realidad
la existencia de quienes dan o pagan con “espejitos”, y llenos de expectativas,
esperan a cambio de esos espejitos un agradecimiento eterno e incondicional de
los demás. Estos mercaderes personajes
sienten, sufren y vociferan la falta de agradecimiento de las personas, pero al
no ser honestos con ellos mismos para reconocer lo poco y hasta miserable de su
ayuda, en comparación con sus reales posibilidades, sienten traicionada su
“buena voluntad y desprendido gesto”.
Por supuesto, que no debemos confundir un gesto de
buena voluntad con un gesto de justicia, en el primero de ellos, la obligación
no existe, en el segundo sí. Por ejemplo, si alguien me paga un salario o una
compensación justa por realizar un trabajo, puedo y debo agradecer a esta
persona la oportunidad de permitirme haber trabajado, no el salario o la
compensación, porque éstos fueron simplemente un acto de justicia y de
cumplimiento a un acuerdo previamente adquirido. Un autor anónimo refería «Que
agradecer por el pago recibido, según lo acordado, sería como dar las gracias a
un cajero automático por darnos dinero».
La verdad es que cuando ayudamos debemos hacerlo sin
ningún interés en ser retribuidos por nuestra acción. Más, sin embargo, y es
una triste realidad que detrás de muchas “desinteresadas”, “desprendidas” o
“caritativas” ayudas hay oscuros intereses. “Si haces bien para que te lo
agradezcan, mercader eres, no bienhechor; codicioso, no caritativo”, reconocía
el escritor español Francisco de Quevedo.
Entonces, seamos bien agradecidos, pero de corazón.
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