“La lectura es como el alimento; el provecho no está
en la proporción de lo que se come, sino de lo que se digiere”. Jaime L.
Balmes, filosofo, teólogo, sociólogo y político español
Se dice que peor que ser analfabeto, es saber leer y
no hacerlo; que peor que no leer, sabiendo hacerlo, es leer y no reflexionar
para comprender lo leído; y peor que no comprender lo que se lee, es mal
interpretar el mensaje leído. Una buena, sana y equilibrada lectura nos brinda
la oportunidad de nutrir nuestra mente, corazón y espíritu con conocimientos, conceptos
e ideas, que luego de reflexionarlas nos permitirán entender, comprender y
explicar adecuadamente el entorno, lo que ocurre, sus razones, su evolución y
cómo -eventual o realmente- nos afecta; inclusive algunas lecturas nos
transportan al lugar de nuestros sueños.
El hábito de la lectura es uno de los más sanos y
útiles hábitos humanos. Debemos sembrarlo en nuestros hijos, como parte de
nuestras enseñanzas y herencia, aunque para ello, nuestro ejemplo será de vital
importancia. Si somos solo lectores de titulares de periódicos y hemos leído únicamente
los libros que el sistema educativo no “obligó” a leer, posiblemente no
logremos sembrar este hábito en nuestros hijos.
Más, sin embargo, la lectura no escapa de lo tóxico e
inútil, porque mucho de lo que se escribe, se publica y leemos a diario es dañino
o nos aporta muy poco, quizá casi nada o hasta nos confunde. Por lo contrario,
existen lecturas que permiten comprender mejor a nuestro entorno, nuestras
circunstancias, a otras personas e, inclusive, a nosotros mismos.
La lectura es una herramienta clave si deseamos
expresarnos correctamente y con conocimiento. "Uno no es lo que es por lo que escribe,
sino por lo que ha leído" expresaba el brillante escritor Jorge Luis
Borges. En otras palabras, para escribir adecuada y efectivamente la condición indispensable
es ser primero apasionados lectores.
Es importante tener presente que nuestro mundo llega
hasta donde podemos explicarlo con nuestras palabras, no hay un más allá sin
las necesarias palabras. La lectura superficial sin verificación de datos y
fuentes, sin análisis ni reflexión nos lleva a aceptar, inferir y especular, sesgando
nuestros argumentos y dejándoles sin validez.
Existen sociedades con elevados niveles de índices de
lectura, pero muy poca de esa lectura trata sobre temas de crecimiento y
desarrollo humano o social, ni sobre aspectos socio-económicos o geo-políticos,
lo cual los hace absolutamente ignorantes de una realidad que les rodea. La
lectura pasa a ser en estas sociedades solo un pasatiempo, tal vez un “botatiempo”,
que quizá tiene ocultas razones. Tengamos presente que la ignorancia nos hace
fácil presa de los depredadores.
También es cierto a través de la lectura muchos
individuos refuerzan su fanatismo sobre algún tema, por ello sus lecturas son única
y exclusivamente sobre la idea, creencia, opinión, teoría o causa que ellos defienden
con ciega, anormal y enfermiza pasión. Los temas políticos y religiosos son los
más comunes en este particular tipo de lectores, quienes al no abrir su mente a
diferentes lecturas acentúan su fanatismo y cada vez giran más en el mismo
círculo, acentuando su dogmas y fanatismo.
La lectura al igual que la alimentación depende principalmente
de la calidad del alimento y de cuánto de lo que digerimos nos nutre. Es una triste
realidad, que, en cuanto a la lectura, que las librerías, diarios e internet también
se han llenado de “Fast Food” o “Comida Chatarra”.
Entonces, para concluir, se trata no solo de leer,
sino de escoger con sabiduría nuestras lecturas y fuentes de lectura, para
nutrir de manera equilibrada nuestra mente y corazón, enriqueciendo nuestro conocimiento,
conciencia y espíritu.
Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.
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