Cuando
decidimos estar solos, no es soledad, es una de las tantas elecciones que
tomamos con nuestra libertad.
Miguel
A. Terán
Para comenzar este artículo de reflexión
parece válido aclarar que la palabra soledad, aunque el diccionario la define
como “Carencia voluntaria o involuntaria
de compañía”, describe mejor y con más precisión a la carencia involuntaria de
compañía.
La sensación de soledad, en ese sentido negativo
y triste, parece estar más relacionada
con la soledad involuntaria, aquella que nos llega sin desearla o que la hemos
buscado sin darnos cuenta, siendo reales culpables de su existencia.
En las relaciones de pareja, cuando éstas se
deterioran, es común considerar que en
un extremo está la soledad y en otro la libertad; no obstante, cuando la
soledad es voluntaria la libertad es uno de sus beneficios. Al finalizar una
relación de cualquier tipo, que podamos definir como tóxica, una o algunas de las partes involucradas
pueden considerar haber logrado
libertad, sin sensaciones ni sentimientos de soledad. Allí aplicaría el viejo
refrán “Más vale solo que mal acompañado”.
Lo contrario, es sentirse solo, sin compañía,
carente de esa deseada compañía. Y es allí cuando deberíamos considerar si en
realidad nos sentimos libres o nos sentimos solos. Porque también existe esa
“falsa libertad”, que de “la boca para fuera alabamos, pero que nos hace daño,
porque no estamos convencidos y en realidad nos sentimos solos”. En este caso,
mentimos a los demás y a nosotros mismos, alabando las bondades de la libertad,
cuando desearíamos llenar nuestra soledad.
Existen innumerables casos de personas que
sacrifican libertad para evitar la soledad, porque necesitan una referencia
externa al no ser compañía para ellos mismos. Pero también –con frecuencia- ocurre
lo expresado por el fallecido actor estadounidense Robin Williams, quien dijo: “Solía
pensar que la peor cosa en la vida era terminar solo, no lo es. Lo peor de la
vida es terminar con alguien que te hace sentir solo”. En otras palabras, también
podemos estar acompañados y sentirnos solos, y hasta muy solos.
Cuando logramos establecer una buena relación
con la soledad y aprendemos a ser compañía para nosotros mismos, no hay
problema. Años atrás preguntaba el escritor italiano Carlo Dossi “¿Por qué, en
general, se rehúye a la soledad?”, para responderse él mismo: “Porque son muy
pocos los que encuentran compañía consigo mismos”.
“La
soledad es la pobreza máxima” afirmaba la escritora, columnista y locutora de
radio estadounidense Pauline Phillips, pero vale reiterar que la autora –con toda
seguridad- se refiere a esa soledad involuntaria o no deseada. El rabí Abraham
ben Meir ibn Ezra, conocido como El Sabio o El Grande planteaba que “No hay nadie
más solo que quien se ama solo a sí mismo”; por ello, son también muchos
quienes en la vejez recogen soledad, como la cosecha de su siembra de vida. Expresaba el gran poeta chileno Pablo Neruda "Algún
día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente –sin opción de
escapar- te encontrarás a ti mismo, y ésa, solo esa, puede ser la más feliz o
la más amarga de tus horas".
Afirmaba
el periodista y escritor estadounidense Tom Wolfe que “La cura más segura para
la vanidad es la soledad”, porque ante la soledad, la arrogancia y la
presunción no tienen a quien lucirle. La
sociedad ha presionado de tal manera la individualidad que “El
gran proyecto global de nuestro tiempo es la competencia y es por ello que el
individuo permanece en gran medida solo en el mundo”, afirma la escritora feminista
alemana Meredith Haaf.
En
una perspectiva positiva y saludable, siglos atrás, expresaba el pensador
francés Marqués de Vauvenargues “La soledad es al espíritu lo que la dieta al
cuerpo”, según él hacen falta momentos de soledad en nuestro transitar por la
vida. El problema no es la soledad, el problema es cuando no sabemos compartir
con ella. Al respecto afirmó el famoso filósofo y escritor francés Jean-Paul
Sartre “Si te sientes en soledad cuando estas solo, estas en mala compañía”. En
similar orden de ideas el psicólogo y escritor Wayne Dyer, reconocía que “No
puedes estar en soledad si te gusta la persona con la que estas solo”.
“La
soledad es el hecho más profundo de la condición humana. El ser humano es el
único ser que sabe que está solo”, reconocía el mexicano Octavio Paz, poeta,
escritor y Premio Nobel de Literatura. No existe soledad, en el sentido negativo, para quien está en paz
consigo mismo. Compartir amigablemente con la soledad es un aprendizaje muy importante
para vivir en esa necesaria paz, pero tengamos presente que éste no es el
estado ideal de un ser social, como somos los seres humanos.
16
de Noviembre de 2015.
Miguel
A. Terán
Psicología,
filosofía y coaching.
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Nota:
imagen extraída de la web
Referencias:
Tomadas de Wikipedia + RAE (Diccionario de la Real Academia de la Lengua
Española.
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