“No puedes ser envidioso y feliz al mismo tiempo”.
Frank Tyger (1929 -2011). Caricaturista,
columnista y humorista estadounidense.
REFLEXIÓN: La envidia es definida como aquel
sentimiento o emoción de dolor, tristeza, pesar o desdicha por el bienestar o
las posesiones de otro u otros. El filósofo griego Platón, milenios atrás,
complementaba esta definición agregando «Es envidia la que provoca placer por
las desgracias de los amigos». En resumen, es una extraña y enfermiza mezcla de
placer y tristeza. Está reconocida
como uno de los siete pecados de catolicismo. La envidia impide a quien la
sufre disfrutar, amar y agradecer.
Algunos siglos atrás refería el escritor, filósofo
y pensador político francés Barón de Montesquieu “Queremos ser más felices que
los demás, y eso es dificilísimo, porque siempre les imaginamos mucho más
felices de lo que son en realidad”. Esto es un hecho, ya que –generalmente- no
tenemos completa información ni referencia para poder evaluar o juzgar a los
otros, por tanto, cualquier conclusión será limitada y más emocional que
racional. Ratificando
lo anterior, el pensador estadounidense Ralph Waldo Emerson, afirmaba que “La envidia es ignorancia”.
Alguien refería que para juzgar la felicidad de
una persona en su hogar, deberíamos vivir en ese lugar al menos una semana,
para luego expresar con propiedad nuestra opinión. Entonces, es un hecho, que
la envidia tiene base en la suposición o la especulación, lo que nos hace
perdernos o diluirnos en hipótesis falsas, que terminan afectándonos a nosotros
y a quienes nos rodean.
El escritor ucraniano Leonid S. Sukhorukov plantea
que «El peor regalo para una persona que tiene envidia es un palacio, con una
vista hacia otro palacio mejor». «La
envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual»,
expresaba el escritor español Miguel de Unamuno. Mientras el filósofo español
Fernando Savater se atreve a reconocer que “El envidioso es más desdichado que
malo”.
Parafraseando al filósofo alemán Arthur
Schopenhauer, podríamos considerar que la envidia demuestra cuán desdichado
se siente quien la sufre, y cuán aburrido al dedicar su constante atención
a lo que hacen o dejan de hacer los demás.
En los lugares donde las bases morales y éticas de
la sociedad se resquebrajan, la envidia aparece como un monstruo dispuesto a
acabar o arruinar lo que queda, haciéndose acompañar del egoísmo, el oportunismo,
la viveza, la mentira, la insensibilidad y otras, que juntas destruyen
los valores, creando una sociedad decadente y enferma.
Las redes sociales, de esta época, están
llevando nuestra imaginación sobre la felicidad de los otros a un problema de
silenciosa envidia colectiva y viral, al estimularnos a vivir en continua
comparación. Al respecto consideraba el filósofo, político, abogado y escritor
inglés, Sir Francis Bacon, que “Si no hay comparación,
no hay envidia”.
La realidad es que podemos ser tan felices como
decidimos serlo, porque la felicidad no viene de afuera sino de adentro.
Entonces, comparémonos con nosotros mismos y seamos felices a nuestra manera.
Algunos siglos atrás, el poeta místico y religioso persa, Rumi, decía
“Afortunado es el que no lleva la envidia como compañero”. Podemos
concluir que no puede tener paz quien envidia.
Miguel A. Terán
Blog: www. miguelterancoach.blogspot.com
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE
(Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española).
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