Parece que los
seres humanos siempre hemos buscado modelos y ejemplos, como guía a seguir para
orientar el rumbo de nuestras vidas. La palabra orientar no tiene ninguna
polaridad, no es positiva ni negativa, porque es en realidad el rumbo que
tomamos lo que nos lleva hacia lo positivo o lo negativo. El modelo a seguir
ayuda a construir la identidad y a
definir un propósito en la vida, especialmente en los niños y jóvenes, porque
ellos son las semillas de las mujeres y hombres del mañana.
Esos primeros
modelos, generalmente, han sido nuestros padres, maestros y los adultos,
significativos, que nos rodean durante
nuestro desarrollo y crecimiento. Más adelante copiamos modelos de nuestros
amigos y compañeros de estudio, profesores y supervisores, cuando entramos al
mundo laboral.
Con el paso
del tiempo, en muchos casos, y por
ausencia o debilidad de los modelos tradicionales, tristemente, hemos emigrado
a los modelos de utilería, haciendo referencia a la palabra que representa las
cosas, objetos y enseres en un escenario teatral, artístico o cinematográfico.
Ese “modelo” mediático, creado por especialistas, es en realidad un pseudo o
falso modelo, que nos es ofrecido y vendido como un modelo a seguir. Es un
hecho que las llamadas celebridades influyen el comportamiento de muchos
individuos, imponiendo patrones de conducta, consumo, estereotipos y
apariencia.
Uno de los
problemas del modelo que seguimos, con la excepción tal vez de nuestros padres
con quienes hemos convivido, es que generalmente conocemos solo una parte del
ese modelo mediático; en muchas oportunidades, quizá solo su estilo de vida y
lo superficial, como un iceberg al cual únicamente podemos ver la punta. Sus
tragedias internas, hábitos, tendencias y adicciones, van a apareciendo por el
camino.
Muchos
individuos de “éxito” artístico, deportivo, profesional o de otro tipo, no han
llegado a desarrollar ni el mínimo grado o nivel de conciencia acerca de su
enorme responsabilidad social, desconocen el efecto de sus patrones de
conducta, estereotipos, apariencia e imagen, en la distorsión de principios y
valores, en aquellos que les siguen.
Esos modelos
fabricados tiene una razón de ser, son herramientas de una actividad de
negocios; por ello, son inconsistentes,
en actitudes, palabras, acciones, conductas,
y todo lo que hacen, apuntan hacia “algo” que ni los mismos modelos, que
a su vez son víctimas de su propio personaje o éxito, tienen idea de adonde les
llevará su desacertado estilo de vida.
Ha sido
denominador común que terminen mucho más abajo de donde comenzaron, hundidos en el fango de su propia fama. A quienes les seguimos, en algunos casos de
celebridades - por ejemplo- deportivas, nos queda la decepción y la falta de
indemnización por las horas idolatría, sueños y emociones que brindamos a un simple muñeco de barro, cuando sus
hazañas deportivas concluyeron siendo el resultado del consumo de drogas, que
potenciaron su desempeño.
Para muchos de
ellos, y la historia pasada y reciente así lo demuestra, la página final de su
espectáculo podría resumir su epitafio. Muchos de estos “héroes”, que si bien
es cierto podríamos admirar e idealizar en ellos algunas aptitudes artísticas,
musicales o deportivas, no siempre son buenos modelos a imitar. Es una realidad
que para muchos individuos el problema de la vida no ha sido solo comenzar,
sino saber cuándo y dónde detenerse, para no llevar una vida sin límites.
Miguel A.
Terán
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