Por: Miguel
A. Terán (*)
Las
personas emigran de sus países o lugares de origen o residencia por diversas y
variadas razones, entre ellas políticas, económicas, sociales, familiares,
afectivas, de seguridad, académicas, profesionales y otras más, y tal vez una
mezcla de varias de éstas.
El
inicio de un proceso es muy importante para su éxito, alguien sabiamente
refirió que los finales están ocultos en los principios. En otras palabras, que
podemos iniciar con las probabilidades en contra o a favor, dependiendo de la
combinación entre preparación y oportunidad. Recordemos que lo que mal empieza, mal o peor
termina, según dice el refrán. Por ello, la importancia de hacer las cosas bien
desde un principio.
Generalmente,
para tomar cualquier decisión de cambio en nuestras vidas, emigrar no es una
excepción, requerimos que ocurran y se
conjuguen dos condiciones, la primera de éstas, que exista algún factor o
factores que nos empujan (Push) o motivan a tomar la decisión -para salir del
lugar o situación donde estamos- y, la segunda, que exista algún o algunos factores que nos
halan (Pull) motivan o atraen -desde otro particular lugar o situación- para
salir de donde estamos actualmente.
Con
la excepción de situaciones extremas, casos de persecuciones de tipo político,
guerras o cataclismos naturales o sociales, ambos factores (Push / Pull) deben
confluir o coincidir en un mismo propósito, para que se haga efectiva la decisión de
emigrar y se convierta en realidad nuestro cambio de lugar de residencia. En
otras palabras, la necesidad y/o el deseo de salir del lugar de origen se conjugan
con las expectativas del otro lugar, para considerar como válidas opciones de
vida en otras tierras u horizontes, que
parecen ofrecer alternativas para la satisfacción de esos deseos y necesidades.
Salvo
en esos casos extremos, que representan más un huir del lugar de origen o
residencia para salvar la vida, ocurre que en situaciones más “normales” de
emigración, el elemento imprescindible para sostener la decisión es definir lo
positivo y negativo de nuestro actual lugar de residencia, considerando las
razones que presionan el cambio, así como las expectativas positivas o
negativas que consideramos nos ofrece el probable lugar de la nueva residencia.
La
situación de emigrar no parece tener igual significado para un individuo, quien
no tiene mucho que perder en su lugar de origen o residencia, y que huye
escapando de condiciones políticas, económicas y sociales extremadamente críticas,
que podrían incluir guerras; versus aquel otro individuo quien sufre de alguna
manera condiciones que le perturban, presionan o han cambiado su status quo,
pero –tal vez- aún no son tan críticas comparadas con lo que pierde al momento
de emigrar; llámese ello, recursos económicos, activos, negocios, status, prestigio,
relaciones o confort.
En
esos casos, que no son de vida o muerte, la probabilidad de éxito del proceso
de emigración debe resultar de una cuidadosa planificación que considere los diferentes
pros y contras. El tiempo es un factor a favor o en contra de una armónica y
equilibrada decisión de emigrar, dependiendo de lo proactivos que seamos
decidiendo y actuando.
Postergar,
para más adelante, conversaciones y discusiones familiares al respeto, exagerar
en los límites razonables de tiempo, para evaluar y decidir si la condición que
nos empuja a emigrar continua vigente y agravándose, no ejecutar de manera
metódica ni organizada la disposición de nuestros activos, así como la transferencia de recursos a utilizar en el
lugar donde emigraremos y otras muchos aspectos, que requieren tiempo,
significa acumular decisiones y acciones para último momento, garantizando
procesos estresantes e intempestivos de ruptura, con alto costo en lo
financiero, familiar, afectivo, emocional y psicológico.
Especialistas
en las ciencias de la conducta humana y social, concluyen que el cambio humano
prospera o se hace realidad, si y solo si, el dolor de cambiar es menor que el
dolor de permanecer sin cambiar. En algunas situaciones, este dolor de cambiar
puede ser más una expectativa que una realidad, ya que en el caso de la
emigración, debemos primero ejecutarla y luego evaluar los resultados.
En
muchas oportunidades podemos considerar la decisión de emigrar, como una opción
o como una necesidad, pero en cualquiera de los casos se requiere tomar el
tiempo para digerirla, planificarla y ejecutarla, porque de ello dependerá
parte importante del éxito en nuestro nuevo lugar de residencia.
Julio 05, 2014.
(*)
Nota del escritor: He sido emigrante por varios años, experiencia que ha
traído y dejado conmigo satisfacciones, logros y fracasos, pero de cuya
reflexión, unida al compartir alegrías, logros, fracasos, sufrimientos y
vivencias con otros emigrantes, además de leer algo o mucho al respecto
tratando teorizar la experiencia, he concluido adquiriendo aprendizajes y oportunidades
de enseñanzas transmisibles a otros.
Tratando
de hacer realidad esa transmisión de conocimientos, parte de mi actual
actividad profesional está dedicada a apoyar a quienes comienzan a considerar
ideas de emigrar, a quienes ya están
dando pasos para convertirlas en realidad e inclusive a quienes, ya como inmigrantes,
necesitan reconsiderar algunos aspectos y
corregir rumbos, “ajustando
velas”, para lograr el éxito deseado.
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