martes, 19 de diciembre de 2023

La crianza, educación y formación de nuestros hijos. Miguel A. Terán

Artículo publicado en Los Tiempos Newspaper - Miami, Florida. USA Diciembre 2023

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Alguien acertadamente expresó que “los niños de hoy son el resultado de los padres de hoy”, personalmente le agregaría, y de las sociedades de hoy. Entonces, es importante reconocer que estas nuevas generaciones tienen particulares y diferenciales características, muy distintas a las generaciones de algunas décadas atrás.

Los jóvenes que han nacido en este milenio y en la última década del anterior, han tenido unos padres ilimitados y desmedidos en sus esfuerzos para ofrecerles el mejor nivel de vida posible y tratarlos de la mejor manera, algo quizás muy distinto al trato que muchos de ellos mismos recibieron de la generación anterior de padres.  

Es un hecho que los padres de estos tiempos son una extraña mezcla entre exigencias y complacencias, que los lleva en una continua e interminable búsqueda de la “perfección” de sus hijos y de la protección de éstos.  

Muchos son individuos permanentemente insatisfechos con los resultados y causantes del agotamiento, tanto de ellos como de sus hijos. Buscando siempre “lograr un poco más”, para llenar el vacío entre sus expectativas y la realidad, lo cual representa una pesada carga. 

Tanto los padres como la sociedad son culpables de la insana e insaciable competencia de estos tiempos, que tanto daño hace a individuos y al tejido social. El real logro consistiría en aprender a no exigir a nuestros hijos que pretendan alcanzar sus metas a toda costa, sino hacerles comprender la importancia de los límites y aprender a ser felices transitando el camino de la vida, porque la felicidad no necesariamente está en un lugar al cual debemos llegar. Una vida de competencia les mantendrá siempre alejados de la paz y la felicidad.

Además, ocurre que en ese desmedido interés de continua perfección pretendemos resolver la vida de nuestros hijos en el corto plazo, dedicándonos a dar respuesta a sus inquietudes y asumiendo la responsabilidad de problemas que pertenecen a sus hijos. En innumerables ocasiones los hijos se desentienden de su problema y la responsabilidad de la solución es ahora de sus padres.


Aunque, en realidad, si quisiéramos que ellos mismos puedan dirigir y resolver sus vidas en el largo plazo, lo que deberíamos es ayudarles a reconocer sus necesidades, a manejar sus emociones, a vivir una vida basada en principios y valores, a tomar conciencia de sus propias decisiones asumiendo la responsabilidad de éstas y teniendo adecuado criterio para escoger su propio camino. 

Los padres podemos obsesionarnos tanto con ese desvirtuado y patológico objetivo de vida, que llegamos a considerar a nuestros hijos como lo más cercano a la perfección, lo que nos imposibilita aceptar algo negativo de ellos, olvidando que son seres humanos los convertimos en un proyecto, nuestro proyecto de vida. Al negar, inclusive lo obvio, este tipo de progenitores se arriesgan a que cualquier problema con sus hijos crezca en el tiempo, mientras se niegan a reconocerlo. 

Los padres debemos entender que en el hogar se educa y en la escuela se forma. Pero, no siempre se entiende así y pretendemos asignar a la escuela la tarea de educar a nuestros hijos. Aunque con una limitación importante, ya que los padres de esta generación no consideran a los maestros sus socios en el proyecto de formar a sus hijos, delegando en los maestros solo la responsabilidad, pero no la autoridad. Y eso es visible, en el absoluto apoyo a sus hijos en caso de que surja alguna diferencia o discrepancia con el maestro. 

Nuestros hijos deben comprender desde pequeños que la libertad está unida a la responsabilidad, y que recibiremos las consecuencias –positivas o negativas- de nuestras acciones, porque en la vida recogemos lo que sembramos. Es importante tener presente que “Tus hijos no tendrán éxito gracias a lo que hayas hecho por ellos, sino gracias a lo que les hayas enseñado a hacer por sí mismos”, tal cual afirmó la periodista estadounidense Ann Landers. En similar orden de ideas, expresaba el científico francés Louis Pasteur “No les evitéis a vuestros hijos las dificultades de la vida, enseñadles más bien a superarlas”.

Garantizar a nuestros hijos una infancia y adolescencia de “espectáculo” o “burbuja”, sin problemas y con todo resuelto no es garantía de una adultez feliz; por lo contrario, muchas veces lograremos el efecto indeseado. Porque darles todo no los prepara para la vida, sino que los deja –en muchos casos- sin capacidad para sobrevivir a las frustraciones a que regularmente nos somete la vida.  Es visiblemente preocupante la poca capacidad de frustración de los niños y jóvenes de hoy, pero la respuesta parece sencilla, porque lo han tenido todo, rápido y bastante fácil. La continua insatisfacción es casi una enfermedad de nuestro tiempo.

El filósofo y sabio chino Confucio -hace aproximadamente 25 siglos- recomendaba “Cría a tus Hijos con un poco de hambre y un poco de Frío”, evitando darles de todo y hasta en exceso, así valorarán. Ellos deben entender –desde muy pequeños- que no todo tiene una etiqueta de precio; por lo tanto, no todo se puede comprar, porque muchas cosas debemos ganarlas con nuestro tiempo, dedicación y esfuerzo. 

La adversidad, los contratiempos, los infortunios y otros elementos limitantes son parte de la dinámica de vida, y requeriremos manejarlos adecuadamente para poder vivir en armonía y equilibrio. Al querer dar a ellos una vida sin obstáculos, estaremos criándoles incompletos, porque le cortaremos vivencias y experiencias necesarias para aprender y desarrollar los conocimientos y habilidades que más adelante requerirán para crecer e independizarse. 

A nuestros hijos los preparamos no solo con lo que les decimos que deben hacer, sino con nuestro diario ejemplo. Al respecto, bien lo expresó la Madre Teresa de Calcuta, diciendo “No te preocupes porque tus hijos no te escuchen: te observan todo el día”.  Nuestros hijos pueden ser nuestro espejo más preciso. Un ejemplo válido es lo que ocurre cuando llevamos los niños al colegio, mientras en la vía hablamos por celular, sin tomar conciencia y precaución que ellos -aunque estén jugando con su equipo electrónico o vayan viendo por la ventana- en ese momento si nos están escuchando. En esas conversaciones con un tercero podemos estar diciendo cosas distintas a lo que tratamos de enseñarles con nuestros consejos. 

A diferencia del pasado, los padres de hoy día se involucran –tal vez- demasiado y por demasiado tiempo en la vida de sus hijos. Algunas veces, ya con los hijos adultos, los padres pretenden seguir dirigiéndoles la vida, más aún cuando esos padres siguen siendo -de alguna manera- la fuente de dinero.  Todo en la vida tiene límites y es sano entender y respetar esos límites.

Esta errónea conducta ha llevado a que muchos padres hayan perdido el sentido y enfoque de sus propias vidas, inclusive de pareja, desviándolas para girar solo y únicamente alrededor de las vidas de sus hijos. Cuando los hijos crecen y se van de casa, surge el llamado efecto del “Nido Vacío”, al cual dolorosamente se enfrentan las parejas que descuidaron sus espacios y tiempos personales y de pareja, para haberse dedicado básicamente a la atención de sus hijos. La relación de pareja puede haberse conservado en el tiempo, con el objetivo -casi único-de lograr la crianza de los hijos, pero al perder sus momentos de pareja, dejaron de serlo, por lo cual reactivarse como pareja algunos años más adelante no será tarea fácil. 

En la educación y formación de nuestros hijos, no hay ejemplos, actitudes ni conductas neutras de nuestra parte; todo lo que hacemos los educa o mal educa, los forma o los deforma, los construye o destruye. Igualmente, al momento de criticarlos, nuestras críticas pueden ser positivas, negativas, constructivas o destructivas. Es un hecho que desperdiciamos –aturdidos por las urgencias de cada día - maravillosas oportunidades y momentos para conversar, enseñar y sembrar en nuestros hijos lo que deseamos cosechar en ellos el día de mañana.

Es vital enseñarles a ser agradecidos con la vida y las personas, porque ello les permitirá disfrutar y valorar lo que son y lo que reciben. Evitando formar individuos más preocupados por lo que les falta, que por valorar y disfrutar lo que tienen.

Quizá algunos consideremos que los padres del pasado tampoco dedicaban muchas horas a sus hijos, pero debemos estar conscientes que los riesgos de malas influencias no eran tantos como lo son hoy día. Antes podíamos prohibir a nuestros hijos la relación con algún compañero de estudios o vecino que considerábamos no era buena influencia, porque nosotros mismos lo conocíamos. Hoy día nuestros hijos pueden estar siendo influenciados por alguien que está en el otro extremo del mundo. 

Antes podíamos "perder" un hijo en la calle sino estábamos vigilantes de sus amistades. Hoy día los hijos se pierden en su habitación, mientras ignorantemente consideramos que están seguros, porque están en casa. Sin reconocer que la televisión, internet y las redes sociales son "Caballos de Troya" que hemos dejado entrar en nuestras casas y que nos "roban" a nuestros hijos. 

En estos tiempos la relación padres- hijos debe estrecharse, acercarse o unirse, pero no para lo que hemos criticado algunos párrafos atrás, sino para poder darles balance y equilibrio en la lucha con los antivalores que ellos reciben a diario del ambiente, sociedad o entorno.

Al no asumir nosotros como padres esa responsabilidad, que, si nos pertenece, entonces los medios de comunicación, la televisión, internet, las redes sociales, otras personas y la sociedad tomarán nuestro lugar, sin saber hacia qué dirección estarán guiando sus pasos. Alguien expresaba que “Recordemos que no solo estamos criando niños, sino también creando a los adultos del mañana”.


2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Muchas Gracias. Nos alegra que haya sido de su interés y agrado. Por favor, si le es posible compártalo. !Feliz Año 2024!

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