Artículo publicado en Los Tiempos Newspaper - Miami, Fl. USA
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“Una sociedad
que no cuide y proteja la familia estará sembrando su destrucción”, la razón es
que “La familia es base de la sociedad y el lugar donde
las personas aprenden por vez primera los valores que les guían durante toda su
vida” afirmaba el Santo Padre Juan Pablo II. Sin embargo, es válido aclarar,
que esa enseñanza de los valores básicos que da la familia a sus integrantes
puede ser para bien o para mal del individuo y la sociedad, dependiendo de los
valores que siembra cada familia en sus miembros.
Los valores determinan nuestra manera de ser, orientando y regulando nuestra conducta, acerca de lo que es bueno o no, acerca de lo permitido o no. Por ello, las decisiones serán más fáciles de tomar cuando conocemos y ponemos en práctica los valores que nos guían. Ahora el detalle estará en cómo esos valores son buenos o no para el entorno donde pretendemos aplicarlos.
En referencia
tomada del reconocido filósofo Lou Marinoff en su libro el ABC de la Felicidad,
él expresa que el filósofo Chino Confucio, en lugares y tiempos distintos, coincidiría
con Aristóteles en que la familia es la unidad fundamental del estado (sociedad),
algo así como un estado en miniatura. Ellos consideraban que para que en
un estado (sociedad) reine la armonía, ésta debe reinar primero en la
familia. Confucio expresaba en las Analectas: «Para poner el mundo en
orden, antes debemos poner el país en orden; para poner el país en orden, antes
debemos poner la familia en orden.»
Continuaba
expresando que «Las familias desordenadas engendran países desordenados; los
países desordenados, un mundo desordenado. […} Insistía Confucio que […] «La
fortaleza de un país proviene de la integridad del hogar…y la debilidad de un
país proviene de la desintegración de sus hogares.»
Vivir juntos bajo un mismo techo de ninguna manera significa formar parte de una familia, sin
entrar en detalles de cómo está compuesta. Una familia debe ser un equipo de personas unidas por un fin común, e integrados por principios y valores, también comunes que conforman la cultura propia de ese núcleo familiar. Lo ideal es que esos valores de la familia de alguna manera estén alineados con los valores de la sociedad de la cual forma parte la familia.
No obstante,
en la medida que las sociedades demuestren más rupturas y deterioro en sus
valores y conductas, alejándolos de los principios universales y convirtiendo
lo anormal en normal, el trabajo de formar familias y hogares es más duro,
complejo y difícil, porque las familias deben convertirse en frente y escudo
protector para velar por la integridad ética y moral de sus miembros.
Desde el
punto de vista lingüístico podemos establecer diferencias entre una casa y un
hogar, la diferencia es que en la primera sus bases son de bloque, cabilla, cemento
y otros materiales de construcción; mientras que en el hogar las bases son de
valores y principios. Tristemente debemos reconocer que en las sociedades de
hoy encontramos cada vez más casas, pero cada vez menos hogares. Una
familia en el correcto sentido debe hacer esfuerzos por unirse para formar y
convivir en un hogar.
Un requisito
indispensable para construir familia es el tiempo, poco éxito tendremos
tratando de establecer principios y valores en los miembros de nuestras
familias, cuando existe un claro desequilibrio en el tiempo que disponemos u
otorgamos para nuestra familia, en comparación con el tiempo de que dispone el
entorno y otros medios, tales como televisión, internet y las redes sociales, e
incluso la misma sociedad para instalar sus propios valores, que en algunos casos han venido convirtiéndose
en seudo o falsos valores.
Unos padres
dedicados básicamente a proveer recursos para satisfacer a los miembros de sus
familias, quienes, por diversas razones, han olvidado o no pueden cumplir su
importante función como guías del hogar, estarán permitiendo el deterioro de
sus familias. Alguien se preguntaba: Cuándo contrato una señora que estará
cuidando a mis hijos, ¿Quién le estará cuidando los hijos a ella?
Otro vital requisito
para construir familia es la comunicación, elemento clave para la transmisión
de principios y valores; así como, para el establecimiento de una cultura
familiar, cuya función es definir y establecer las pautas de actitud y conducta
permitidas en sus integrantes. Pero, la comunicación también requiere tiempo
ejercerla, porque ésta debe ser de continua y diaria práctica en una familia
que pretenda formar un hogar. Unos padres ausentes dedicados a proveer recursos
para el hogar no tendrán el tiempo ni la energía para esta importante tarea.
La confianza
y el respeto mutuo son otros elementos que permiten llevar a feliz término la
conformación de una familia. Ambos deben construirse con el ejemplo, porque no
podemos decretarlos. Ninguna sana relación puede tener como base la
desconfianza ni la falta de respeto en ambas direcciones. Un hogar establece claros
límites entre los deberes y derechos de sus miembros, lo cual es vital para la
armonía.
A un
individuo lo forman la familia, la escuela y la sociedad, pero es en ese orden.
No podemos pretender endosar a la escuela responsabilidades que son propias de
la familia. Es cierto que la escuela como parte de la sociedad tiene un rol
cultural y de formación, no necesariamente de educación. Los principios y valores de la
familia deben representar ese escudo protector que les permita a sus
integrantes no solo vivir y sobrevivir, sino convertirse en individuos
conscientes de la importancia de su rol como miembros de una sociedad.
Las palabras
escritas por Confucio, mencionadas al principio, tienen aproximadamente 2.500
años, pero están vigentes como si se hubieran escrito hoy. Estas palabras nos
permiten entender que parte importante de los problemas que vive la sociedad,
no son ni más ni menos que una consecuencia de los verdaderos problemas, cuyas raíces
más profundas podemos encontrarlas en el deterioro de familias y hogares.
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