lunes, 6 de noviembre de 2023

RECOGEMOS LO QUE SEMBRAMOS. Nuestra sabiduría consistirá en escoger bien lo que sembraremos.

Artículo publicado en Los Tiempos – Octubre – Nov. 2023. Miami, Florida. USA

Miguel A. Terán

 www.miguelterancoach.blogspot.com

www.lidervoice.com

Se dice que en la semilla está todo, el árbol, las hojas, las flores y los frutos. La naturaleza es sabia, sin confusiones. Por el contrario, los seres humanos brindamos poca atención a la semilla e incluso a los cuidados de la siembra, pero nos sorprendemos, preocupamos, quejamos y protestamos cuando recogemos o cosechamos algo distinto a lo que creímos haber sembrado o cuando perdemos la cosecha por falta de adecuada atención y cuidados.


Nadie en su sano juicio esperaría cosechar tomates si sembró pimentones. Pero en otros aspectos de la vida esa expectativa equivocada si ocurre, y además es bastante común, cuando sembramos algo y esperamos recoger algo distinto. La biblia expresa en Gálatas 6:7-10: «No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará (cosechará o recogerá)».

Es nuestra decisión escoger lo que sembramos, pero debemos estar conscientes que nuestra cosecha estará relacionada con la semilla que sembramos. Nuestras decisiones, acciones y palabras tienen resultados o consecuencias, para bien o para mal. No decidir, no hacer o no expresar nuestro punto de vista también son decisiones y acciones, que afectan los resultados. No decidir no nos exonera de culpa, ya que conlleva la decisión de no haber decidido.

El viejo refrán “Quien siembra vientos recoge tempestades”, nos advierte de las consecuencias de nuestras inadecuadas actuaciones. Algunas veces sembramos y pasa el tiempo, tanto que olvidamos la semilla y la siembra, y luego nos sorprende la cosecha, para bien o para mal. Entonces “pagamos” deudas con la vida que no recordamos o recibimos “premios” en la vida cuyo origen tampoco recordamos. Pero -en general- debemos tener presente que la vida nos retornará en el mismo sentido -positivo o negativo- nuestras acciones morales del pasado. Nuestras decisiones, palabras y acciones serán como un búmeran que se nos devolverá en algún momento de nuestras vidas.

En estos tiempos, de apuros, urgencias y escasa paciencia, andamos más preocupados por cosechar que por escoger bien las semillas que estaremos plantando. El director de cine británico Robert Stevenson afirmaba: “No juzgues cada día por la cosecha que recoges, sino por las semillas que plantas”. 

En un ejemplo, nuestras sociedades están llenas de padres proveedores que olvidaron su función como educadores de sus hijos, y que esperan que la escuela cumpla funciones que debió cumplir el hogar. Podríamos decir que es una siembra no debidamente atendida ni cuidada, por lo cual la cosecha quizá sea distinta a lo ilusamente esperado. Muchos niños y jóvenes de gran potencial, podríamos considerarlos buenas semillas, se pierden por falta de adecuados cuidados y atenciones de unos padres desenfocados de su función y responsabilidades en la crianza.

El vital contacto y presencia en la vida de nuestros hijos se convirtió en continuas y crecientes ausencias, que pretendemos llenar con cosas materiales y complaciendo innumerables caprichos. La realidad es que nuestros hijos nos piden tiempo y contacto, no cosas, hasta que se acostumbran a llenar sus vacíos con cosas, que en un futuro pudieran ser el camino al mundo de las drogas. 

Es un hecho, que buena parte de los progenitores nos desvivimos –día a día- por brindar a los integrantes de nuestra familia el mejor y mayor esfuerzo para hacerlos felices. Y en ese esfuerzo, llegamos a la conclusión, que como proveedores de bienes materiales garantizaremos el mejor nivel de vida posible para nuestra familia; y de esa manera, estaremos cumpliendo el objetivo de hacerles felices. No obstante, esa afanosa búsqueda de mayor nivel de vida nos lleva a disminuir la calidad de nuestras relaciones familiares; y con ello, estaremos deteriorando –a mediano y largo plazo- la calidad de nuestra vida personal, de pareja, familiar y afectando a la sociedad en que vivimos.

Además, la pareja y la familia han perdido espacios y tiempos, hurtados por la televisión, internet y las redes sociales, que unidos al exceso de trabajo para tener nivel de compra y de estudios, para sobrevivir en una sociedad basada en la competencia, hacen un coctel familiar y social destructivo.

Tengamos presente que “Lo que se dé a los niños, los niños darán a la sociedad”, tal cual lo expresaba Karl A. Menninger, el reconocido psiquiatra y escritor estadounidense. Recogeremos en los adultos lo que sembramos en los niños. Recordemos que no solo estamos criando niños sino estamos creando los adultos del mañana.  

En muchos casos, especialmente en los problemas sociales, éstos se gestan en el tiempo, años, décadas y hasta siglos. Entonces, los problemas de hoy no nacieron ayer, sino mucho tiempo atrás.

La ley de Causa y Efecto nos dice “Toda Causa tiene su efecto, todo efecto tiene su causa”. Sin embargo, muchas veces, sentimos el efecto, como mencionamos algunas líneas atrás, pero no recordamos la causa. Y, tiene aquí validez las palabras del filósofo contemporáneo español Fernando Savater: “Solo nuestra ignorancia de cómo están o estaban las cosas en el momento A justifica que nos sorprendamos de lo que pasa u ocurre luego en el momento B”.

En tiempos de virtualidad y redes sociales redes nos hemos planteado la meta de recoger felicidad, buscando la utópica meta de ser más felices que los demás. Y, esas redes sociales, se han convertido en “demostraciones de cosecha”, pero desconociendo semillas, esfuerzo y cuidados. Entonces, todos queremos la cosecha de otros, pero sin conocer qué sembraron ni cómo lo sembraron. Empeñamos el mediano y largo plazo de nuestras vidas por logros a corto plazo.

En la cosecha pretendemos recoger “éxitos”, pero sin tener adecuadamente definido qué es el éxito la búsqueda puede convertirse en una utopía. Entonces, es fácil convertir el éxito en una utopía, en algo inalcanzable. A la pregunta ¿Qué es una utopía?, el cineasta, director y actor argentino Fernando Birri, expresó lo siguiente: "La utopía está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se desplaza diez pasos más allá. Por mucho que camine, nunca la alcanzaré”. Para muchos eso es el éxito, algo por alcanzar que nunca sentirán haberlo alcanzado.

En esa búsqueda de cosechas nos hemos olvidado de que todos estamos en el mismo “barco”, unos en primera clase, otros en las demás clases, pero si el barco se hunde lo hará en todas las clases. Debemos preocuparnos y ocuparnos en buscar soluciones a los diferentes temas, ya que solo será cuestión de tiempo para que nos afecten a nosotros, aunque en este momento consideremos que no es nuestro problema.

En una sociedad de cómplices, donde alguien comete la fechoría y otros la bendicen. Encontramos -por ejemplo- productos dañinos para nuestra salud, que alguien los produjo, pero otro alguien sin mucha conciencia los distribuye, mientras que en la ignorancia muchos lo compraremos. Podemos ser por mucho tiempo victimarios o cómplices de los victimarios, pero en algún momento también seremos víctimas. 

Todos –sin excepción- por error, omisión, comodidad, ignorancia, pasividad, avaricia y mucho más, somos –además de actores- autores o coautores de esta novela en la actuamos durante nuestro transitar por la vida. Sin embargo, es un hecho que “Ningún copo de nieve se siente responsable de la avalancha” tal cual lo afirmó el escritor y poeta polaco Stanislaw Jerzy Lec. Pero es innegable que ese copo –por pequeño e insignificante que pareciera- tuvo influencia en la ocurrencia o en la evolución de ese violento y estrepitoso alud.  “De la conducta de cada uno de nosotros depende el destino de todos.” Afirmaba Alejandro Magno, Rey de Macedonia.

Como inmigrantes salimos o huimos de un deteriorado lugar, sin comprender las reales raíces o causas por las cuales ese lugar se destruyó; entonces, repetimos muchas erradas fórmulas de conducta en el nuevo lugar, garantizando que algún día de ese lugar -quizá- también habrá que emigrar. “¿Quieres saber si tal o cual acción es buena o condenable? Pregúntate: ¿Qué ocurriría sí todos se comportan como tú?”, nos recuerda la sabia frase del filósofo francés André Comte-Sponeville. 

Cada uno de nosotros afectamos o impactamos lo colectivo, para bien o para mal; y lo colectivo, más temprano que tarde, nos afectará o impactará a cada uno de nosotros, para bien o para mal. Sembramos en lo colectivo y recogeremos en lo colectivo. En los logros o las tragedias de las sociedades estarán reflejadas -con el paso del tiempo- nuestra decisiones y acciones del ayer y del hoy. Muchas decisiones y acciones, aparentemente exitosas o válidas en un momento determinado, fueron catastróficas apenas unos años o décadas después.

En vez de preguntarnos por qué nos ocurre “esto o aquello”, mejor preguntémonos qué hicimos o dejamos de hacer para que nos ocurra “esto o aquello”. Sin lugar a duda, que hoy estamos recogiendo lo que sembramos en el ayer y mañana estaremos recogiendo lo que sembramos en el hoy.

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