Artículo publicado en Los Tiempos Newspaper - Miami, Florida USA. Julio 2023
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Regularmente debo preguntarme ¿Y ahora, sobre qué tema voy a escribir? El punto es que no solo se trata de conseguir un tema, sino que este tema atraiga la atención de los lectores y se útil para ellos. Hay temas de todo tipo, aunque muchos son banales, simples y sin sustancia, pero sencillos de escribir. Sin embargo, por principios me niego a escribir sobre temas incapaces de producir, aunque sea una pizca de reflexión en el lector. Entiendo y respeto que cada escritor busque un sentido a sus escritos y entiendo que existen lectores para todo.
Reconozco que
algunos temas, aunque no nos gusten e incluso, hasta nos disgusten, deben ser de
necesaria lectura, escucha o discusión, ya que afectan nuestras vidas en el
presente, pudiendo empeñar o acabar con nuestro futuro y el de nuestros hijos,
de manera tal que debemos reconocerlos como importantes. Y esos son los temas
sobre los que personalmente me gusta escribir. La filósofa y escritora rusa Ayn
Rand, afirmaba, con absoluta validez que “Puedes ignorar la realidad, pero no
puedes ignorar las consecuencias de ignorar la realidad”.
Podemos y es sano e importante
invertir tiempo analizando nuestra realidad y confrontando las dificultades que
ésta nos presenta, para buscar formas de superarlas. El diagnóstico es vital para
buscar y obtener una adecuada solución. Por lo contrario, podemos gastar o
desperdiciar nuestro tiempo buscando atajos, escapes, excusas y culpables,
estrategia que podría ayudarnos temporalmente a evadir la situación, pero no a
resolverla.
Las personas
deben estar dispuestas a enfrentar las causas de sus problemas para evitarlos o
resolverlos. Sin embargo, ocurre que algunas personas, aunque no nos parezca
lógico, están en su zona o nivel de confort. Muchas personas
han ajustado sus umbrales de sufrimiento para adaptarse, hasta el punto de
sentirse cómodos en alguna situación compleja, que quizá sería insoportable
para otras personas. Y en ese "nivel de
confort" no creen necesario enfrentar la realidad o ésta se les diluye
temporalmente, hasta que les golpeé con más fuerza e impacto.
Es válido tener presente que
-generalmente- los problemas o situaciones no resueltas siguen creciendo y
complicándose con el paso del tiempo. No entender la causa o causas de
nuestra realidad incrementa la probabilidad de condenarnos a repetir los mismos
errores del pasado y desperdiciar un importante aprendizaje. El
filósofo contemporáneo español Fernando Savater, refiere que solo nuestra
ignorancia de cómo están o estaban las cosas en el momento A justifica que nos
sorprendamos de lo que pasa u ocurre luego en el momento B.
No obstante, escribir sobre temas complejos o
delicados, sin tomar alguna posición al respecto para no perder la
imparcialidad no es tarea fácil. Algunas veces cuesta guardar silencio o ser
imparcial ante las injusticias. Debemos estar claros que muchas de nuestras
tragedias personales, familiares y sociales son resultado del escaso o nulo
interés que le otorgamos a esos temas en algún momento.
Entonces,
deberia llamarnos a reflexión ese escaso nivel de interés por temas de familia,
educación, política, gobierno, sociedad y otros, que realmente nos
afectan. Por ejemplo, es un hecho que
vivimos impregnados de la política, sus resultados y consecuencias. Y es
también un hecho, para bien o para mal, que las decisiones y acciones en el
mundo político nos afectan, así como, afectan a las comunidades y sociedades en
las cuales vivimos.
Los temas de
familia también son importantes, no solo para comprender mejor las nuestras,
sino para reconocer cómo las patologías en los grupos familiares nos afectan,
porque es en la familia donde las personas aprenden -o deben aprender- por vez
primera los valores que les guiarán durante toda su vida. Los filósofos
Confucio y Aristóteles, en diferente tiempo y lugar, coincidían en la
importancia de la familia reconociendo que “Las familias desordenadas engendran
países desordenados; los países desordenados, un mundo desordenado”. Confucio expresaba,
algunos milenios atrás, que “La fortaleza de un país proviene de la integridad
del hogar y la debilidad de un país proviene de la desintegración de sus hogares”.
El estadounidense Joseph E. Stiglitz, reconocido economista, asesor, profesor y Premio Nobel de Economía (2001), plantea que “Los individuos afirman que trabajan mucho por el bien de la familia, pero al trabajar tanto, tiene cada vez menos tiempo para la familia y la vida familiar se deteriora. De alguna forma los medios demuestran ser incoherentes con el fin que se declara”.
Sociedades cargadas
de injusticias y llenas de sentimientos de desesperanza individual y colectiva,
conforman una peligrosa mezcla para la estabilidad de las democracias en el
mediano y largo plazo. Esa desesperanza ha logrado -erróneamente- que
volteemos la mirada a otro lado, como si haciendo eso el problema desaparecerá.
Muchos temas que tiempo atrás hubieran sido catalogados como excepciones en la
sociedad hoy día parecen ser la regla. Han surgido nuevos hábitos y conductas algunos
de los cuales no tenemos idea de hacia dónde nos podrían llevar con el tiempo.
A un
individuo lo forman la familia, la escuela y la sociedad, pero es en ese orden.
No podemos pretender endosar a la escuela responsabilidades que son propias de
la familia, porque la familia debe asumir su rol. Es cierto que la escuela como
parte de la sociedad tiene un rol cultural y de formación, pero no
necesariamente de educación.
Parte de la solución consiste en que cada individuo
sea activo y crítico en su rol ciudadano, exigiendo a políticos y gobernantes
propuestas y acciones de gobierno concretas, dirigidas a satisfacer las reales
necesidades de la comunidad. Y que ese mismo individuo esté consciente de su
rol familiar esforzándose por construir familias sanas que sean sólida base a
la sociedad.
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