sábado, 31 de diciembre de 2022

“En este nuevo año cuidemos nuestra mayor fortuna: El Tiempo” - Miguel A. Terán

 Artículo publicado en Los Tiempos Newspaper - Miami, Florida Diciembre 2022.

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A punto de cerrar un año y abrir uno nuevo parece válido escribir acerca de El Tiempo, ese activo en cual giran todos los aspectos de nuestra vida. Es el tiempo –sin duda- nuestra mayor fortuna y activo en la vida. 

El escritor argentino Jorge Luis Borges lo ratificaba diciendo "El tiempo es la sustancia de la que estoy hecho”. Absolutamente cierto, porque se nos acaba el dinero y podemos seguir luchando para nuevamente conseguirlo; se nos acaba la salud y podemos tratar de recuperarla; se nos acaba el amor y podemos intentar recuperarlo o buscarlo en otros horizontes; pero una vez se nos acaba el tiempo de vida, ya no hay nada que hacer, sin importar lo que seamos, hagamos o tengamos todo se reduce a cero. 


Sin embargo y tristemente, acostumbramos a pasar por la vida tan de prisa que perdemos muchos de los tiempos y momentos por los cuales vale realmente la pena vivir. Mientras corremos por sobrevivir olvidamos detenernos para vivir. A muchos invade esa falsa sensación de inmortalidad, vemos el momento final tan lejos que -literalmente- no existe. Por ello, la palabra «Después» toma vigencia y se hace regular en nuestro vocabulario y es fácil posponer y dejar para otro día u oportunidad. 

¿Después? refiere una nota de Alejandro Jodorowsky que expresa: «No hay "después". Porque después el té se enfría, después el interés se pierde, después el día se vuelve noche, después la gente crece, después la gente envejece, después la vida se termina; y uno después se arrepiente de no hacerlo antes cuando tuvo oportunidad». 

Es usual obsesionamos con llegar a un lugar o alcanzar la deseada meta, sin comprender que la vida no solo consiste en ir de meta en meta, sino en disfrutar tiempos, personas, lugares y caminos. Expresaba Santa Teresa de Calcuta, que “Pasamos mucho tiempo ganándonos la vida, pero no el suficiente tiempo viviéndola”. 

A final de los doce meses, no siempre nos cuestionamos las razones por las cuales no alcanzamos eso que deseamos. Tradicionalmente, buscamos justificaciones y culpables, entre ellos a la falta de disciplina, palabra que demonizamos, atribuyéndole a ella muchos fracasos en el logro de los objetivos. 

Es fácil y común escuchar “me faltó disciplina”, para lograr tal o cual objetivo. Pero olvidamos que nuestro compromiso con el referido o particular objetivo es el combustible que requiere la disciplina para ser constante y consecuente con su búsqueda; sin este compromiso, la disciplina no funciona y siempre tendremos una excusa para no cumplir con el objetivo. 


Reconozcamos que muchas veces ni siquiera fue un objetivo lo que nos planteamos; por lo contrario, fue simplemente un sueño o deseo, sin fechas, tareas, ni resultados medibles, por lo cual es imposible alcanzar algo que no podemos medir.  

Entonces, reiterando, más que la disciplina, que la considero solo una herramienta, lo que hace falta es compromiso con ese sueño, deseo u objetivo. Es por ello, que muchos objetivos relacionados con el cuidado preventivo de la salud, para evitar enfermarnos, no funcionan mientras no tengamos conciencia de lo que representa perderla.

En estos tiempos, mientras absortos y casi abobados miramos alguna pantalla, se nos escapan momentos de vida que ya no volverán; porque quizá podrán repetirse, pero nunca más serán los mismos. Se nos van con ellos sonrisas, paisajes, disfrutes y mucho más, mientras la pantalla nos roba los suspiros y latidos que esos momentos debieron provocarnos. 

Es un hecho que requerimos transitar el camino de la vida brindando más atención a la orientación, al rumbo que llevamos, que a la velocidad. Por ello, es necesario detenerse regularmente para revisar el rumbo, y corregirlo si fuera necesario.  

El autor y orador motivacional estadounidense Jim Rohn, nos recordaba que “La pregunta más importante que debemos hacernos en las diferentes etapas de nuestra vida, no es ¿Qué estoy consiguiendo?, sino ¿En qué me estoy convirtiendo?”. Cuando la respuesta a la segunda pregunta nos haga cuestionarnos o dudar, es momento de reconocer que perdimos o comenzamos a perder el rumbo. 

Asumamos el compromiso para lograr que el venidero año nutramos de manera armónica y balanceada nuestro cuerpo, mente, corazón y espíritu; dedicando de manera equitativa y equilibrada el tiempo requerido para formarnos, desarrollarnos y crecer como seres humanos, armonizando los diferentes ambientes y contextos de los cuales somos parte: familia, pareja, estudio, profesión, trabajo, amistad, espiritualidad y sociedad.

Tengamos presente que nuestra condición de seres humanos la alcanzamos gracias al adecuado equilibrio entre esos entornos, pero perdemos esa condición humana al desequilibrarlos.  Debemos tener similar criterio para manejar armónica y balanceadamente lo urgente y lo importante de acuerdo con nuestras prioridades.

Sabiamente lo expresó Buda, afirmando "Lo que eres es lo que has sido. Lo que serás, es lo que haces ahora". Este nuevo año será el primero del resto de nuestra vida. Entonces, es importante cerrar capítulos y dejar atrás todas aquellas cargas del pasado y las angustias y miedos del futuro, porque éstas nos hurtan el presente haciéndonos difícil transitar en paz y felices por la vida.

Es preocupante la angustia de muchas personas por no desperdiciar tiempo, por despertar y levantarse para cumplir con una larga lista de actividades pendientes, que nunca se acaban y que, si bien es cierto, les ayudan a sobrevivir o alcanzar el “éxito”, debemos reconocer que el precio que muchos pagan es no vivir. El brillante pensador estadounidense Ralph Waldo Emerson nos recordaba que “El éxito consiste en obtener lo que se desea. La felicidad, en disfrutar lo que se obtiene”. 

En este nuevo año les invito a conservar y proteger nuestra paz interior, porque todo aquello que nos hurte la paz no será bueno para nuestra felicidad. Con toda razón un autor anónimo decía “Sé selectivo en tus batallas, a veces tener paz es mejor que tener razón”. 

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