Artículo publicado en Los Tiempos Newspaper - Miami, Florida Diciembre 2022.
www.miguelterancoach.blogspot.com
www.lidervoice.com
A punto de cerrar un año y abrir uno nuevo parece válido escribir acerca de El Tiempo, ese activo en cual giran todos los aspectos de nuestra vida. Es el tiempo –sin duda- nuestra mayor fortuna y activo en la vida.
El escritor argentino Jorge Luis Borges lo ratificaba diciendo "El tiempo es la sustancia de la que estoy hecho”. Absolutamente cierto, porque se nos acaba el dinero y podemos seguir luchando para nuevamente conseguirlo; se nos acaba la salud y podemos tratar de recuperarla; se nos acaba el amor y podemos intentar recuperarlo o buscarlo en otros horizontes; pero una vez se nos acaba el tiempo de vida, ya no hay nada que hacer, sin importar lo que seamos, hagamos o tengamos todo se reduce a cero.
Sin embargo y tristemente,
acostumbramos a pasar por la vida tan de prisa que perdemos muchos de los
tiempos y momentos por los cuales vale realmente la pena vivir. Mientras
corremos por sobrevivir olvidamos detenernos para vivir. A
muchos invade esa falsa sensación de inmortalidad, vemos el momento final tan
lejos que -literalmente- no existe. Por ello, la palabra «Después» toma
vigencia y se hace regular en nuestro vocabulario y es fácil posponer y dejar
para otro día u oportunidad.
¿Después?
refiere una nota de Alejandro Jodorowsky que expresa: «No hay
"después". Porque después el té se enfría, después el interés se
pierde, después el día se vuelve noche, después la gente crece, después la
gente envejece, después la vida se termina; y uno después se arrepiente de no
hacerlo antes cuando tuvo oportunidad».
Es usual obsesionamos con llegar
a un lugar o alcanzar la deseada meta, sin comprender que la vida no solo
consiste en ir de meta en meta, sino en disfrutar tiempos, personas, lugares y
caminos. Expresaba Santa Teresa de Calcuta, que “Pasamos mucho tiempo
ganándonos la vida, pero no el suficiente tiempo viviéndola”.
A final de los doce meses, no
siempre nos cuestionamos las razones por las cuales no alcanzamos eso que
deseamos. Tradicionalmente, buscamos justificaciones y culpables, entre ellos a
la falta de disciplina, palabra que demonizamos, atribuyéndole a ella muchos
fracasos en el logro de los objetivos.
Es fácil y común escuchar “me faltó disciplina”, para lograr tal o cual objetivo. Pero olvidamos que nuestro compromiso con el referido o particular objetivo es el combustible que requiere la disciplina para ser constante y consecuente con su búsqueda; sin este compromiso, la disciplina no funciona y siempre tendremos una excusa para no cumplir con el objetivo.
Reconozcamos que muchas veces ni
siquiera fue un objetivo lo que nos planteamos; por lo contrario, fue
simplemente un sueño o deseo, sin fechas, tareas, ni resultados medibles, por
lo cual es imposible alcanzar algo que no podemos medir.
Entonces, reiterando, más que la disciplina, que la considero solo una herramienta, lo que hace falta es compromiso con ese sueño, deseo u objetivo. Es por ello, que muchos objetivos relacionados con el cuidado preventivo de la salud, para evitar enfermarnos, no funcionan mientras no tengamos conciencia de lo que representa perderla.
En estos tiempos, mientras
absortos y casi abobados miramos alguna pantalla, se nos escapan momentos de
vida que ya no volverán; porque quizá podrán repetirse, pero nunca más serán
los mismos. Se nos van con ellos sonrisas, paisajes, disfrutes y mucho más,
mientras la pantalla nos roba los suspiros y latidos que esos momentos debieron
provocarnos.
Es un hecho que requerimos
transitar el camino de la vida brindando más atención a la orientación, al
rumbo que llevamos, que a la velocidad. Por ello, es necesario detenerse
regularmente para revisar el rumbo, y corregirlo si fuera necesario.
El autor y orador motivacional
estadounidense Jim Rohn, nos recordaba que “La pregunta más importante que
debemos hacernos en las diferentes etapas de nuestra vida, no es ¿Qué estoy
consiguiendo?, sino ¿En qué me estoy convirtiendo?”. Cuando la respuesta a la
segunda pregunta nos haga cuestionarnos o dudar, es momento de reconocer que
perdimos o comenzamos a perder el rumbo.
Asumamos el compromiso para
lograr que el venidero año nutramos de manera armónica y balanceada nuestro
cuerpo, mente, corazón y espíritu; dedicando de manera equitativa y equilibrada
el tiempo requerido para formarnos, desarrollarnos y crecer como seres humanos,
armonizando los diferentes ambientes y contextos de los cuales somos parte:
familia, pareja, estudio, profesión, trabajo, amistad, espiritualidad y
sociedad.
Tengamos presente que nuestra
condición de seres humanos la alcanzamos gracias al adecuado equilibrio entre
esos entornos, pero perdemos esa condición humana al desequilibrarlos.
Debemos tener similar criterio para manejar armónica y balanceadamente lo
urgente y lo importante de acuerdo con nuestras prioridades.
Sabiamente lo expresó Buda,
afirmando "Lo que eres es lo que has sido. Lo que serás, es lo que haces
ahora". Este nuevo año será el primero del resto de nuestra vida.
Entonces, es importante cerrar capítulos y dejar atrás todas aquellas cargas
del pasado y las angustias y miedos del futuro, porque éstas nos hurtan el
presente haciéndonos difícil transitar en paz y felices por la vida.
Es preocupante la angustia de
muchas personas por no desperdiciar tiempo, por despertar y levantarse para
cumplir con una larga lista de actividades pendientes, que nunca se acaban y que,
si bien es cierto, les ayudan a sobrevivir o alcanzar el “éxito”, debemos
reconocer que el precio que muchos pagan es no vivir. El brillante pensador
estadounidense Ralph Waldo Emerson nos recordaba que “El éxito consiste en
obtener lo que se desea. La felicidad, en disfrutar lo que se obtiene”.
En este nuevo año les invito a
conservar y proteger nuestra paz interior, porque todo aquello que nos hurte la
paz no será bueno para nuestra felicidad. Con toda razón un autor anónimo decía
“Sé selectivo en tus batallas, a veces tener paz es mejor que tener
razón”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario