viernes, 25 de noviembre de 2022

Idealizar es el principio del fin - Miguel A. Terán

Artículo publicado en Los Tiempos Newspaper, Miami, Florida, USA. Nov- Dec. 2022
www.miguelterancoach.blogspot.com
www.lidervoice.com

Aunque el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define la palabra idealizar como “Elevar las cosas sobre la realidad sensible por medio de la inteligencia o la fantasía”, en la práctica al idealizar estamos exagerando en positivo las características o virtudes de algo o alguien, a la vez que disminuimos o eliminamos las características negativas de ese algo o alguien.

A través de nuestra percepción interpretamos lo que llega a nosotros del entorno o ambiente, organizamos la información que recibimos y le damos sentido, pero todo ello de acuerdo con nuestras propias creencias y paradigmas. De esa manera otorgamos a ese algo o alguien una calificación cercana a la “perfección”, elevando lo bueno y disminuyendo lo malo, un mezcla o coctel muy dañina para una percepción sana, justa o equilibrada.

Lo mismo, pero en contravía, hacemos con lo que criticamos de otro algo o alguien que no nos gusta. Le quitamos todo lo bueno y le agregamos todo lo malo, desvirtuando la realidad.


Pero la definición del diccionario parece no reconocer que la idealización se basa 
más en la ignorancia y las emociones, que en la inteligencia y quizá en algo o mucho de fantasía.  Es común que una persona que idealiza a otra suela sentirse inferior, y creer que está ante alguien inalcanzable o de otro nivel. 

Idealizamos personas, parejas, hijos, amistades, líderes, cosas, momentos, y mucho más, aceptando el espejismo que la mayoría de éstos representan. La idealización, en muchos casos, se basa en recuerdos de situaciones puntuales, que fueron más la excepción que la regla, pero que las hemos convertido en la regla.

Podemos idealizar algo o alguien por inseguridad ligada a la nuestra escasa autoestima o falta de conocimiento. Pero, sin duda, vuelvo y repito, que nuestra ignorancia es quien nos guía hacia la idealización.   
Podemos incluso llegar a mitificar teorías, personas y sucesos, otorgándoles carácter divino o heroico. Muchas de las cuales no son verdad, sino parte de la admiración y exagerada estima que se les tiene. 

También es un hecho que idealizar, en algunos casos, coloca una exagerada expectativa en algo o alguien, que se transforma en una ilimitada –y hasta irracional- exigencia y potencial frustración, cuando no se cumplen la expectativa de tan elevado nivel. El amor es uno de los sentimientos humanos que más idealización ha recibido a través de tiempos, pero también de mayores decepciones y frustraciones. 

Cuando idealizamos a ese alguien, éste comienza a ser lo que nos falta a nosotros, nuestro supuesto complemento, la razón de ser, nuestra solución.  Ante ese individuo nuestra percepción se llena de filtros que nos impiden reconocer los hechos y la realidad, mientras solo aceptamos lo que está acorde a nuestra idealización. Lo demás ni siquiera lo vemos, y sí lo vemos, lo justificaremos.
 
Idealizar, de alguna o de muchas maneras, es autoengañarnos, aceptando una ilusión que oculta lo que no queremos reconocer como posible o imposible. Cuando idealizamos comenzamos a transitar en los extremos, porque el idealismo no funciona en puntos medios. El escritor y orador en materia filosófica y
espiritual Jiddu Krishnamurti afirmaba que “Desde el momento que se sigue a alguien se deja de seguir la verdad”. 

La idealización infunde o persuade, a quienes la siguen, de su realidad, distorsionando personas, cosas, sucesos o eventos, y creando en muchos casos máscaras, palabras y discursos, en los que se ocultan falsos ideales.   

Tengamos presente que nuestra percepción es selectiva, por esa razón aceptamos lo que está alineado con nuestra forma de pensar y rechazamos lo que está en contra. El brillante filósofo Nietzche, consideraba que no existen hechos, solo interpretaciones.

Una parte del poema de Ramón De Campoamor, el poeta español, nos dice: «En este mundo traidor nada es verdad ni mentira todo es según el color del cristal con que se mira».
 
El requisito para que la idealización germine en las sociedades, es la ignorancia de los miembros de esa sociedad. La idealización cuando se hace colectiva se convierte en ideología y ésta va consumiendo las mentes y espíritu de los miembros de la sociedad, hasta un punto en que sus seguidores pierden la
capacidad de criticar, llenándose de creencias y paradigmas alineados con esa particular ideología. 

Muchas ideologías comenzaron como alternativas u opciones válidas en busca o explicación de la verdad o la solución de problemas, pero llegan a extremarse hasta un punto en que se pierden o desvirtúan las ideas originales; y con ellas, la razón.  Las ideologías, a través de la historia de la humanidad, han reducido la realidad a determinados intereses de grupos dominantes, justificando y validando adoctrinamientos y controles.

Debemos evitar idealizar, reconociendo la existencia y el valor del camino medio, para tomar puntos de vista, decisiones y acciones equilibradas que nos permitan llevar vidas balanceadas y armónicas.   

Entonces, aceptar otras posibilidades distintas a las nuestras y estar abiertos a la discusión y el intercambio de ideas, parece ser el reto que nos permitirá expandir nuestros horizontes y puntos de vista, y será la única vía para cambiar, transformarnos, desarrollarnos y crecer. Expresaba Franklin D. Roosevelt, Político y expresidente estadounidense «No somos prisioneros del destino, sino prisioneros 
de nuestra propia mente».


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