La Avaricia es uno de los Siete Pecados o Vicios Capitales, llamados así aquellos vicios mencionados en las primeras enseñanzas del cristianismo (La soberbia, La pereza, La gula, La envidia, La ira, La lujuria y La avaricia). Expresaba Santo Tomas de Aquino, que «Un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable, de manera tal que, en su deseo, un hombre comete muchos pecados, todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como su fuente u origen principal».
Sin duda, que existe todo un plan para crear
ilimitados apetitos y deseos en la gente. El consumo al no tener claros límites
nos lleva a la permanente búsqueda de algo más. Tratamos de crear sentido a la
vida llenándonos de más cosas, entre ellas de dinero. Y lo que encontramos es
más vacío, las crecientes estadísticas de consumo de drogas y suicidios dejan
ver está realidad de una vida sin sentido ni contenido, más allá del solo afán
de poseer, riquezas, poder o fama.
Decía Mahatma Gandhi que “En la tierra hay
suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no tanto como
para satisfacer la avaricia de algunos”. Los “Seres Humanos” hemos perdido ese
vital punto de unión entre lo humano y lo material, lo que sin duda ha causado
y causa buena parte de los desequilibrios y tragedias humanas y sociales
ocurridas en todos los tiempos.
El
famoso psicólogo y filósofo humanista Erich Fromm reconocía que “La avaricia es
un pozo sin fondo que agota a la persona en un esfuerzo interminable por
satisfacer sus necesidades, sin llegar nunca a conseguirlo”. Aquí surge la diferencia entre necesidades y deseos,
adecuadamente definida por el psicólogo Walter Riso, cuando refiere que las
necesidades son naturales, mientras que los deseos ni son naturales ni son
necesarios, porque son producto de un aprendizaje social.
Los deseos nos llevan a confundir medios con fines.
Muchos años atrás, en mi época de universidad, tuve la oportunidad de leer un
viejo libro de un escritor de apellido Brown, no recuerdo el título, pero si me
quedó grabado el apellido del autor. Este escritor ejemplificaba, palabras más,
palabras menos, que la razón de vivir era para ser feliz, que éste era el «fin»
u objetivo; pero que los seres humanos, nos planteábamos buscar ese fin a
través de ciertos «medios», entre ellos, el dinero.
Líneas después aclaraba que el problema ocurría cuando
ese individuo confundía «fines con medios», y entonces el fin u objetivo
original -ser feliz- era sustituido por el medio – dinero- y, a partir de ese
momento, el individuo desviaba su ruta y equivocadamente se dedicaba a acumular
dinero, olvidando sus sueños iniciales. Parafraseando al ensayista francés Joseph Joubert,
“Debemos comprender que el dinero es abono y no cosecha”.
El filósofo contemporáneo español Fernando Savater reconoce que “En el avaro el futuro mata el presente”. El
avaro considera que hay algo más allá que se debe obtener y que ya habrá tiempo
para dedicarlo a otras cosas. Cuando ese deseo de poseer poder, riqueza o fama
nos supera y aleja de otros aspectos humanos y espirituales, ya estaremos en
camino a perder nuestra más importante riqueza: la paz.
En estos
tiempos y en muchas de las actividades de hoy día, parece que se han extraviado
los límites. El afán de acumular ha convertido al famoso personaje de Disney
“El tío Rico McPato” o el “Tío Gilito”, en un espécimen usual de la fauna
humana, un viejo rico, tacaño y de corazón duro, aunque ya no siempre es un
viejo porque hay versiones de todas las edades y sexos. Nos hemos llenado
de héroes, o quizá de anti-héroes, de los cuales poco parece importar sus
valores y otros aspectos humanos, y menos sus espirituales; pero nos atrae su
supuesto “éxito” ligado únicamente a lo material.
De
ninguna manera puede afirmarse que el dinero es bueno o malo, simplemente es
neutro, su polaridad, positiva o negativa, dependerá de lo que estemos
dispuestos a hacer para conseguirlo y conservarlo, así como el uso que le
demos; pero sobre todo en el tipo de individuo o persona en quien nos
convertimos mientras lo buscamos. El poeta reflexivo romano Horacio
afirmaba que “Los límites son sanos y que ha de haber medida en las cosas, y,
finalmente, hay ciertos límites, más allá de los cuales el bien no puede
subsistir”.
El
escritor francés Marqués de Vauvenargues afirmaba: ”No es verdad que se haya
hecho fortuna cuando no se sabe disfrutar de ella”. Se nos ha pretendido
vender la idea que no existen límites y que los límites están asociados con
temor y falta de coraje, pero no siempre es así, porque tal cual refiere un
autor anónimo “La diferencia entre genialidad y estupidez, es que la genialidad
tiene límites”. Las sabias palabras del Co-fundador de la Corporación
japonesa Sony, Akio Morita, constituyen un valioso mensaje: “Saber cuándo
detenerse o continuar es la clave del éxito”.
Para
concluir, evitemos que nos atrape la avaricia y hagamos el esfuerzo por
mantener en nuestras vidas la adecuada armonía, balance y equilibrio entre lo
material, humano y espiritual, evitando que la búsqueda ilimitada de un nivel
de vida disminuya o acabe con la calidad de nuestra vida y contribuya a
deteriorar nuestra sociedad.
Psicología, Filosofía y Coaching
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¡Hola!
ResponderEliminarMe es interesante su blog, así que lo he nominado para un booktag, (espero no molestar)
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VIVENCIAS EN LETRAS
Un saludo