sábado, 4 de mayo de 2019

¿Nuestras palabras nutren o intoxican? - Miguel A. Terán


Artículo en Los Tiempos Newspaper - Miami. Edición de Abril 2019.
Una vez leí y compartí la siguiente frase-pregunta “Si tuvieras que comer tus palabras, ¿Te nutrirías o te intoxicarías?” El diccionario define a la palabra intoxicar con dos sinónimos: tóxico y envenenar. Nuestra mente, corazón y espíritu, se alimentan de todo aquello que reciben a través de los sentidos. Entonces, nuestra salud física, psicológica y espiritual será resultado de nuestra alimentación en el sentido más amplio. 

Aclaremos que alimentarse, no es siempre sinónimo de nutrirse, porque al igual que ocurre con el cuerpo, podemos ingerir alimentos “chatarra” o de mala calidad, que lejos de beneficiar nuestra salud la perjudican.  En estos tiempos, es fácil indigestarse con tanta información de mala calidad que nos estresa y llena de incertidumbres, miedos y angustias, al saturarnos de mensajes tóxicos. El exceso de información y noticias nos tiene colapsados y en permanente alerta y tensión, como quien espera un depredador o algo malo. Además, el exceso de esas malas noticias nos desensibiliza, alterando o cambiando nuestros límites de la normalidad y haciendo que percibamos lo anormal como normal. 

A diario somos literalmente “atacados” con información y noticias desde todos los ángulos, radio, televisión, periódicos, internet, revistas y redes sociales, no solo referidas a nuestro entorno cercano, ciudad, estado o país, sino procedentes de cualquier lugar del mundo. Muchas de estas informaciones han sido previamente sesgadas o manipuladas con particulares y oscuros intereses. La parte más importante y critica de este problema consiste en que nos convertimos en eco y cómplices de esas noticias, muchas veces sin tomar la responsable previsión de verificarlas, expandiendo su daño a otros y haciéndonos daño a nosotros mismos como portadores de ese virus.  Al no escoger nuestros propios mensajes, no podremos ser nuestra propia voz y nos convertimos en un simple eco de los demás.

Cuando aceptamos un mensaje es que ese mensaje ha venido a llenar un vacío que teníamos en algún aspecto de nuestra vida, pero ello no significa que lo hayamos llenado de la mejor y más efectiva manera. De tanto escuchar malas noticias, nos cargamos de pesimismo hasta convertirnos en «pájaros de mal agüero», como portadores o presagiadores de malos augurios y desgracias.

Sin lugar a duda, las palabras no son neutras, todo lo que expresamos sea válido o no, sea verdadero o falso, sea suave o fuerte, sea directo o indirecto tienen efecto en nuestro entorno y en nosotros mismos. Las palabras, nuestro verbo y nuestro lenguaje -en general- nos definen y describen como seres humanos. Ese verbo que sale por nuestra boca nos engrandece o empequeñece, nos convierte en constructores o destructores, en ángeles o demonios, en amigo o enemigo, en manipulados o manipuladores, víctimas o depredadores, haciendo de nuestro transitar por la vida un sueño o una pesadilla, dependiendo de la polaridad, positiva o negativa, de nuestras palabras.

Nuestra boca es un indicador de lo que hay en nuestra mente y corazón; por tal razón, es válido -de vez en cuando- hacer un alto y escuchar nuestros pensamientos y palabras. «El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo que es bueno; y el hombre malo, del mal tesoro saca lo que es malo; porque de la abundancia del corazón habla su boca.», expresa Lucas 6:45. Uno de los temas más críticos de nuestro tiempo es sin duda “La pérdida de sentido con la vida” y ello tiene mucho que ver con todo lo que escuchamos y repetimos, hasta convencernos de algo.

Las malas noticias venden y por ello abundan. Hay mucho comprador de malas noticias, que parece requerir de ellas para “ratificar” que él o ella no está tan mal, y que otros están peor. Para comprender el grado de toxicidad de un pensamiento negativo, es válido aclarar que se necesitan varias dosis de pensamientos positivos, para anular una sola dosis de pensamiento negativo. El sabio Buda expresaba que “El dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional”, la razón es que el dolor está relacionado con lo físico o biológico, el sufrimiento con lo psicológico. Entonces, es a través del lenguaje que describimos nuestro sufrimiento porque es resultado de una interpretación de lo percibido o sentido; en otras palabras, sin lenguaje solo habría dolor, no existiría el sufrimiento.

Para concluir, es un hecho que la palabra es poderosa; tal vez, muy poderosa, para bien o para mal. Y como todo, el bienestar o daño que ésta produce depende de la forma en que la usamos. Con la palabra podemos construir, sanar, apoyar, orientar y muchas cosas buenas más; pero también con ella podemos destruir, dañar, desorientar, manipular y muchas cosas malas más. 


Miguel A. Terán
Psicología, Filosofía y Coaching
Web Page: www.lidervoice.com
Twitter: @MiguelATeranO

Toda la edición de Abril 2019 de Los Tiempos- Newspaper puede ser leída en: https://www.dropbox.com/s/9zr1dz32gq3b8ro/LOS%20TIEMPOS%20ABRIL.pdf?dl=0



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2 comentarios:

  1. Muy bueno Miguel. El lenguaje, la comunicación, definen y enmarcan el desarrollo verdadero de la humanidad. Saludos

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  2. Excelente narrativa, la reflexión acerca de como nos alimentamos para nutrir nuestra mente, cuerpo y espíritu.

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