Artículo en Los Tiempos Newspaper - Miami. Edición de Abril 2019.
Una vez leí y compartí la
siguiente frase-pregunta “Si tuvieras que comer tus palabras, ¿Te nutrirías o
te intoxicarías?” El diccionario define a la palabra intoxicar con dos
sinónimos: tóxico y envenenar. Nuestra mente, corazón y espíritu, se alimentan
de todo aquello que reciben a través de los sentidos. Entonces, nuestra salud
física, psicológica y espiritual será resultado de nuestra alimentación en el
sentido más amplio.
Aclaremos que alimentarse, no es
siempre sinónimo de nutrirse, porque al igual que ocurre con el cuerpo, podemos
ingerir alimentos “chatarra” o de mala calidad, que lejos de beneficiar nuestra
salud la perjudican. En estos tiempos,
es fácil indigestarse con tanta información de mala calidad que nos estresa y
llena de incertidumbres, miedos y angustias, al saturarnos de mensajes tóxicos.
El exceso de información y noticias nos tiene colapsados y en permanente alerta
y tensión, como quien espera un depredador o algo malo. Además, el exceso de esas
malas noticias nos desensibiliza, alterando o cambiando nuestros límites de la
normalidad y haciendo que percibamos lo anormal como normal.
A diario somos literalmente “atacados”
con información y noticias desde todos los ángulos, radio, televisión, periódicos,
internet, revistas y redes sociales, no solo referidas a nuestro entorno
cercano, ciudad, estado o país, sino procedentes de cualquier lugar del mundo.
Muchas de estas informaciones han sido previamente sesgadas o manipuladas con
particulares y oscuros intereses. La parte más importante y critica de este
problema consiste en que nos convertimos en eco y cómplices de esas noticias,
muchas veces sin tomar la responsable previsión de verificarlas, expandiendo su
daño a otros y haciéndonos daño a nosotros mismos como portadores de ese
virus. Al no escoger nuestros propios
mensajes, no podremos ser nuestra propia voz y nos convertimos en un simple eco
de los demás.
Cuando aceptamos un mensaje es
que ese mensaje ha venido a llenar un vacío que teníamos en algún aspecto de
nuestra vida, pero ello no significa que lo hayamos llenado de la mejor y más
efectiva manera. De tanto escuchar malas noticias, nos cargamos de pesimismo hasta
convertirnos en «pájaros de mal agüero», como portadores o presagiadores de malos
augurios y desgracias.
Sin lugar a duda, las palabras
no son neutras, todo lo que expresamos sea válido o no, sea verdadero o falso, sea
suave o fuerte, sea directo o indirecto tienen efecto en nuestro entorno y en
nosotros mismos. Las palabras, nuestro verbo y nuestro lenguaje -en general- nos
definen y describen como seres humanos. Ese verbo que sale por nuestra boca nos
engrandece o empequeñece, nos convierte en constructores o destructores, en
ángeles o demonios, en amigo o enemigo, en manipulados o manipuladores, víctimas
o depredadores, haciendo de nuestro transitar por la vida un sueño o una pesadilla,
dependiendo de la polaridad, positiva o negativa, de nuestras palabras.
Nuestra boca es un indicador de
lo que hay en nuestra mente y corazón; por tal razón, es válido -de vez en
cuando- hacer un alto y escuchar nuestros pensamientos y palabras. «El hombre bueno,
del buen tesoro de su corazón saca lo que es bueno; y el hombre malo,
del mal tesoro saca lo que es malo; porque de la abundancia del corazón
habla su boca.», expresa Lucas 6:45. Uno de los temas más críticos de nuestro
tiempo es sin duda “La pérdida de sentido con la vida” y ello tiene mucho que
ver con todo lo que escuchamos y repetimos, hasta convencernos de algo.
Las malas noticias venden y
por ello abundan. Hay mucho comprador de malas noticias, que parece requerir de
ellas para “ratificar” que él o ella no está tan mal, y que otros están peor. Para
comprender el grado de toxicidad de un pensamiento negativo, es válido aclarar
que se necesitan varias dosis de pensamientos positivos, para anular una sola
dosis de pensamiento negativo. El sabio Buda expresaba que “El dolor es
inevitable pero el sufrimiento es opcional”, la razón es que el dolor está
relacionado con lo físico o biológico, el sufrimiento con lo psicológico.
Entonces, es a través del lenguaje que describimos nuestro sufrimiento porque
es resultado de una interpretación de lo percibido o sentido; en otras
palabras, sin lenguaje solo habría dolor, no existiría el sufrimiento.
Para concluir, es un hecho que la palabra es poderosa; tal vez, muy
poderosa, para bien o para mal. Y como todo, el bienestar o daño que ésta
produce depende de la forma en que la usamos. Con la palabra podemos construir,
sanar, apoyar, orientar y muchas cosas buenas más; pero también con ella
podemos destruir, dañar, desorientar, manipular y muchas cosas malas más.
Miguel
A. Terán
Psicología,
Filosofía y Coaching
Blog: www.miguelterancoach.blogspot.com
Web Page: www.lidervoice.com
Twitter: @MiguelATeranO
Toda la edición de Abril 2019 de Los Tiempos- Newspaper puede ser leída en: https://www.dropbox.com/s/9zr1dz32gq3b8ro/LOS%20TIEMPOS%20ABRIL.pdf?dl=0
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Muy bueno Miguel. El lenguaje, la comunicación, definen y enmarcan el desarrollo verdadero de la humanidad. Saludos
ResponderEliminarExcelente narrativa, la reflexión acerca de como nos alimentamos para nutrir nuestra mente, cuerpo y espíritu.
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