Somos lo que pensamos, ni más ni menos. Y recogemos lo que sembramos. Si nuestra mente
siembra vientos, nuestra vida será una continua tormenta, llena de tempestades;
por el contrario, si nuestra mente siembra amor y afectos, principios y valores,
nuestra vida será de paz y bienestar.
Es nuestro pensamiento quien nos enciende o nos
apaga, preparándonos y guiándonos hacia el triunfo o a la derrota; llevándonos
a transitar una vida alegre y colorida o una vida opaca, en blanco y negro. Lo que pensamos –más temprano
que tarde- se hará realidad en nuestro lenguaje, decisiones y acciones.
En el pensamiento están presentes nuestras
creencias y paradigmas, resultado de nuestras experiencias y cultura, que pueden
potenciarnos o limitarnos para alcanzar todo lo que podemos lograr en la vida.
Si el pensamiento es de carencias,
siempre nos faltará algo; si por el contrario, es de abundancia siempre dispondremos de lo
que necesitamos e
incluso nos sobrará para compartir.
El pensamiento puede llevarnos a generalizar una
experiencia particular, haciendo que de esta experiencia formemos una creencia
y estructuremos un paradigma de vida, que nos guiará en “situaciones similares”,
aunque, no siempre por el camino correcto. Nuestra forma de pensar nos ha
traído al lugar y las circunstancias donde estamos actualmente, y son nuestros pensamientos
quienes nos llevarán a donde estaremos
en el futuro. Todo cambia o nada cambia, dependiendo si cambiamos o no nuestra
forma de pensar, decidir y actuar.
Cuando jóvenes nos sobraban posibilidades y
opciones, con los años nos llenamos de “realidades” y paradigmas, y éstos –en
caso de ser negativos- pueden atraparnos. Experiencias de fracaso y desacierto
se endurecen, afianzan y enquistan con los años en nuestro pensamiento,
haciéndolo regido, lleno de creencias, temores y miedos que limitan nuestro
potencial.
Debemos estar en continuo proceso de formación,
crecimiento y cambio, buscando no solo nuevas respuestas sino haciéndonos
nuevas preguntas. Cuestionando nuestra forma de pensar, actuar y ver el mundo,
para poder ampliar nuestra perspectiva de ese mundo y comprenderlo. Por ello,
podemos afirmar que la vida que llevamos es y será el resultado de nuestra
forma de pensar.
Los pensamientos de éxito y logro, acompañados de
los objetivos y recursos requeridos para alcanzarlos, la planificación de pasos
a seguir, la firme decisión de actuar y el esfuerzo puesto en la acción, nos
garantizan llegar adonde nos hemos propuesto llegar. No es una cuestión de
suerte, pero sí de compromiso, enfoque,
constancia y esfuerzo.
En nuestra mente está la solución, porque ella
misma creó parte de nuestros problemas.
Si consideramos que las circunstancias y el destino
nos golpean, sin oportunidad de hacer algo al respecto, entonces seremos una
víctima pasiva de esas circunstancias y del destino, que llegará a convertirnos
en individuos de espíritu fracasado y amargado. El sabio Buda decía que ni
nuestro peor enemigo puede hacernos tanto daño como nuestros pensamientos.
Dar inicio a alguna idea o proyecto, pensando que
no lo lograremos, contribuirá a que parte importante de la batalla para
lograrlo ya esté perdida antes de comenzar. Eliminar los pensamientos de
fracaso y derrota es clave para alcanzar logros. Entonces, consideremos que todo
lo que nos ocurre forma parte de una valiosa experiencia y aprendizaje, para
nutrir nuestra mente con nuevos pensamientos.
Miguel A. Terán
Psicólogo,
Coach, Orador y Escritor.
Blog: www. miguelterancoach.blogspot.com
Web Page: www.lidervoice.com
Twitter:
@MiguelATeranO
Nota: imagen
extraída de la web
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