No podremos vivir en paz al dejarnos atrapar por
el chantaje emocional, en cualquiera de los roles, como víctimas o victimarios.
Miguel A. Terán
El chantaje emocional es una forma de control y
manipulación, burda o sutil, consciente o inconsciente, que utiliza el
sentimiento de culpa, la percepción de obligación o el miedo para incomodar a
otra persona y conseguir que ésta actúe de acuerdo a unos intereses que van en
favor solo de quién ejecuta el chantaje.
El chantajista emocional no necesariamente es una
mala persona, en muchos casos es una víctima de su propia tragedia, real o
ficticia. Hay mucho de inconsciencia en buena parte del chantaje emocional. No
obstante, es necesario reconocer y aceptar que existen chantajistas
emocionales “profesionales”, aquellos individuos quienes están conscientes de
los beneficios que les produce su estrategia, aunque a la larga terminen siendo
sus propias víctimas, como explicaremos líneas adelante.
Para el chantajista emocional el problema es solo,
exclusiva y únicamente su problema, no desea entrar en consideraciones acerca
del problema o problemas de la otra persona, el interés es que ésta comprenda
“su problema” y proceda en consecuencia a ayudar a resolverlo; por su puesto,
de la manera que el chantajista desea o le conviene.
La mayor parte de las veces un consejo o una
sugerencia, por real y racional que parezca, está de más, porque las
peticiones del chantajista son más concretas y materiales, menos filosóficas.
“Tengo problemas económicos, por favor guarda tus discursos, y dame o préstame
dinero”, será el planteamiento en la mente del chantajista.
Alternativas de solución al problema o de mejora
en las circunstancias del chantajista deben ser responsabilidad del mismo
chantajista, pero éste no quiere o no puede considerarlas, su interés radica en
que otro solucione su problema. Su permanente y continua queja, lamento y
“sufrimiento” es su herramienta de chantaje”.
El contacto frecuente y regular con chantajistas
emocionales, nos involucra de tal manera en su problema y su día a día, que
terminamos sufriendo con él o ella, y apoyándoles en la toma de decisiones y
luego convirtiéndonos en co-responsables, en caso que las cosas no salgan bien.
Es importante tener presente la sabia frase del filósofo y matemático griego
Pitágoras de Samos “Ayuda a tus semejantes a levantar su carga, pero no te
sientas obligado a llevársela”.
Algunas veces olvidamos la satisfacción de
nuestras propias necesidades para complacer los deseos o caprichos del
chantajista. Ellos pueden lograr que sientas lástima de su particular
situación, por eso escogen a la persona más débil de temperamento, aquella que
le será más difícil decir que “No”. El reconocido psicólogo y escritor
argentino Bernardo Stamateas establece una diferencia entre la culpa real,
aquella que se produce cuando se transgrede una ley; y la culpa tóxica,
cuando los sentimientos de culpa provienen de causas emocionales. En el
chantaje emocional la víctima confunde la culpa tóxica con la real, llenándose
de “deberías” y obligaciones que no le pertenecen, porque en realidad son
compromisos y responsabilidades del chantajista.
Uno de los principales robos que puede hacernos el
chantajista emocional, es quitarnos la paz, aunque es nuestra responsabilidad
conservarla. Es un hecho que una simple llamada telefónica, acompañada del
chantaje emocional, aunque el asunto no sea una auténtica tragedia, puede acabar
con la paz de quien recibe el chantaje. El chantajista logra transformar
nuestra energía y perder el enfoque de nuestros propios problemas, para sufrir
y atender los suyos.
El chantajista emocional solo muestra lo malo que
le ocurre, escondiendo lo bueno, para que sus argumentos estén acorde al papel
o rol de víctima. Sin embargo, las redes sociales han logrado que el
chantajista –no profesional- cometa errores, al aparecer en las redes sociales
en alguna actividad que no se corresponde con sus supuestas dificultades y
sufrimientos.
También es cierto que el chantajista, en muchos
casos, es su principal víctima, porque cae en su propia trampa, al
descalificarse, restando o dividiendo sus logros y disfrutes, a la vez que suma
y multiplica penas y sufrimientos, para convencer a otros, sin
darse cuenta que se chantajea y sabotea a sí mismo, sufriendo doblemente sus
reales y ficticias circunstancias y problemas.
Es necesario comprender que el problema no es solo
del chantajista, el problema es también de quien permite ser chantajeado y
manipulado, recibiendo toda esa carga negativa. Al respecto el Dalái Lama
recomienda: “Deja ir a personas que solo llegan para compartir quejas,
problemas, historias desastrosas, miedo y juicio de los demás. Si alguien busca
un cubo para echar su basura, procura que no sea en tu mente”.
No tienes que sentirte culpable, porque la
realidad es que la otra persona ha sido autora de sus propias decisiones,
acciones y resultados. Cada quien y cada cual tiene sus diarias circunstancias
y luchas, tú tienes las tuyas propias, tal vez más complejas pero las asumes y
batallas por superarlas, sin cargarlas ni endosarlas a otros. Nadie
está libre de esa diaria lucha.
El chantajista emocional, puede estar lleno de
envidias al considerar que la otra persona está en mejores condiciones o que la
suerte ha sido más generosa con ese otro que debe ayudarle. Sin embargo, tiempo
atrás reconocía el poeta italiano del siglo XVIII, Pietro Metastasio: “Si las
íntimas preocupaciones de cada cual se leyeran escritas sobre su frente
!Cuántos que causan envidia nos generarían lástima!”.
Les invito a ser críticos y honestos porque no
siempre somos tan buenos como para ser solo víctimas del chantaje emocional,
muchas veces somos o hemos sido nosotros los chantajistas, pero también
víctimas al fin y al cabo de nuestra propia novela. Y finalmente, no olvidemos
que existe la posibilidad que seamos nosotros mismos nuestros propios
chantajistas emocionales.
Julio 18, 2016.
Miguel A. Terán
Psicólogo, Coach, Orador y Escritor.
Blog: www. miguelterancoach.blogspot.com
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE
(Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española).
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