lunes, 6 de junio de 2016

“Una persona que ve el mundo a los 50 igual que a los 20 ha perdido 30 años de vida". Muhammad Ali (Cassius M. Clay, Jr.)

“Una persona que ve el mundo a los 50 igual que a los 20 ha perdido 30 años de vida".
Frase de Muhammad Ali (1942-2016 /Cassius M. Clay, Jr.). Boxeador profesional estadounidense, activista y filántropo. 

Se dice que “Envejecer es obligatorio pero madurar es opcional”, gran verdad.  Si esa visión del mundo a los 20 años de edad se extiende aún más allá de los 50 años de edad,  acompañándonos en las siguientes y últimas décadas de vida, será terrible para todos.

Desgraciadamente, muchos individuos pasan por la vida pero la vida no pasa por ellos, de manera tal que al envejecer, lejos de flexibilizar sus ideas, creencias y paradigmas,  los radicalizan, reafirmándose como «intransigentes, indiferentes e insensibles», triste epitafio para concluir una vida. 
   
“En la vejez el verdadero mal no es el debilitamiento del cuerpo, sino la indiferencia del alma”, afirmó André Maurois, seudónimo de Émile Herzog, el famoso novelista y ensayista francés. Absolutismos, fanatismos y radicalismos no deberían tener cabida en la vejez; por lo contrario, amplitudes y aperturas de mente, corazón y espíritu, deben llevarnos a reconocer la dificultad de encontrar verdades absolutas. Con los años debemos entender hay muchas variables y circunstancias,  para comprender -que por ello- todo en la vida es relativo. En el texto del famoso poema del poeta y filósofo español Ramón de Campoamor, éste hace referencia a esa relatividad, diciendo: «En este mundo traidor /nada es verdad ni mentira / todo es según el color del cristal con que se mira.»

El mismo Muhammad Alí expresó que “Ríos, lagos, lagunas y arroyos: todos tienen nombres diferentes pero todos contienen agua. Así son las religiones: todas contienen verdades”. En realidad, esa analogía puede ser válida para la vida en general, no solo para las religiones, porque causas, razones y verdades están presentes en todo.
El cineasta sueco Ingmar Bergman consideraba que “Envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena”; lo contrario, haría del proceso de envejecer una tragedia personal, familiar y social. Es un hecho que con los años debemos aprender a “Escuchar a la razón, pero dejar hablar al sentimiento”, tal cual lo expresó Robert Schumann, el compositor y crítico musical alemán. 

“Saber envejecer es una de las partes más difíciles del gran arte de vivir”, ratificó el filósofo, moralista y escritor suizo Henri-Fréderick Amiel. Sin embargo, no todos llegan a dominar ese parte del arte de vivir, por lo cual podemos reconocer la validez de las palabras del jurista, político, filósofo, escritor y orador romano Cicerón, cuando refirió que “Las personas son como el vino, la edad agria los malos y mejora los buenos”. 

“Los primeros cuarenta años de vida nos dan el texto; los treinta siguientes, el comentario”, decía el filósofo alemán Arthur Schopenhauer. Mientras Albert Schweitzer, el filósofo, médico y escritor alemán lo complementó diciendo: “Con veinte años todos tienen el rostro que Dios les ha dado; con cuarenta el rostro que les ha dado la vida y con sesenta el que se merecen”. 

Con el paso de los años, si nos dedicamos a algo más que solo adquirir canas, arrugas y a coleccionar dolores en todo el cuerpo,  tendremos la oportunidad de  cambiar para transformarnos en mejores seres humanos. Al madurar comprenderemos que todo está conectado con todo, no hay nada aislado, vivimos en un sistema, en el cual mover una pieza se reflejará en que otras piezas se moverán.  El reconocido genio de Albert Einstein lo llevó a expresar que “Comienza a manifestarse la madurez cuando sentimos que nuestra preocupación es mayor por los demás que por nosotros mismos”. 

Si durante nuestro transitar por la vida adquirimos conciencia, comprendiendo que la paz interior y exterior es el objetivo a alcanzar, entonces valió la pena el recorrido. Si logramos que arrugas y canas se unan a la paz de nuestra mente, corazón y espíritu, garantizaremos una vejez feliz para nosotros,  para quienes nos rodean y para nuestro entorno ambiental y social. Recordemos y tengamos presente las palabras del  filósofo y matemático griego Pitágoras de Samos: “Una bella ancianidad es, ordinariamente, la recompensa de una bella vida”.

Reflexión escrita In memoriam de Mohammed Ali, un ser que dejó recuerdos e imborrable huella en su transitar por la tierra.


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Miguel A. Terán
Psicólogo, Coach, Orador y Escritor.
Web Page: www.lidervoice.com (Artículos de Liderazgo, Gerencia, Política, Negocios)
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española).


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