“Cuando el éxito se ha convertido en nuestro
permanente compañero de viaje, volver a probar el amargo sabor de la derrota no
debe ser considerado un fracaso, sino un gran mensaje de vida que nos
permitirá recordar que somos humanos e imperfectos”.
Miguel A. Terán
En una sociedad donde no hay espacio para la
derrota, donde pretendemos que el éxito nos acompañe en todo momento y en todos
los lugares, fallar parece un pecado capital, mortal e irreversible. Sin
embargo, un milenario proverbio chino nos recuerda que “Aprendemos poco de la
victoria pero mucho de la derrota”.
En realidad la derrota es más cotidiana, por tanto
más efímera o volátil. El fracaso es más peligroso como concepto, ya que su
impacto parece más profundo y permanente. Es por ello, que debemos evitar que
las derrotas se conviertan en fracasos. Por lo contrario, las derrotas deben
ser parte del camino de aprendizaje en la ruta del desarrollo y crecimiento
personal. “La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio
la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva” expresó el escritor y
premio Nobel portugués José Saramago.
Cada derrota debe llevarnos a una reflexión, un
aprendizaje y dejar una lección, que nos permita corregir y hacerlo mejor en
una nueva oportunidad, evitando que al transitar por un camino de derrotas
terminémonos convenciéndonos que nuestro destino es el fracaso. En otras
palabras, cada derrota debe enseñarnos algo que requerimos aprender. Tengamos
presente que fracasamos cuando no aprendemos las lecciones de las derrotas.
Tomar el tiempo requerido para reflexionar sobre
la derrota y sus causas, tanto las causas superficiales como las profundas,
buscando no solo en el momento presente, sino también su evolución y raíces en
el tiempo, evitará que nos llenemos solo de quejas y críticas que no aportan
nada, menos aun cuando atribuimos las causas a la suerte o al destino.
En todo caso, vale referir que grandes pensadores
a través de la historia han concluido que el camino al éxito está plagado de
derrotas y fracasos. Y cuando –finalmente- ya tomamos el camino del éxito,
cuando los logros se hacen algo continúo, regular y permanente, siempre es sano
tropezar con la derrota, para despertar y evitar que desviemos nuestra ruta
hacia el fracaso. Algunas veces, podemos ganar muchas batallas en la vida, pero
al engolosinarnos con el éxito nos arriesgamos a perder la guerra.
“El fracaso es, a veces, más fructífero que el
éxito”, dijo Henry Ford, el famoso Industrial estadounidense. Mientras un autor
anónimo nos recuerda “No permitas que una conquista te conquiste, ni una
derrota te derrote, porque no todo lo ganado es una victoria, y no todo lo
perdido es derrota”. Lo que sí es realidad, tal cual lo afirmó el político y ex
presidente estadounidense John F. Kennedy, es que “La victoria tiene un
centenar de padres, pero la derrota es huérfana”.
Para concluir esta reflexión, parece válida la
frase antropólogo británico-estadounidense Ashley Montagu “La derrota personal
más profunda que pueden sufrir los seres humanos está representada por la
diferencia entre lo que uno es capaz de llegar a ser y lo que uno es”.
Junio 28, 2016.
Miguel A. Terán
Psicólogo y Coach.
Blog: www. miguelterancoach.blogspot.com
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE
(Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española).
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