Es necesario que hagamos nuevas preguntas para
encontrar nuevas y diferentes respuestas.
Miguel A. Terán
Expresaba el escritor y poeta uruguayo Mario
Benedetti “Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto,
cambiaron todas las preguntas”. Es una realidad que en el dinámico mundo
de hoy las respuestas no son eternamente válidas. Además, todo es relativo, las
verdades absolutas han perdido espacios, todo es cuestionable.
Transitar por la vida cargados de creencias y
paradigmas, utilizándolas para responder a todo y a todos es garantía de
fracaso, porque el cambio es la realidad de cada día. Hasta épocas recientes
pudimos aprender respuestas de memoria a las preguntas conocidas, con ellas nos
movíamos en nuestro mundo. Pero los tiempos han cambiado y con ellos las
preguntas; por lo cual, muchas de nuestras aprendidas y memorizadas respuestas han
quedado sin validez ni utilidad.
Es un hecho que en una cultura de la respuesta, no
hay hábito de preguntas. Nos educan para responder y no para preguntar. La
curiosidad que tuvimos de niños, compañera de innumerables preguntas, la
vamos perdiendo hasta aceptar pasivamente un mundo de respuestas, dejando de
cuestionar y criticar. Triste realidad, pero los «por qué » de la infancia son sustituidos por los «porque»
de la adultez.
Somos educados con un repertorio de respuestas
envasadas que ofrecen cierto nivel de tranquilidad y confort, ante la
incertidumbre, dudas y miedos. Además, parece que plantearse nuevas preguntas o
dudas es atentar contra lo que hemos aceptado como normal e incluso contra el
statu quo; sin reconocer, que al hacer preguntas pasamos de ser espectadores a
ser actores, convirtiéndonos en una voz y dejando de ser parte de un eco.
El surgimiento de nuevas preguntas, que cambian
continuamente, y de respuestas que también cambian, nos obliga a estar en
continuo proceso de preparación y formación. Tener conciencia de ello debe
llevarnos no a solo conocer sino adquirir compromisos de cambio y
transformación. La ignorancia no permite dar respuesta a nuevas preguntas, pero
se permanece en la ignorancia cuando no existe la actitud ni disposición para
hacer nuevas preguntas.
Es importante hacer las preguntas apropiadas y
bien formuladas, porque de la calidad de la pregunta dependerá la calidad de la
respuesta. Al realizar preguntas superficiales, las respuestas no pasarán de lo
cosmético. Hacer buenas preguntas es cuestionar y llevar a lo profundo –a las
raíces- la búsqueda de respuestas, solo así comprenderemos lo que ocurre
a nuestro alrededor.
Junio 02, 2016.
Miguel A. Terán
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE
(Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española).
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