“De lo que no estamos dispuestos a renunciar, nos
volvemos esclavos”.
Rafael Santandreu. Psicólogo, profesor y escritor
español
No hay peor esclavitud que la propia esclavitud,
la escogida o aceptada por nosotros mismos. Si somos libres o prisioneros, es
el resultado de donde hemos llegado, del lugar adonde nuestros pensamientos,
decisiones y acciones nos han traído.
Permitimos que nos esclavicen cosas, ideas,
eventos, personas y mucho más. El escritor y poeta italiano Arturo Graf,
consciente de ello, expresaba que “Los deseos son como los peldaños de una
escalera, que cuanto más subes, tanto menos contento estarás”. Por su parte, el
escritor francés Marcel Proust, consideraba que “Es un hecho que en busca de
satisfacer deseos nos hacemos esclavos de esos deseos. El deseo florece; la
posesión lo marchita todo”.
El apego es ese estado emocional que nos vincula,
une o ata de manera anormal - y hasta enfermiza – a ese objeto de apego, y se
origina en la errónea creencia de que es o será imposible alcanzar la felicidad
sin esa persona, cosa, condición o situación; y el solo hecho de pensar
perderle, nos hace infelices.
Un proverbio Zen expresa que “el
conocimiento es aprender algo cada día y la sabiduría es desapegarte de algo
cada día”.La sabiduría nos ayuda a vivir sin apegos, permitiéndonos transitar
por la vida de manera más ligera y con “poco equipaje”, disfrutando de
relaciones sanas e independientes en lo material y afectivo; así como,
conscientes de la importancia del momento presente, para vivirlo, sin permitir
perderlo divagando en el pasado o en el futuro.
El apego es tan destructivo y esclavizante, que
muchos siglos atrás el sabio Buda, fundador del budismo, reconocía que “El
mundo está lleno de sufrimiento. La raíz del sufrimiento es el apego a las
cosas. La felicidad consiste precisamente en dejar caer el apego a todo cuanto
nos rodea”. Igual riesgo, no mencionado por Buda, corremos con el apego a
personas, cuando éste crea relaciones humanas patológicas.
El éxito, tan de moda, tan impreciso y
afanosamente buscado en estos tiempos, se convierte en uno de los deseos
y apegos que más esclaviza individuos, porque siempre queremos “un poquito
más”. En parecida condición de apego se ubican el dinero, la fama y el
poder, nunca alcanzables hasta un nivel de satisfacción. Podríamos hacer una
analogía con el consumo de drogas, que lleva al uso compulsivo de la sustancia,
creando dependencia.
El desapego de ninguna manera es abandono o
desinterés, sino un sano equilibrio en nuestras relaciones con lo que nos rodea
o con quien interactuamos. “El desapego, no es que tú no debas poseer
nada. Es que nada te posea a ti”, expresó siglos atrás el Califa e Imán
Musulmán Ali Ibn Abi Talib.
La semilla de los apegos va creciendo en la medida
que poseemos y acumulamos, porque al desear más, acumulamos más, hasta que al
final quedamos atrapados en el apego a lo que poseemos. “Lo que poseemos nos
posee”, afirma el filósofo contemporáneo español Fernando Savater, y eso
es precisamente lo que debemos evitar para no convertirnos en esclavos.
Mayo 17, 2016.
Miguel A. Terán
Blog: www. miguelterancoach.blogspot.com
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE
(Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española).
No hay comentarios:
Publicar un comentario