jueves, 7 de abril de 2016

Debemos ser en extremo cautelosos al tratar de justificar los medios utilizados en busca de algún particular fin. Miguel A. Terán

Debemos ser en extremo cautelosos al tratar de justificar los medios utilizados en busca de algún particular fin.
Miguel A. Terán

La cuestionada y controvertida frase “El fin justifica los medios”, atribuida al filósofo político, escritor y estadista italiano Nicolás Maquiavelo, aunque existen dudas de su verdadero autor, hace referencia a que «cuando el objetivo final es importante, cualquier medio para lograrlo es válido». En su sentido opuesto, el teólogo jesuita alemán Hermann Busenbaum, afirmaba que “Cuando el fin es lícito, también los medios son lícitos”. Es imposible conseguir buenos fines mediante la utilización de medios inmorales o no éticos. 
Ahora, la pregunta de complicada respuesta es: ¿Qué es lícito o qué es ilícito?. En un mundo donde hemos venido convirtiendo las anormalidades en parte de nuestra normalidad. En el que se habla de Ética Situacional, para la cual nuestra posición ética sería flexible, porque dependerá de cada particular situación. Donde otorgamos prioridad a los resultados a corto plazo, en perjuicio del mediano y largo plazo; donde los pseudos o falsos valores  han sustituido los auténticos valores; definir qué es lícito o ilícito de manera amplia y de general acuerdo, no es tarea fácil.   
“La humanidad tiene una moral doble: una, que predica y no practica, y otra, que practica pero no predica”, decía Bertrand Russell, el filósofo, matemático, lógico y escritor británico ganador del Premio Nobel de Literatura. En similar orden de ideas, el también Premio Nobel de Literatura, el español Jacinto Benavente, consideraba que “Lo malo de la conciencia es que siempre está hecha a la medida”. 
La variedad de intereses personales y grupales, la mayor parte de las veces, hacen perder sentido al espíritu e interés colectivo. He referido en muchas de estas reflexiones las palabras del  filósofo francés y Miembro del Comité Nacional de Ética de Francia, André Comte-Sponeville, quien ha expresado a través de dos geniales preguntas, las cuales deben ser adecuadamente respondidas para  lograr una sociedad basada en el bien común: “¿Si quieres saber si tal o cual acción o conducta de tu parte es buena o condenable? debes preguntarte: ¿Qué ocurriría sí todos se comportaran como tú?”. 
En las sociedades ocurre que muchas decisiones y acciones, basadas en el afán de resolver problemas económicos o sociales, toman lugar en un momento en particular, pero dejan huellas morales que en innumerables oportunidades producen daños irreparables a la sociedad, en el mediano o largo plazo. Ya décadas atrás, expresaba Albert Einstein “La perfección de los medios y la confusión de los fines parecen caracterizar a nuestra época”. 
El filósofo español José Luís López Aranguren, expresó que  “Los valores morales se pierden sepultados por los económicos”. Mientras el psicólogo estadounidense Dan Ariely, afirma que “una vez que pasamos a considerar las normas mercantiles, las normas sociales desaparecen”. 
El hecho que otros hagan algo no legaliza ni justifica una acción, porque de lo contrario, la prostitución, el tráfico humano y de drogas,  estarían justificados. Cuando desaparece el sentido moral de una nación, la estructura social va hacia el derrumbe, afirmaba el médico, investigador y escritor francés Alexis Carrel, Premio Nobel de Fisiología y Medicina (1922). 
Es un hecho que para conseguir la anhelada paz, desde las relaciones más personales hasta las más colectivas, es importante tener presente el principio moral que sustenta la llamada Regla de Oro, vigente a través de los tiempos, la cual nos indica que  “Debemos tratar a los demás como nos gustaría que nos traten a nosotros; y no hacer a los demás lo que no deseamos que nos hagan a nosotros”. 
Ver el beneficio en el corto plazo, sin tomar en cuenta todas las variables involucradas, ni las consecuencias a mediano y largo plazo, nos llevan a tomar decisiones y acciones miopes. En esta discusión, parece válido reconocer la verdad y sabiduría en las palabras de Marco Aurelio, el Emperador Romano, quien afirmaba que “Nada que no sea bueno para el panal o la colmena, tampoco es bueno para la abeja”. 
Podemos considerar que la colmena es solo nuestro reducido grupo familiar o tal vez nuestra comunidad cercana, o nuestra ciudad, o nuestro país o nuestro globalizado mundo; dependiendo de nuestra perspectiva, amplia o reducida, podemos preocuparnos y ocuparnos de los micro o de lo macro. Lo cierto es que estamos todos en el mismo globo y más temprano que tarde todo nos beneficiará o perjudicará a todos, no hay escapatoria. 
Utilizar argumentos legales es simplemente una formalidad legal, la moralidad o inmoralidad está en los principios y valores que sustentan o respaldan esa legalidad. La moral como principio y concepto, debe ser nuestra guía al momento de considerar cuáles acciones son o no correctas. Cualquier condición que impacte negativamente la sociedad en general o a grupos humanos en particular, no puede ser de beneficio, ni para una persona, ni para su familia, ni para una comunidad, ni para un país. 
El medio utilizado desvirtúa al fin, porque el fin termina siendo un resultado del medio; por tanto, un medio ilícito o amoral, resultará en un fin ilícito o amoral. Lo primero que debemos es cuestionar la validez del fin,  y si éste se justifica, proceder a buscar los medios para alcanzarlo, sin que esa búsqueda signifique hacer daño a nada ni a nadie.  

08 de Abril de 2016.

Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.

Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.


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