martes, 23 de febrero de 2016

Sin escapatoria posible, debemos reconocer y aceptar que somos seres sociales obligados a vivir y convivir en comunidad Miguel A. Terán

Sin escapatoria posible, debemos reconocer y aceptar que somos seres sociales obligados a vivir y convivir en comunidad
Miguel A. Terán

Historias de ermitaños han existido, pero son la excepción no la regla. Podemos reconocer y dar crédito a nuestra influencia genética, la cual es muy importante, pero la verdad es que nuestro desarrollo como seres humanos se da a través de nuestra vida en comunidad. En ese proceso de socialización en comunidad nos convertimos en miembros de la sociedad al absorber una particular cultura.

Es un hecho que no somos auto-suficientes, por lo cual necesitamos a otros seres humanos para sobrevivir. Nuestro proceso de aprendizaje e independencia es uno de los más extensos en tiempo dentro de los seres vivos. Expresaba el filósofo Aristóteles, que quien no puede vivir en sociedad, o no necesita nada por su propia suficiencia, no es miembro de la sociedad, pero para ello debe ser –uno de los extremos- una bestia o un Dios.

El bienestar de todos los miembros de la sociedad es condición clave y vital para que podamos vivir en paz. Requerimos aprender –durante ese proceso de socialización- a cooperar y colaborar unos a otros para beneficio de todos. La cosecha no solo debe ser buena para nosotros, sino para nuestro entorno. Tengamos presente las palabras de Marco Aurelio, el Emperador Romano, quien afirmaba que “Nada que no sea bueno para el panal o la colmena, tampoco es bueno para la abeja”.

El filósofo francés y Miembro del Comité Nacional de Ética de Francia, André Comte-Sponeville ha expresado dos preguntas clave para poder lograr una sociedad basada en el bien común: “¿Si quieres saber si tal o cual acción o conducta de tu parte es buena o condenable? debes preguntarte: ¿Qué ocurriría sí todos se comportaran como tú?”. Por su parte el gran filósofo chino Confucio afirmó, muchos siglos atrás: “Lo que no quieras que los otros te hagan a ti, no lo hagas a los otros”.
Debemos tratar a los demás como nos gustaría que nos traten a nosotros; y no hacer a los demás lo que no deseamos que nos hagan. Ambas versiones, una en positivo y otra en negativo, constituyen el principio moral que sustenta la denominada Regla de Oro, existente en múltiples culturas y religiones a través del mundo y los tiempos.

Al pensar solo en nuestro provecho personal,  o en extremo, en el beneficio de nuestro reducido grupo estaremos polarizando y desequilibrando a la sociedad en la cual vivimos. Decía el Dr. Stephen Covey, el famoso consultor y orador estadounidense, que “Cuando solo percibo como válida mi posición y perspectiva, el único modo de resolver el problema es persuadir al otro para que cambie su paradigma; y si tengo el poder para ello, obligarlo a aceptar mi punto de vista”. En esta perspectiva, siempre habrá un aparente ganador y un perdedor, pero la verdad es que finalmente perderán ambos.

Para convivir, que no es solo vivir, porque significa  vivir en compañía de otros, requerimos reconocer la existencia y el valor del otro.  Expresaba Martin Luther King, Premio Nobel de la Paz (1964): “Tu verdad aumentará en la medida que sepas escuchar la verdad de los otros”. Por su parte, el mexicano Benito Juárez, el Benemérito de las Américas,  nos recordaba en su célebre frase que “El respeto al derecho ajeno es la paz”.

La sociedad requiere sustentarse en principios y valores, de las cuales surgen normas de convivencia que permiten orientar y regular la conducta de los miembros de esa sociedad en reciproco beneficio de todos y cada uno de ellos, condición indispensable para vivir en una sociedad en paz.  

23 de Febrero de 2016.

Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.

Blog: www. miguelterancoach.blogspot.com
Web: www.lidervoice.com
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.


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