viernes, 21 de agosto de 2015

En un mundo en constante cambio ¿Qué actitud deberíamos tomar para vivir? Miguel A. Terán

En un mundo en constante cambio ¿Qué actitud deberíamos tomar para vivir?
Miguel A. Terán

Se dice que lo único constante en la vida es el cambio; quizá consciente de ello, el  filósofo griego Heráclito reconocía que “No hay nada permanente, excepto el cambio”. Es un hecho que debemos cambiar, es parte de nuestro desarrollo y crecimiento; pero es necesario hacer de nuestro cambio  un proceso consciente en cada etapa, no solo el resultado de transitar en una dirección acompañando multitudes.  Debemos responder la pregunta ¿Para qué?, cuando surgen opciones de cambio en nuestra vida, evitando simplemente reaccionar y cambiar. Es importante reconocer que “No todo cambio es crecimiento, al igual que no todo movimiento es hacia delante”, afirmaba Ellen Glasgow, la escritora estadounidense. 
Lo que sí parece vital, es precisar y reafirmar que todo cambio comienza por nosotros mismos, cuando nosotros no cambiamos, nada parece cambiar. El poeta, dramaturgo y escritor francés Víctor Hugo reconocía que podemos cambiar nuestras opiniones, pero que era necesario mantener siempre nuestros principios; y que también podemos cambiar nuestras vivencias, pero conservar intactas nuestras raíces. 
Escoger la actitud adecuada para vivir es uno de los grandes retos que tenemos como seres humanos. El escritor, poeta y dramaturgo irlandés Oscar Wilde,  en su particular y sarcástico estilo, planteaba: “Vivir es lo más raro de este mundo, pues la mayor parte de las personas no hacemos otra cosa que existir”. Por su parte, el escritor argentino Ernesto Sábato, consciente de la fugacidad de la vida, afirmaba  “Lástima que cuando uno empieza a aprender el oficio de vivir ya hay que morir”. 
Uno de los aspectos más críticos del cambio es la velocidad que éste trata de imponernos, quizá porque la velocidad es parte de su estrategia, impidiendo que razonemos la propia justificación de muchas presiones de cambio que nos llegan del entorno.  Algunas veces es difícil llevarle el ritmo, aunque sea solo para adaptarnos, ni se diga la dificultad para evolucionar y transformarnos a esa velocidad.   
El reconocido autor Carl Honoré uno de los líderes del movimiento mundial a la lentitud, que desafía el culto a la velocidad, reconoce que esa carrera, urgencia y estrés de nuestros días, nos ha llevado a perder espacios y tiempos de descanso, juego, familia, pareja, de crecimiento, de soñar despiertos y mucho más. Nuestros hijos –desde muy jóvenes- llevan complicadas vidas de adultos, perdiendo etapas y vivencias de infancia y juventud. Nos hemos vuelto multi-tareas o multi-actividades, disminuyendo la calidad, enfoque y el placer que deberían proporcionarnos algunas de ellas. Es usual estar más pendientes y preocupados por lo que viene o lo que nos falta, que por disfrutar lo que tenemos.  Corremos para resolver lo urgente, mientras se nos olvida lo importante. 
En muchas oportunidades el cambio se acompaña con la oferta de satisfacer nuevos deseos, que se nos venden como necesidades. La tecnología envejece muy rápido y la “obsolescencia” –muchas veces social- de ésta nos vuelve adictos a lo próximo, a lo que viene.  Esos deseos son resultado del aprendizaje social o cultural, que nos invita a ir un paso más adelante, pero al no ser necesidades reales,  éstas no tienen límites, no se sacian, siempre se desea más.  Llegar a ser atrapado en ese círculo es  una especie de condena y esclavitud permanente, tal vez una auténtica trampa. 
Tratar de seguir al cambio llevándole el paso, puede convertirnos en participantes de una carrera sin fin, como la carrera del hámster o el ratoncito en la rueda de la jaula, quien nunca llegará a ningún lugar por más rápido que corra. Entrar en una carrera similar es garantizar que siempre nos falte algo para sentirnos satisfechos, mientras perdemos  la necesaria armonía, balance y equilibrio que requiere una vida sana y feliz. 
El cambio no es bueno ni malo per se o por sí mismo, simplemente es relativo, nunca absoluto. Los cambios que aceptamos nos afectan y afectan a nuestro entorno, para bien o para mal, nunca son independientes porque conllevan múltiples relaciones. Cada persona debe tener su propia velocidad y ritmo de cambio, así como cada quien debe determinar en qué momento detenerse y en cuál continuar.

Agosto 21, 2015.

Miguel A. Terán
Psicología, filosofía y coaching.

Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española


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