miércoles, 3 de junio de 2015

REFLEXIÓN DEL DÍA (Jueves 04 de Junio de 2015)‏

“No puedes ser envidioso y feliz al mismo tiempo”.
Frank Tyger (1929 -2011). Caricaturista, columnista y humorista estadounidense.

REFLEXIÓN: La envidia es definida como aquel sentimiento o emoción de dolor, tristeza, pesar o desdicha por el bienestar o las posesiones de otro u otros. El filósofo griego Platón, milenios atrás, complementaba esta definición agregando «Es envidia la que provoca placer por las desgracias de los amigos». En resumen, es una extraña y enfermiza mezcla de placer y tristeza. Está reconocida como uno de los siete pecados de catolicismo. La envidia impide a quien la sufre disfrutar, amar y agradecer.   
Algunos siglos atrás refería el escritor, filósofo y pensador político francés Barón de Montesquieu “Queremos ser más felices que los demás, y eso es dificilísimo, porque siempre les imaginamos mucho más felices de lo que son en realidad”. Esto es un hecho, ya que –generalmente- no tenemos completa información ni referencia para poder evaluar o juzgar a los otros, por tanto, cualquier conclusión será limitada y más emocional que racional. Ratificando lo anterior, el pensador estadounidense Ralph Waldo Emerson, afirmaba que “La envidia es ignorancia”. 
Alguien refería que para juzgar la felicidad de una persona en su hogar, deberíamos vivir en ese lugar al menos una semana, para luego expresar con propiedad nuestra opinión. Entonces, es un hecho, que la envidia tiene base en la suposición o la especulación, lo que nos hace perdernos o diluirnos en hipótesis falsas, que terminan afectándonos a nosotros y a quienes nos rodean.   
El escritor ucraniano Leonid S. Sukhorukov plantea que «El peor regalo para una persona que tiene envidia es un palacio, con una vista hacia otro palacio mejor». «La envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual», expresaba el escritor español Miguel de Unamuno. Mientras el filósofo español Fernando Savater se atreve a reconocer que “El envidioso es más desdichado que malo”.   
Parafraseando al filósofo alemán Arthur Schopenhauer, podríamos considerar que la envidia demuestra cuán desdichado  se siente quien la sufre, y cuán aburrido al dedicar su constante atención a lo que hacen o dejan de hacer los demás. 
En los lugares donde las bases morales y éticas de la sociedad se resquebrajan, la envidia aparece como un monstruo dispuesto a acabar o arruinar lo que queda, haciéndose acompañar del egoísmo, el oportunismo, la viveza, la mentira,  la insensibilidad y otras, que juntas destruyen los valores, creando una sociedad decadente y enferma. 
Las redes sociales, de esta época,  están llevando nuestra imaginación sobre la felicidad de los otros a un problema de silenciosa envidia colectiva y viral, al estimularnos a vivir en continua comparación. Al respecto consideraba el filósofo, político, abogado y escritor inglés, Sir Francis Bacon, que “Si no hay comparación, no hay envidia”. 
La realidad es que podemos ser tan felices como decidimos serlo, porque la felicidad no viene de afuera sino de adentro. Entonces, comparémonos con nosotros mismos y seamos felices a nuestra manera. Algunos siglos atrás, el poeta místico y religioso persa, Rumi, decía “Afortunado es el que no lleva la envidia como compañero”.  Podemos concluir que no puede tener paz quien envidia.

Miguel A. Terán
Twitter: @MiguelATeranO
Nota: imagen extraída de la web
Referencias: Tomadas de Wikipedia + RAE (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española).


No hay comentarios:

Publicar un comentario